Un repaso de este singular personaje.
Boris Johnson. Foto: NA.
Decidió su renuncia después de que su partido haya logrado convencerle de que era esa la opción más elegante: la alternativa era cambiar las reglas del voto de confianza, para poder someterlo a uno nuevo sin tener que esperar un año. Todo se desató con las renuncias de su canciller y de su ministro de Salud, en la misma noche en que se publicó una encuesta de YouGov en el Reino Unido, que marcaba un 69% de apoyo a la renuncia del Primer Ministro y apenas un 18% apoyando que se quede en el gobierno; a la vez que, por primera vez, eran más los votantes del Partido Conservador los que querían que se fuera (54%) frente a aquellos que querían que se quedara (33%). Habiendo ya perdido la corta diferencia que le hizo ganar la última moción de censura, con casi 60 diputados habiendo abandonado sus cargos ejecutivos (más de un tercio del gobierno), el esperado atril fue colocado frente a la puerta Nº 10 de Downing Street y transmitimis en vivo cómo Alexander Boris de Pfeffel Johnson anunciaba su salida del gobierno de la 5ª potencia económica del mundo.
Hace poco, cuando compartíamos en vivo en Canal 26 los festejos del jubileo de la reina Isabel II, en un momento específico tras la misa anglicana oficial que correspondía a los festejos, se vio la imagen de todos los primeros ministros dejando la ceremonia; lo cual, si bien ya los 70 años de reinado de la monarca eran una invitación a repasar la historia, ver a todos los jefes del gobierno británico vivos juntos nos mostraba lo vertiginosa que viene siendo la política del Reino Unido en los años recientes.
Claro, estaba Tony Blair, que marcó toda una época con sus diez años de estabilidad al frente del ejecutivo, así como el también laborista Gordon Brown, que ya tuvo un período bastante menor. Pero la sucesión de conservadores que comenzaba con David Cameron, quien se jugó todo en los referéndums de Escocia (que le salió bien por poco, con un argumento principal consistente en que una Escocia fuera del Reino Unido sería una Escocia fuera de la Unión Europea), y del Brexit (que le salió mal y le costó el gobierno), era bastante impactante de ver porque la historia reciente y la actualidad se cruzaban de manera muy fuerte. Estaba también Theresa May, ministra de su predecesor que poco pudo hacer tras la tormenta del Brexit, y en primer lugar salía del evento Boris Johnson, ex ministro de May, con abucheos similares a los oídos cuando hacía su ingreso en la Catedral de St. Pauls.
Jubileo de la Reina. Video: Canal 26.
Boris Johnson, ese político encantador, con un estilo propio y ciertamente distinto a exponentes de suma relevancia como Ken Livingstone o Tony Blair, pasó por la alcaldía de Londres dejándonos a todos quienes vivimos en esa ciudad durante su mandato con alguna opinión positiva respecto de sus planes y políticas. Algunas de esas políticas eran tan originales como las declaraciones que hacía a la prensa, o en sus propias columnas ya que su profesión de origen fue el periodismo. Por ejemplo, las “Ciclosuperautopistas” para andar en bicicleta que ideó su predecesor de alguna manera fueron mejor capitalizadas por Johnson, debido a su predilección por este medio de transporte en una ciudad con un tránsito increíblemente complicado. Pero, para aquellos que utilizamos con mayor frecuencia el transporte público, no pudo sernos indiferentes todo el plan que culminó en la materialización del bellísimo modelo del “Nuevo Bus para Londres”, que no era un double-decker más sino uno que volvía al diseño tradicional de 1956 del antiguo vehículo rojo de dos pisos pero combinándolo de manera excelsa con los conceptos más contemporáneos en términos de diseño y de tecnología; tan particular que hoy es más conocido como el “Borismaster” en vez del “New Routemaster”, su nombre real.
