El cuadro más famoso de Sarmiento lo pintó su nieta: la brillante historia de Eugenia, la mujer que escapó de la sombra de su abuelo

El peso que dejan los próceres en la sociedad argentina es para toda la vida, en especial aquellos que quedaron del lado de “los buenos” o cuya obra cambió para siempre el país. Ante esto, sus descendientes debieron y deben vivir bajo su sombra, con pocas excepciones como Eugenia Belín, nieta de Domingo Sarmiento.
Historia de una brillante artista que logró una formidable carrera y salirse de la sombra de su aclamado abuelo.
Eugenia
Nacida en 1860, hija de Faustina Sarmiento y Jules Belín, logró una inmensa trayectoria artística. Podemos conocer gran parte de su carrera gracias a Georgina Gluzman, investigadora del Conicet, quien publicó el libro “Trazos invisibles. Mujeres artistas en Buenos Aires (1890-1923)”.
Se ve que lo de Eugenia era de familia porque se inició con una de sus tías paternas, Procesa Sarmiento de Lenoir, quien le brindó los primeros conocimientos cuando Eugenia vivía todavía en San Juan. Para 1880 se trasladó a Buenos Aires, continuando así sus estudios bajo la guía de José Agujari.
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Su famoso abuelo le permitió introducirse en un amplio círculo social. En 1883, “el padre del aula” señalaba: “Eugenia hace progresos admirables, gana en la opinión y puede ser que adquiera fama y dinero con su pincel. Ya tiene en promesa siete retratos”. Al año siguiente comentaba: “Aquí Eugenia llama cada día más la atención por sus retratos. El que está haciendo del Dr. Gil es asombrosamente parecido. Todos le aseguran una carrera espléndida”.
Su pintura más conocida
Su trabajo más famoso son los retratos que hizo de su abuelo, los que actualmente nos sirven para conocer su fisonomía. Un conjunto de óleos que se posicionó como las favoritas para entender y ver a Sarmiento. Pero lo cierto es que fue mucho más que eso. Además de los mencionados retratos, pintó miniaturas, cuadros de flores, aves y naturalezas muertas, que vistas en conjunto permiten poner de relieve su versatilidad y destreza en diversas técnicas.

Buenos Aires no fue su único lugar de residencia, también vivió en Holanda, Bélgica, Italia y Francia, junto a su hermano Augusto. El contacto con el arte europeo logró enriquecer su trabajo y perspectiva artística. Participó en diversas exposiciones como el Salón de Pintura en San Juan en 1884, hasta la Exposición del Centenario en 1910, y se convirtió en la primera artista sanjuanina en exponer en el Salón Nacional en 1912.

Murió en 1952 en Buenos Aires y en la actualidad el Museo Histórico Sarmiento, el Museo Marc de Rosario y el Museo Casa Natal de Sarmiento poseen obras suyas. Una Sarmiento que logró hacerse un nombre con un talento incuestionable.

Curiosidades de Domingo Sarmiento
Sarmiento no era Domingo
El padre del aula en realidad respondía al nombre de Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. Un detalle es que el apellido de la madre era Paula Albarracín y Quiroga Sarmiento era el compuesto de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo, convirtiéndolo en un pariente lejano de Facundo Quiroga.

Pero, ¿entonces por qué lleva solo u apellido? Sucede que un tío de Domingo le sugirió a su madre que lo anotase únicamente con el segundo paterno con el fin de preservarlo en el tiempo a través de su descendencia. ¿El Domingo? La familia era devota de Santo Domingo, motivo por el cual así le comenzaron a llamar, y con el tiempo le nombre Valentín desapareció del uso común.
Autodidacta: aprendió a leer a los cuatro años
Nacido en San Juan, Sarmiento no pudo ir a ninguna escuela y fu su mamá Doña Paula quien fue determinante. Comenzó a asistir a la escuela a los 5, pero ya sabía leer desde los 4, puesto que su madre se encargaba de que sus parientes y amigos lo supieran llevándolo a lecturas en voz alta.

La madre de Sarmiento se encargó de que nunca faltara a la escuela, algo que seguramente debe haber marcado al niño que se convertiría en Presidente. Con los años pudo forjar una envidiable formación académica, producto en gran parte del esfuerzo de su madre.
Organizó el primer censo nacional
Del 15 al 17 de septiembre de 1869 se llevó a cabo el primer Censo de la República Argentina, fue durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento y luego de una iniciativa iniciada en el gobierno de Bartolomé Mitre. Se contabilizaron 1.737.214 habitantes, el ejército no fue censado por estar en Paraguay tras la guerra y tampoco se tuvo en cuenta la Patagonia y la población indígena.

Arrojó como resultado que en el país había 1.836.490 habitantes, siendo el 8% del total inmigrantes europeos, el 70% población rural y el 71% de los argentinos, analfabetos.
Anotaba cada gasto que hacía
Era increíblemente minucioso para anotar todos los gastos que realizaba como funcionario de gobierno. Por ejemplo, viajó a Europa por encargo del gobierno de Chile para hacer un relevamiento de los nuevos métodos educativos y anotó: “un pastel para comer”, “un par de zapatos”, “guantes, medias y corbatas” y “una pieza para secar la pluma” como parte de sus compras durante el viaje.

Incluso se puede leer la palabra “orgía”. Pero no con el mismo significado que pensamos hoy, el término era utilizado en ese momento como sinónimo de grandes excesos en comidas y bebidas.
Su muerte inspiró el Día de Estudiante
Podría decirse que los establecimientos educativos le deben dos fechas al Padre del aula. La primera es el 11 de septiembre, Día del maestro, y la segunda, poco conocida, es el 21 del mismo mes al celebrarse el Día del estudiante. Sabemos qué pasó en la primera fecha, pero casi nula información de lo que aconteció 10 días después y el vínculo con sanjuanino.

Tras siete días de viaje, sus restos llegaron a Buenos Aires el 21 de septiembre, donde hoy descansan en el cementerio de La Recoleta. Años después, en 1908, el alumno de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Salvador Lorenzo Debenedetti propuso celebrar el día del estudiante, el día en que sus restos llegaron a su eterna morada.