Camas separadas...¿besos sin amor?

Ella se levanta al mediodía y él tempranísimo. Él no para de roncar y a ella le gusta leer tranquila o mirar televisión hasta la madrugada. Ya no resulta tan extraño que muchas parejas opten por separar las camas, no compartir el cuarto y en algunos casos hasta vivir en departamentos distintos. La tendencia toma fuerza entre quienes ya tuvieron una larga relación de pareja, se separaron, vivieron solos un tiempo largo y volvieron a enamorarse. Vea la nota y conozca todos los detalles de esta nueva modalidad.

"Me separé del padre de mis hijos, viví mucho tiempo sola y me acostumbré a disfrutar de mis espacios privados: yo tengo mi cuarto decorado a mi estilo, con todos los libros que quiero, mi computadora y mis cosas ordenadas como a mí me gusta. Eso sí … la tele es de los dos”, admite Alejandra. Entonces, cuando quieren mirar televisión, ella se pasa al cuarto de él y comparten un programa abrazados.
Casos como el de esta mujer, que estableció normas de convivencia allí donde no siempre las hubo ni las hay, empiezan a instalarse sigilosamente en nuestro país. Y en otros continentes ya tienen estadísticas precisas: un informe difundido por La Fundación Nacional del Sueño arroja que una de cada cuatro parejas estadounidenses opta por dormir en camas separadas, en el mismo cuarto o, directamente, en distintas habitaciones. El porqué encuentra su respuesta en los hábitos de sueño de cada uno y en los ritmos laborales incompatibles. La búsqueda de un mejor descanso es la motivación de quienes defienden la convivencia a dos camas.

La psicoanalista Evangelina Grapsas, directora de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires se suma al debate. Para ella, “que una pareja duerma en la misma cama toda la noche u opte por no compartirla, no significa que se amen más o menos o que se lleven mejor o peor. Todo depende del contrato implícito o explícito en el que se forme la pareja: una pareja no va a ser más o menos independiente del otro, sólo porque cambie de lugar físico”.

En ese sentido, el conductor televisivo Leo Montero (35) tiene una teoría que defiende a ultranza y que nada tiene que ver con el amor, aunque sí con la temperatura: de diez mujeres, cinco son más friolentas que los hombres. El, lo confiesa, duerme sin ropa y su novia, una vestuarista de 27 años con la que convive desde hace dos, puede usar dos frazadas si así lo quiere.

“Lo mío tiene que ver con una cuestión de descanso fisiológico”, aclara e insiste en su modelo de intimidad, a pesar de que sus amigos lo persiguen para que se compre una súper cama king size y lleve su relación como la mayoría de las personas. “Convivo con la futura madre de mis hijos y la amo, pero los dos optamos por tener su ‘tiendita’ propia. Yo hago deporte, trabajo mucho y si duermo con ella dormimos pésimo. Corroboramos la idea cada vez que nos vamos de vacaciones y entonces sí, en los hoteles compartimos la cama”, explica.

ESTA CAMA ES MIA

“Las mujeres generalmente son más susceptibles a este tipo de propuestas, porque la cama compartida sigue siendo un mandato fuerte y está asociado a la intensidad del amor. Ahora con más frecuencia, las parejas se están animando a desafiar ese tipo de conceptos, se están dando más permiso para probar nuevas formas de convivencia. Esas libertades o individualidades que la pareja quiere mantener (como también no sentirse obligados a tener amigos en común) se reflejan en la cama porque dan cuenta que su amor se sostiene con otras cosas”, asegura Javier Camacho, psicólogo especialista en parejas. Y así algunas mujeres se animan a experiencias más extremas, como la del marido con cama afuera.

Pero, para no herir susceptibilidades, ¡nada de imposiciones! Si hay algo en lo que coinciden los especialistas consultados es en la necesidad de un diálogo previo en el que la pareja pacte los nuevos estatutos de la convivencia.

Para la sexóloga Beatriz Literat, es más raro que las parejas que recién se inician en el arte de la convivencia opten por separar las camas. “Hay mucha ansiedad y fantasía alrededor de compartir una cama, de dormir juntos y abrazados toda la noche. La cama resulta un objeto muy erotizante”, asegura.

En cambio, la tendencia toma fuerza entre quienes ya tuvieron una larga relación de pareja, se separaron, vivieron solos un tiempo prolongado y volvieron a enamorarse. “Después de un fracaso, estas personas buscan alternativas para sobrellevar el amor con cama adentro; para preservar la sensualidad y el romanticismo por más tiempo: si no tienen ganas de depilarse o de lavarse los dientes, eligen dormir solas o solos y reservarse para un momento elegido y programado. El objetivo tiene que ver con preservar la magia durante la mayor cantidad de tiempo posible”, enfatiza Literat.