Casi el 80% de las personas viven con estrés, y una gran mayoría se lo atribuye a la economía. Cómo empezar a transformar la relación con el dinero: 5 prácticas simples para el día a día.
Abundancia; dinero; signos. Foto: Freepik.
En los últimos años, el estrés se ha convertido en una de las principales causas de consulta en salud mental. Más allá del ritmo de vida acelerado, una de las fuentes menos visibilizadas —pero profundamente determinantes— del malestar cotidiano es nuestra relación con el dinero.
Dinero, billetes. Foto: Pexels.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de las personas vive en un estado permanente de estrés. De ese porcentaje, el 70% lo asocia directamente con su situación económica . Esta correlación invita a una reflexión más profunda:
¿Es realmente la falta de dinero lo que nos estresa, o es la forma en que aprendimos a vincularnos con él?
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El estrés, por definición, no es negativo. Es una respuesta fisiológica adaptativa que prepara al organismo para enfrentar amenazas. El problema aparece cuando esta respuesta se mantiene activada de forma crónica. Vivir en estado de "supervivencia" deteriora la salud física, bloquea la creatividad, afecta el sueño y sabotea la toma de decisiones.
Estrés, ansiedad, cansancio, salud mental. Foto Unsplash.
Las señales del estrés crónico son conocidas pero frecuentemente naturalizadas: ansiedad, insomnio, fatiga persistente, irritabilidad, tensión muscular, pensamientos obsesivos, desconexión emocional. En consulta, muchas personas reportan estos síntomas asociados a sus preocupaciones económicas, pero sin poder distinguir si es el dinero en sí o la forma en que lo gestionan lo que les genera malestar.
Como profesional de la salud mental he observado cómo el dinero actúa muchas veces como disparador emocional, más que como problema económico en sí. Hay una escena que se repite en múltiples relatos terapéuticos y que también reconozco en mi propia experiencia: la sensación de estar corriendo siempre detrás de algo que no alcanza, la tensión al hablar de finanzas, el nudo en el estómago al mirar la cuenta del banco. No se trata solo de números. Se trata de lo que esos números representan emocionalmente: seguridad, control, autoestima, libertad. O bien, su opuesto: miedo, insuficiencia, culpa, frustración.
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El dinero, en sí mismo, es una herramienta. Pero en muchas culturas ha llegado a encarnar símbolos profundos y contradictorios. En la mayoría de los casos, las personas no reaccionan ante el dinero sino ante lo que proyectan en él. Estas proyecciones suelen tener raíces en la infancia, en frases repetidas en el hogar como "no alcanza para todos", "tener mucho te cambia", o “el dinero es sucio".
Muchas personas experimentan ansiedad económica incluso en momentos de estabilidad. Aunque aumenten los ingresos, la sensación de escasez permanece. Porque no está afuera: está en el vínculo interno con el dinero.
Estas creencias operan a nivel inconsciente y pueden condicionar nuestras decisiones, incluso cuando las circunstancias objetivas cambian.
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Sanar el vínculo con el dinero no requiere un cambio drástico de vida, sino pequeñas prácticas cotidianas que abran espacio a una mirada más consciente. Aquí algunas estrategias simples pero poderosas:
Tarjeta de crédito. Foto cedida por anunciante.
Cada vez que una situación económica te active emocionalmente (una factura inesperada, una baja en las ventas, una conversación sobre dinero), tomá una pausa. Tres respiraciones profundas pueden ayudarte a salir del “modo automático” y responder desde un lugar más calmo.
¿Qué pensamientos aparecen cuando pensás en dinero? ¿Escuchás voces del pasado, frases como “nunca alcanza”, “no podés fallar”, “tenés que esforzarte más”? Identificarlas es el primer paso para cuestionarlas.
La inseguridad financiera activa miedo, y eso es humano. El problema aparece cuando el miedo toma el control. Nombrarlo (“esto me asusta pero esta todo bien”, “me da incertidumbre pero se va a resolver”) es un modo de reducir su poder y recuperar la claridad.
Si algo importante requiere una decisión económica, date tiempo. No decidas en medio del enojo, la ansiedad o la presión. Aunque no siempre puedas elegir las circunstancias, sí podés elegir desde qué estado interno actuar.
Frente a cualquier situación económica, hacete esta pregunta: “¿Estoy actuando desde la escasez o desde la abundancia?”. A veces, cambiar esta perspectiva alcanza para que surjan nuevas posibilidades.
Estas prácticas no resuelven mágicamente los desafíos financieros, pero sí te devuelven poder interno. Y muchas veces, cuando cambia la forma en que miramos una situación, también cambian nuestras decisiones… y sus resultados.
