Maquinaria Fest festejó su 8N
El Rock es rebeldía. Al menos de manual. Si los que saben aconsejan que bajo un sol impiadoso no hay que exponerse, y menos a las cuatro de la tarde bajo unos, ponele, 40 grados por más que la térmica se encapriche en marcar unos grados que en realidad no son lo que se sienten, los que saben debieran saber que a veces no queda otra.
No queda otra que estar ahí, estoico y abombado, viendo y oyendo como Boom Boom Kid, el eterno niño de las cuatro décadas, le pone el pecho, las rastas y su conocida y no tan reconocida actidud punkie hardcore para comenzar a desandar la primera jornada del primer Maquinaria Fest en tierras argentinas. De la mano sus canciones, cortas, breves, enérgicas, y contundentes como “Oda a la tierra” (podria haber hecho Oda al Agua) o esos ya clásicos de su ya extensa, independiente e irreprochable carrera. Buscando que ese pogo minúsculo pero intenso, sudado más no agotado, crezca, o lo ayude a moshear, que es uno de los juegos que el ex Fun People mejor juega y más le gusta. Un set corto pero poderoso y sutil como siempre coronó su paso por el festival con el estreno de “Leonardo Favio”, tema que presentó mientras de telón, un joven Favio con una mano extendida y en cuenco atrapaba un corazón infantil bien BBK bajo el nombre idem en memoria del sublime y magnánimo director de cine recientemente fallecido.
Y lo que vendrá bien podría catalogarse bajo el imparcial y subjetivo rubro: Decepciones, confirmaciones, indiferencia, reverencias y maravillas maléficas.
CAVALERA CONSPIRA… SI
“Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad” cantaba Sui Generis alla lejos y hace tiempo como añoranza de un tiempo que ya fue. La hiponada bien vale para destacar el presente sin destaques de Max Cavalera, pilar basal de la renovación del metal que desde su Brasil natal junto a su hermano Igor supo, allá por los lejanos 90’ poner en lo más alto, vaya paradoja, de la mano de Sepultura. Hoy, con Cavalera Conspiracy, Max e Igor quedaron presos de aquella época gloriosa, y a años luz de esa maravilla trasher death metalera con percusiones de su terruño.
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Vestido como para el invierno Max salió a pasear su pobre presente que solo levantó sin elevar cuando los viejas glorias sepultureras se dieron cita como “Refuse Resist”, “Chaos A.D.”, “War for Territory”, “Arise” , o el cierre con “Roots”.
El inicio del set había sido con “Torture” e “Inflickted” del actual CC acompañado por el tremendo Tony Campos en bajo, Igor en batería y Marc Rizzo en guitarras. Y más adelante (como hizo cuando vino con su proyecto Soulfly al Teatro de Flores a dar un muy buen show el pasado 1 de marzo y desde que eran muy pequeños en las viejas épocas) junto a sus dos hijos sumando voces.
Algún pedido de “circle pit” (esos círculos que se abren entre la gente para que los jevis bailoteen o pogueen), alguna mención a la Argentina, la exhibición de una bandera brasilera y a desandar la lista bajo el sol asesino que se resitiría por horas a dejarnos en paz.
Mechando temas de Sepultura con los de CC como “Killing inside” o el mismo “Blunt Force Trauma” que bautiza uno de sus discos, el gordo de la mecha rosada, debió lidiar con un sonido bajo, un sol impiadoso y una vestimenta no acorde (era para bermudas y remera, no para camperón negro y camuflado largo! Max)
Y un presente que más allá de las buenas intenciones conspira, sí, pero contra su rica historia.
CONFIRMACION Y COMUNION
Tras Cavalera fue el turno de Stone Sour. Los estadounidenses, oriundos de Des Moines, Iowa, llegaban precedidos de la chapa que da tener en sus filas al vocalista de los enmascarados, reformados, ñu metaleros y deformes Slipknot, deuda pendiente aún en estas tierras que no para de recibir bandas extranjeras exitosas, rumbo a serlo o en pronunciada pendiente.