Estas fueron solo dos políticas entre tantas otras que le hicieron ganarse popularidad nacional mientras era el alcalde de una ciudad cada vez más veces denominada como Londonistán, debido a la fuerte influencia de grupos extranjeros en la capital, tanto por parte de oligarcas rusos o árabes como de clases bajas de origen indio o chino que llegaban buscando un futuro mejor (entre tantísimos otros orígenes).
Se dice que llegó al Gobierno de Su Majestad casi a cualquier precio, presionando a diario a Theresa May para que renuncie mientras era su canciller, proponiendo un Brexit duro y con una retórica que sugería hasta que “le iban a decir a Bruselas lo que tenían que hacer” (por la UE).
Renuncia de Johnson. Video: Canal 26.
A la luz de las cifras, el Brexit no fue evidentemente una buena decisión para el Reino Unido; pero reformar la Unión para que refleje una visión más plural en su toma de decisiones evidentemente era un camino más largo y que requería demasiadas alianzas. Marcado por los problemas económicos post Brexit, post pandemia y post invasión rusa de Ucrania, su gobierno no hizo la peor gestión sanitaria del asunto (si bien llamaban la atención las decisiones) pero una serie de escándalos resultaron fundamentales para su caída. Principalmente, el partygate: reuniones que podrían o no haber sido de trabajo, en patios abiertos y con ambientes relativamente relajados, en ámbitos de gobierno, en momentos en que nadie podía moverse de su casa ni ver a sus seres queridos; mucho menos despedir a aquellos fallecidos. Tuvo incluso que pagar una multa a la policía por ello: esto lo sumió en la vergüenza absoluta frente a su pueblo – mientras otros pueblos, sin embargo, poco hacen al ver que sus gobernantes le ponen precio a la violación de las normas que ellos mismos crearon y amenazaban hacer cumplir de las peores formas por televisión. Además, apoyar a un colaborador de Casa de Gobierno que involucrado con casos de acoso sexual le valió las primeras renuncias de anoche.
Pero el punto más fuerte y por lo que más puede extrañarse a Boris Johnson en este momento en la escena internacional tiene que ver con su gestión de la guerra en Ucrania. Mientras Chamberlain se reunía con Hitler o Macrón se reunía con Putin, Churchill le hizo frente al drama y Boris Johnson, ante la oportunidad de demostrar que su país podría actuar ante un conflicto internacional de manera más rápida y eficiente gracias a no estar más atado a la Unión Europea, aprovechó cada oportunidad para mostrarse como aliado de quien quizás sea el verdadero Churchill de esta era (o quién sabe si más), Volodímir Zelensky. Brindó una ayuda excepcional a los invadidos y denunció con vehemente fuerza al invasor en todo foro internacional, mientras Alemania dudaba por su gas, Francia seguía escuchando mentiras por teléfono o en mesas burdamente largas o Estados Unidos jugaba -una vez más- un papel distante y menos doloroso gracias a su geografía. No es de extrañar cómo en las redes sociales ucranianas abundan videos en apoyo al jefe del gobierno británico nacido en Nueva York.
Quizás sea eso lo que más se extrañe de él en estos tiempos, salvo que el Partido Conservador sepa reorganizarse bien y rápido para mantener un papel relevante en torno a la invasión rusa de Ucrania, encontrar puntos de acuerdo con la Unión Europea respecto de la históricamente difícil situación con Irlanda del Norte y definir una política para Escocia con una devolución de poderes más ordenada y una representación más justa en Westminster en tiempos que Nicola Sturgeon, la jefa del ejecutivo escocés, ya anunció el inicio del camino hacia un nuevo referéndum por la independencia de Escocia.
Una frase repetida entre varios de los MPs (diputados) que dejaron sus cargos ejecutivos por estas horas es “enough is enough” (suficiente es suficiente). Va a ser muy interesante recorrer el minuto a minuto de estos días de crisis. Evidentemente ya era suficiente, y prolongar la salida solamente la hizo más agónica. Como fuera, tras esta crisis, se abre una nueva etapa.
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