Creamfields: más de 13 horas de música electrónica ininterrumpida
Más de 55.000 personas se reunieron para festejar los 10 años de Creamfields, en una fiesta en la que las 13 horas de música ininterrumpida dieron lugar a los muchos matices que tiene la música electrónica, en un ambiente que, por momentos, se pareció a otra galaxia.
Para ponerse en situación, la fiesta comenzó el sábado a las 17 en el autódromo de Buenos aires, y ya a esa hora había unas 25.000 personas que pagaron unos 250 pesos para participar de esta megadiscoteca que comenzó en el 2000 como una extensión de las “raves” europeas.
Lo que pasa es que la Creamfields de Argentina superó todos los cálculos. De esas casi 5.000 personas que se dieron cita en el hipódromo de San Isidro en aquellas épocas finales de la Convertibilidad, se llegó a unas 50.000 personas por edición, lo que derivó en un fenómeno que superó incluso al original festival de Inglaterra.
Pero no es solo un tema de comparación: lo cierto es que la movida electrónica por sí misma ha generado una gran atracción en Argentina. No por eso sorprendió que en esta edición se dieran cita los mejores Dj del mundo.
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Entre las 17.00 y las 22.00 del sábado fue el turno de Microkosmos, Guille Quero, Cristóbal Paz y el Club Rayo, quienes calentaron, sin forzar la marcha, las cinco pistas donde se desarrolló la fiesta.
Cuando los rayos del sol comenzaban a caer, fue el turno de británico Faithless, quien supo hacer una previa de lujo con su electrónica glamorosa.
A partir de las 22.30 y hasta la medianoche fue el turno del DJ número 1, Paul Van Dyk, quien llevó al público al baile frenético.
Mientras tanto, el argentino Hernán Catáneo demostraba en otra de las pistas por qué es uno de los principales referentes de la música electrónica local y europea.
Cuando los cuerpos parecían decir “basta” tras varias horas de baile, subió Sasha, quien aparte de sonar muy bien, se destacó por las imágenes con las que acompañó su música.
Ya eran las 2.00, esa hora en que los argentinos recién entran a bailar. Ahí fue el turno del francés David Guetta, que con su electrónica ligada al pop hizo volar por los aires a las 50.000 personas que colmaban el lugar.
Está claro que Guetta tiene una línea electrónica en donde la base rítmica no prescinde de la melodía, siendo mas “amigable” para el oído, y más llevadera si uno pasó mas de cuatro o cinco horas escuchando un mismo ritmo.
Para el final, a eso de las 4.00, llegó Fat Boy Slim y toda esa electrónica más ligada al rock, como para recibir la salida del sol bailando con las últimas fuerzas.