Cappa, a la silla eléctrica

A menudo los entrenadores suelen comparar su trabajo con una de las muertes más polémicas inventadas por el hombre. Claro que esa comparación capciosa e inoportuna tiene tiempos de resurrección y revancha, algo que en la vida real no ocurre. Angel Cappa dejó de ser el entrenador de Gimnasia después de doce actos en una campaña que se asemeja bastante a una película de terror. Apenas dos victorias, cinco empates y cinco derrotas dejaron al último romántico del fútbol argentino sin chance de continuidad.

Otro ocupará su lugar (Pata Pereyra) y el circo sigue, sin que los propios entrenadores se den cuenta que muchas veces son ellos mismos los que enchufan el cable que acciona la tan mentada silla eléctrica. Lobby, visitas a los estadios donde peligra el cargo de los colegas, representantes buitres y amiguismo dirigencial dejan expuestos a quienes llegan a los clubes con proyectos que todos saben, son irrealizables salvo que los benditos o malditos resultados aparezcan. A Cappa, lo echaron, Ramón Diaz, se fue sólo hace una semana de San Lorenzo presionado por la pobre cosecha de los últimos tiempos y antes que alguien le muestre la puerta de salida. Hace tres fechas, dejaron sus cargos Fernando Gamboa en Colón y Roberto Sensini en Newell´s y la lista sigue.

Párrafo aparte para la irresponsabilidad de los dirigentes del fútbol argentino. Contratar a un técnico por sus virtudes futbolísticas que se alejan del resultadismo y cesantearlo porque no se dan los resultados es al menos, incoherente. ¿Alguna vez alguien hará que estos señores se hagan cargo de algo? Mientras tanto los que sufren son los hinchas, que salvo honrosas excepciones como Vélez, Estudiantes o Lanús, están en manos de un grupo de personas que pugnan por imponer sus ideas sin importarle las consecuencias, que muchas veces recaen en la mismísima silla tan temida. Esa, que se está recargando y espera por el próximo.

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