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Una de las herramientas más potentes y accesibles incorporadas en la práctica clínica es la respiración consciente. Lejos de ser una técnica esotérica, la respiración tiene un fundamento neurofisiológico sólido. La forma en que respiramos impacta directamente en el sistema nervioso, y por ende, en nuestro estado emocional y cognitivo.
El periodista científico James Nestor, en su libro "Respira", documenta cómo la respiración profunda y nasal puede reducir la actividad cerebral (área asociada a la respuesta de lucha o huida), disminuir niveles de cortisol (hormona del estrés) y mejorar el enfoque mental.
La respiración es fundamental para reducir el estrés. Foto Unsplash.
La respiración diafragmática, también conocida como respiración abdominal, ha sido utilizada en múltiples disciplinas terapéuticas para inducir un estado de relajación. Su efectividad ha sido validada por estudios clínicos en el tratamiento de trastornos de ansiedad y estrés postraumático.
Incorporar estas prácticas de forma cotidiana puede marcar una diferencia sustancial en el modo en que las personas enfrentan situaciones económicas difíciles. En muchos casos, antes de revisar una cuenta bancaria o hacer una llamada importante, una pausa consciente para respirar puede cambiar completamente la percepción y la respuesta.
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En la experiencia clínica, uno de los puntos de inflexión más importantes se da cuando la persona toma conciencia de que su malestar no está necesariamente en la situación externa, sino en la forma en que la interpreta. Esta toma de conciencia abre la posibilidad de reescribir la narrativa interna, de actualizar las creencias limitantes por otras más funcionales.
Parte del trabajo terapéutico implica identificar estas creencias heredadas por transmisiones familiares, muchas veces invisibles pero profundamente arraigadas, y preguntarse si siguen teniendo sentido en la vida adulta. ¿Es cierto que "uno no puede vivir de lo que ama"? ¿Es inevitable “sufrir para conseguir estabilidad”? ¿Es más seguro “conformarse con poco” que arriesgarse por más?
El concepto de salud financiera incluye la capacidad de gestionar el dinero de forma eficaz, pero también de hacerlo sin culpa, sin miedo y sin tensión permanente.
La salud financiera no depende únicamente de ingresos y gastos. También depende del grado de conciencia, regulación emocional y claridad interna con que se toman decisiones.
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El sistema educativo tradicional raramente aborda estos temas de forma integral. Poco se habla en la escuela sobre emociones, regulación, o gestión de creencias. Tampoco sobre cómo administrar el dinero, tomar decisiones conscientes o planificar a largo plazo. Esta omisión deja a muchas personas adultas a merced de modelos heredados, muchas veces disfuncionales.
Por eso, la educación emocional y financiera debería ser parte fundamental de cualquier propuesta de salud integral. Aprender a identificar estados internos, a calmar el sistema nervioso, a tomar decisiones desde un lugar de calma y a relacionarse con el dinero desde la suficiencia y no desde la carencia, es parte del proceso de maduración personal.
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Salir del "modo supervivencia" implica un cambio profundo en la forma de habitar la vida. Ya no se trata de perseguir una meta externa que nos dé seguridad, sino de desarrollar un estado interno desde donde esa seguridad se construya desde adentro.
Dinero, plata. Foto: Freepik.
Cuando las personas logran transformar su vínculo con el dinero, cuando dejan de verlo como una amenaza constante y comienzan a integrarlo como un recurso más —importante, sí, pero no omnipresente— ocurre algo más profundo: mejoran su salud, sus vínculos y su bienestar general.
Desde ese nuevo estado, muchas decisiones que antes parecían imposibles se vuelven accesibles. La ansiedad disminuye, el cuerpo se relaja, la mente se aclara. Y lo que parecía una crisis financiera se convierte en una oportunidad de transformación.
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Mi recorrido profesional y personal me ha mostrado que detrás de cada síntoma hay una historia. Y que muchas veces, esas historias se entrelazan con el dinero como símbolo de otras cosas: valor, poder, libertad, amor, reconocimiento, merecimiento. Entender esa trama, abordarla con empatía y con herramientas eficaces, permite no solo aliviar el síntoma sino también transformar la vida cotidiana.
Habitar una relación más saludable con el dinero es posible. No implica negar la realidad económica, sino integrarla desde una mirada más consciente y menos reactiva. Tal vez ahí comienza una nueva forma de asumir y acceder a la abundancia: cuando dejamos de luchar contra el presente y empezamos a habitarlo con más calma, consciencia y determinación.
Cuando el miedo deja de alimentar el fuego del estrés, esa misma chispa puede encender una nueva forma de vivir: más consciente, más libre y más abundante.
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