Así es "Ódiame", el nuevo video de lo nuevo de Bunbury

Enrique Bunbury lanzó su nuevo CD titulado "Licenciado Cantinas". El corte de difusión es el primer sencillo "Ódiame". Dale clic y miralo antes de sus shows.

Por Canal26

Miércoles 30 de Noviembre de 2011 - 00:00

Licenciado Cantinas integrado por quince canciones, estará disponible en formato Digi-pack.

El prólogo (“El Mar, el Cielo y Tú” de Agustín Lara) , un delicioso fresco de bolero instrumental con aromas “Morricone” que da pie a “Llévame” (de Louie Ortega) con la participación del legendario “Flaco” Jiménez y el dialogo entre la Fender de Álvaro Suite, el contrabajo de Robert “Bob” Castellanos y el piano de Rebenaque. La emocionante “Mi sueño Prohibido” se presenta vestida con la percusión de Quino Béjar y la aparición estelar de Eliades Ochoa; conmueve entonces la profunda “Pa llegar a tu lado”, una delicia de grabación/interpretación con “ruidos” y cuerdas de terciopelo, que se escucha con el corazón en la garganta. Un contestador telefónico introduce la analógica “Chacarera de un Triste” (de los Hermanos Simón), reformulada como “bomba caribeña y eléctrica”.

Bunbury inicia en Argentina el tramo latinoamericano de la exitosa gira Licenciado Cantinas. El 2 de marzo en el Orfeo Superdomo de Córdoba y el 3 de marzo en el estadio Ferrocarril Oeste de Buenos Aires.



Cada track es una demostración de osadía y elegancia de los “Los Santos Inocentes” reunidos por BUN-BURY que dirige el “cotarro” cantando como siempre y mejor que nunca. “Ódiame” (de Barreto/Otero López) se presenta con el órgano Hammond y el acordeón, asimismo bailable y emocionante, en lo que es (sin duda alguna) perfecto ejemplo de esta “salsa”, este “guiso” de ritmos, sonidos y repertorio: El equilibrio entre la tradición del rock-sound y los géneros centro y sudamericanos. Y el equilibrio fue inventado para perder el equilibrio, borrachos de emoción, con una lágrima asomando, ebrios de música, porque sin música la vida sería un error. “Vida” (de Casas Padilla) es un texto en carne viva. “El Licenciado (El Mulato)” (de Ricardo Ray & Bobby Cruz) resuelve en psicodélico “salsódromo” después de presentarse con un “jondo” Dobro climático, y se engancha con la dulce tragedia colombiana de “El Solitario” (de Alfredo Gutiérrez), que cuenta con el concurso estelar de Dave Hidalgo (Los Lobos), en guitarra y bajo sexto, un teclado distorsionado y un banjo dialogando con Enrique, que nos confirma que si “el mar se convirtiera en aguardiente, en el se aho-gaba para morirse borracho”, una declaración de principios sensible y perfectamente colombiana. Con Hidalgo en acordeón, y con aires de “corrido/banda”, se presenta “Ánimas, que no amanezca” que no demora mu-cho en reconfigurarse como “banda-billy” con la tuba de Alfredo Corrales. Un disco para cantar bailando sobre una mesa, rompiéndose la camisa y derramando risas y lágrimas. “Que me lleve la tristeza” (de Marcial Alejandro), es una de las mejores interpretaciones de la andadura vocal de BUNBURY que se presenta como un sensibilísimo y solido cantor al lado de las texturas del vibrafón, la guitarra acústica, el lap-steel gui-tar, y el legendario Charlie Musselwhite.

“El Día de mi suerte” (de Willie Colon y Héctor Lavoe), se revela con original ritmología “Bo Diddley-Caribe”, incendiario. “Cosas Olvidadas” (un tango de Rodio/Contursi), cantada con espíritu arrabalero. El “Flaco” Jiménez vuelve en “La tumba será el final”, un texto sin dudas dramático y sentimental “in extremis”. Particularmente emocionante es el cierre de este álbum, con la fuerza moral y profunda de los versos de Atahualpa Yupanqui (“El Cielo está dentro de mi”), otra vez con la armónica universal de Musselwhite. La milonga grande es uno de los géneros preferidos de Enrique, y sirve de perfecto epílogo (y declaración de principios) de/para un álbum personal, perfectamente ensamblado por “Los Santos Inocentes”. Un álbum que termina sin un acorde final, sin siquiera un ambiente reverberante, para dejarnos sin aliento. Con la refle-xión final que define a los trotamundos, a los humildes y a los viajeros interiores; ese “observatorio” desde donde Enrique contempla con los ojos bien abiertos el universo sensible que nos abriga.

Disco grande de Enrique Bunbury, que se estrena de nuevo como caminante que hace camino andando y cantando.