Esta era deuda pendiente nomás porque la performance de Corey Taylor en voz, y James Root en primera guitarra (que fueron y vinieron de SS a Slipknot) Josh Rand en guitarra rítmica y Roy Mayorga en batería comenzó y promedió pagando con creces: presencia arolladora de la banda, sonido impecable, potencia inusitada y la voz impresionante de Corey con ciertos remedos a Mike Patton.
Trece temas, arrancando por la actualidad, el reciente “ Gone Sovereing/Absolute Zero” y “Rumor of Skin” de House of Gold and Bones, en gran comunión con su público, y culminando, eso sí, con una tira de temas que bajaron demasiado la intensidad, único reproche subjetivo, con “Digital” , “Bother’ y “Trough Glass”, entre otros.
MASTODON SE ESCRIBE CON M DE MARAVILLA
En épocas donde Maravilla solo rima con Martínez (y que bien ganado se lo tiene el Enorme Sergio) si los recitales tuvieran el rebote que diez perfectos rounds a un campeón invicto y una carrera maravillosa tiene a nivel mediático, el nombre de Mastodon debiera resultar inevitable y hasta insoslayable en lo que a metal se refiere.
Es que estos Mastondontes del metal progresivo, mezclado con stoner, sludge y psicodelia, llegaron, subieron y en una hora y cuarto revalidaron los pergaminos y nos patearon el estómago.
Y nos rompieron la cabeza de la mano de los temas de su reciente y premiado The Haunter, cuya tapa hizo las veces de telón, y cómo no de su clásico e insuperable Leviathan. Y de las guitarras de Bill Kelliher y Brent Hinds, el bajo de Troy Sanders, la batería de Brann Dailor. Y los voces de todos, porque además de sacudir sus instrumentos, acá en Mastodon (como en Los Auténticos Decadentes, perdón la referencia…) cualquiera puede cantar, y lo único criticable es que a veces el reparto de voces no ayuda.
Y se van pasando el microfono con “Black Tongue” con el que abren y cancelan la ansiedad por empezar a ratificar en vivo los premios y las loas que muy bien supieron conseguir a los gloriosos “Blood and thunder” y “The sparrow” con que se despiden dejándonos extasiados, absortos, felices, pletóricos de tanta música, de tanta intensidad, tanto virtuosismo, tanto tema de “Crack the Skie” o del imprescindible “Leviathan” que no viene al caso mencionar porque sus títulos o meras menciones no alcanzarán a empardar al menos tanta polenta y presencia escénica.
Y con las ganas de verlos en el Teatro Vorterix o en el de Flores a la brevedad.
Teléfono queridos productores. Merecemos más de la Maravilla Mastodon.
INDIFERENTES Y MALOS CON MALON
A ver. Quizá el line up no ameritaba la trahsera propuesta nacional de los reunidos Malon. No porque la banda de Claudio O’Connor en voz, el Tano Romano en guitarra, Carlos Kuadrado en bajo y el Pato Strunz en batería no reúna los méritos suficientes, sino que por lo ecléctico del line up, mucha de la gente que este jueves se acercó al GEBA no tenga ni haya tenido afinidad con la banda.
Es que en los lejanos 90’ o no habían nacido o estaban desandando la tierna infancia, allá cuando Malon se forjaba un nombre. Y hoy por hoy, con el pésimo estigma que Claudio carga por obra y gracia y desgracia para él de parte de Ricardo Iorio, lo cierto es que Malon funciona en otros escenarios, en otros festivales.
Acá mientras iban desandando los temas propios (Castigador por herencia, Orgías bacanales, por nombrar algunos) y O’Connor reclamaba “A ver levanten las manos” para medir adhesiones y rechazos, o “quieren la H” (por Hermética) y esos clásicos que logran hacer tararear hasta los más acérrimos adversarios.
O directamente exigía “Sean más efusivos” mientras la noche se le iba haciendo cuesta arriba a Malon y desde el escenario que aguardaba a Marilyn Manson todo era indiferencia para con ellos y algún que otro insulto desubicado y resentido para el cantante y la banda que dignamente pero sin el aval suficiente pasó por el escenario donde en el cierre detonaría Slayer.
