Adiós a un clásico
La información que sigue tiene un par de semanas de antigüedad, y visto y considerando el cierre efectivo de la publicación, habría que tomar algunas cosas como lo que son, un deseo, una apuesta a que todavía hay esperanzas para la “revistucha”.
Damiano Tsichlias viene colaborando desde hace mucho tiempo con la revista. Construyó el sitio web junto a Darío Ganem (un lector de Mar del Plata), mantiene el correo electrónico e hizo la digitalización de la colección (hasta el número 460). Formalmente no tiene una relación legal con la revista, me aclara, más allá de sus esfuerzos de fan para que continúe: “te aclaro esto ultimo porque muchos creen que soy empleado de la revista cuando en realidad la Lúpin hoy es solo Guerrero”
Damiano era la persona ideal para preguntarle qué había pasado en realidad con la Lúpin, ya que los rumores que corrían por ahí no me conformaban demasiado.Ya algunas personas habían notado que los últimos números de la revista solamente material de Guillermo Guerrero.
“Si, en diciembre ultimo falleció el Dire (Héctor Sídoli). Los ejemplares de enero y febrero ya estaban impresos por lo que la Lúpin siguió en los kioscos normalmente. Los ejemplares de marzo y abril salieron a la calle sin el material de Sídoli.”
La razón fue una serie de desencuentros entre la viuda de Sídoli y Guerrero, básicamente una discusión sobre derechos de autor, lo que llevó a éste último a plantearse la posibilidad (una difícil decisión luego de tantos años) de comenzar un proyecto nuevo con material propio.
Sin embargo, Damiano también está oficiando de mediador entre las dos partes, todo en aras de un posible entendimiento.
Otra de las tareas con la que estos amigos de la revista han intentado colaborar ha sido en las cuestiones administrativas. Imaginen una revista con más de 40 años, hecha desde siempre a pulmón por dos dibujantes y unos pocos colaboradores. Manteniendo mes a mes un material que en la mayoría de los casos data de los años setenta y un poco más atrás también. Se darán cuenta que una revista así, que nos daba un rato de felicidad por apenas tres pesos no obtenía demasiadas ganancias. El laburo que se hace por amor no suele ser enriquecedor, al menos en el sentido económico.
Copio un párrafo textual en el que Damiano me resume con mucho tino la situación: “Lúpin es una publicación que se ha mantenido en función del esfuerzo de sus autores, hoy uno de ellos falta y hay problemas de derechos de autor entre las partes que se tienen que hacer cargo de la continuidad del proyecto, éste es el principal motivo del cierre de la sociedad GDS (Guerrero, Divito y Sídoli). Los que colaboramos con la publicación y un grupo importantes de lectores estamos haciendo lo posible para que la Lúpin siga en la calle, esto depende en principio que se llegue a un acuerdo entre Guerrero y Emilia [la viuda de Héctor Sídoli], dado este paso lo que sigue seria tratar de hacer la Lúpin una publicación mínimamente rentable (en algunos meses del año pasado la revista dio perdidas).”
En estos últimos días, junto con la noticia de que Lúpin no llegaría al número 500, los fans de la amada revistucha comenzaron a buscarse por internet. Los puntos de reunión son el Blog Lupinero, que debutó hace unas semanas atrás, y un foro llamado simplemente Lúpin.
Ahora quiero agregar algo que se me ocurrió mientras recorría tanta evocación nostálgica sobre la revista, en esas páginas y otras. Que Lúpin cierre, que sus finanzas sean inciertas, que haya llegado a dar pérdidas… no es casualidad. Si los lectores que la sepultaron en el baúl de los recuerdos hace ya tiempo la hubieran seguido comprando, probablemente este cierre no estaría sucediendo, o sucedería en más cómodas circunstancias. Es como sucede con ciertos cafés y bares de Buenos Aires: los vecinos hacen manifestaciones y salen con pancartas cuando ya no queda otra que cerrar, cuando lo que deberían haber hecho si realmente les interesaba el lugar era entrar y consumir.
Para ellos, quizás la esperada Lúpin 500 se convierta en un símbolo, un Grial comiquero que nos haga pensar en tantas cosas que no sólo nos dan placer sino que pueden llegar a marcarnos el rumbo, cómo seguramenta la revista Lúpin hizo en muchos de sus lectores. La próxima vez que pasen de largo frente a algo que aprecien, admiren y cuya permanencia deseen, visualicen la Lúpin 500 que nunca tendrán en sus manos y actúen para que el nostalgioso baúl no se apropie algo más.