REVERENDO Y REVERENCIADO POR LOS PROPIOS
Gran expectiva generaba la vuelta del oprimido, desquiciado e industraloide Marilyn Manson a largos tres años ya de su último y genial paso por el cerrado para estos asuntos Club Ciudad de Buenos Aires.
Expectativa en la legión de enfermitos (cariñosamente) y hasta ataviados con falsos iris blancos en ojos tétricos que se hacían ver como “sus engendros” y porque no en esos adolescentes rebeldones y atribulados, algunos acompañados por sus padres, tutores o encargados.
Encargado de entregarle la posta final a los infernales Slayer, Manson arrancó con mascarita y tema de su imprescindible “Mechanical Animals” (les debo la lista, desapareció muy rápido de las sala de prensa).
Y con vestimentas que iría cambiando, pasando por la de un mismísimo reverendo rojisimo, el negro pisquiátrico por definirle de algún desquiciado modo, el blanco de un chaleco de fuerza que se precie de tal, mientras acometía con “The Dope Show”, o reversionaba a los Eurythmics con “Sweet Dreams” o a los imprescindibles Depeche Mode con “Personal Jesus”.
Así, mientras los metaleros más acérrimos pujaban por un lugar cerca de los por venir Slayer, el Reverendo pelaba sus retorcidos e industriales temas, ya sea desde la tarima negra con el logo fascista blanco rojo y negro que influenciara el de nuestro Prócer Charly García y su Say no More, intentaba, precedido por un telón con simil cruces y simil cementerios, comunicarse en esforzado castellano.
También meter miedo y terror pre fabricado con un microfono cuchilla. El mismo o similar , digamos, que me había flasheado en 2009 y que este 8 N maquinario no cortó ni pinchó pese a la buena performance de Manson.
Y Say no More que se viene Slayer.
SLAYER: O EL INFIERNO ESTA ENCANTADOR
Poco antes de lo anunciado, y cuando la primera jornada del Maquinaria Fest primera edición comenzaba a hacer y ser historia, los cuatro tipos (exeptuemos al grandioso Gary Holt de Exodus que viene poniendo la viola en lugar de la original de Jeff Hanemann) que también la vienen escribiendo a fuerza ese thrash metal acelerado marca Slayer desde 1981 tomaron el escenario. Y ya nada fue o sería lo mismo.
El imprescindible Tom Araya, su bajo asesino y “las muchas gracias por venir” en perfecto castellano (es de origen chileno), el killer guitar Kerry King, mucho más delgado que la última vez en Argentina (mayo de 2011) y ese pulpo inigualable que es el cubano Dave Lombardo pusieron primera y ya no de detuvieron.
Porque cuando Slayer toca el primer acorde y “World Painted Blood” acomete los cimientos, se entiende donde se cimenta una de las leyendas del “Big four” del Thrash Metal, que hasta las 0.43 del otro día sacudirá las almas incondicionales y las de aquellos que debutaban en el Infierno Slayer.
“Disciple”, “War Ensemble” “Die by is the World”, “Chemical warfare” y “Hate worlwide” oficiaron de primera tira de temas sin respiro, demoliendo notas, a velocidad extrema y con una fidelidad y maestría ejecutante pocas veces vista y oída.
Once canciones, aquellas que no pueden faltar preludiaron al himno slayero por naturaleza, a la tantas veces versionada (la descomunal banda polaca de death metal Vader la eligió para cerrar su increíble set de este año en el Salón Reducci porteño) “Raining Blood” para coronar la primera fecha del Maquinaria Fest argento.
Y otra, y ojalá no sea la ultima, visita de Slayer a la Argentina donde mantiene – lo que no es poco, que el viejo metalero, el entrado en años se acerque a un recital – a los incondicionales de todas las épocas y acrecienta la base de nuevos fanáticos que no pueden ceder al encanto de su infierno. Y que así siga siendo.
Por Sergio Corpacci