Caricias de bebé

El masaje es una forma de transmitir amor. Este antiguo arte, de origen hindú, es la mejor manera de comunicarse con el pequeño y comprender sus necesidades. Además, lo relaja y lo entretiene.

Por Canal26

Miércoles 28 de Noviembre de 2007 - 00:00

Un infante cuyos padres lo tocan con cariño y respeto aprende a reconocer este tipo de contacto físico. Si estos entienden que sus caricias son importantes para él, les resultará más fácil dejarse llevar por la intuición con el único objetivo de recibir de su hijo una sonrisa, una mirada o un sonido como recompensa.

Es frecuente que una madre empiece a dar suaves masajes a su bebé, sin percatarse de ello, desde el momento en que este nace, como parte de un proceso natural encaminado a conocer a su pequeño.

El masaje se puede iniciar desde el primer mes. Lo ideal es que lo realicen los padres o hermanos del niño; si lo cuidan los abuelos, estos podrían hacerlo ocasionalmente.

Cómo masajear al niño y las formas de hacerlo

Primero, el padre o la madre debe sentarse cómodamente, ya sea en el suelo o en la cama, con la espalda relativamente recta y las piernas cruzadas. El pequeño debe estar ubicado al frente, sobre una almohada o manta, lo más cerca posible del adulto.

Durante los primeros seis o siete meses del bebé, conviene darle un masaje diario de 20 minutos. Cuando comience a gatear o a caminar, esta frecuencia puede reducirse a una o dos sesiones por semana, con la misma duración, y combinando juegos y rimas.

A un niño de 2 a 3 años, por ejemplo, le resulta favorable antes de irse a acostar o después del baño.

Después de los 5 años, se realiza solo cuando el infante lo solicita. Este suele hacerlo de forma indirecta expresando, por ejemplo, dolor abdominal, de cabeza o de piernas.

El masaje siempre se inicia en piernas y pies, continúa en abdomen, luego pecho, brazos, espalda y, por último, la cara. El hindú es hacia abajo, permitiendo que los músculos se relajen y el masaje sueco hacia arriba, con el fin de ayudar a tonificar el músculo y favorecer la circulación.

Masaje para los bebés que son prematuros

Es importante proceder despacio y con mucha ternura. Primero que todo, hay que observar los ciclos de vigilia del pequeño, para saber cuál es el mejor momento para el masaje; así mismo, descubrir el tipo de estimulación que puede aceptar, ya que algunos infantes son extremadamente sensibles y solo aceptan un estímulo a la vez.

Es necesario, además, que los padres entiendan que el bebé se da cuenta de su presencia, puede sentirla y oírla y requiere la sensación de un tacto amoroso y sutil.

Para iniciar el proceso, los padres deben sostener y tocar suavemente a su hijo (si lo desean, también pueden hablarle); es una expresión de cariño que contribuye tanto a su recuperación física como psicológica.

Aunque no sea posible darle al prematuro un masaje completo, sí se le puede acariciar suavemente las piernas, colocar las manos alrededor de su cabeza, hacer masaje en su frente, cantarle y hablarle. Generalmente, afirman los expertos, las técnicas del masaje no pueden aplicarse hasta que el bebé haya alcanzado al menos 1.500 gramos de peso y se encuentre en periodo de estabilización o de recuperación.

Lo acepta o lo rechaza

Existen señales no verbales y corporales que indican si un bebé disfruta o no el masaje. Con este, nunca se debe llegar al llanto.

Las pausas y las manos quietas (apoyadas sobre la parte del cuerpo que se va a masajear) son aspectos para tener en cuenta.

Señales de aceptación:

Signos de alerta facial.
Cabeza elevada y ojos hacia la madre o el padre.
Manos abiertas, dedos relajados y algo flexionados.
Sonidos verbales.
Sonrisas.
Contacto visual sostenido.
Boca redonda.
Señales de rechazo:

Gemidos, bostezos o hipo.
Incremento de la succión.
Muecas, fruncimiento del ceño, pucheros.
Cabeza baja y ojos cerrados; pestañeo rápido.
Aumento del pataleo.
Mano en oreja o boca.
Llanto, quejidos.
Arqueo de la espalda.
Tono corporal rígido.
Condiciones apropiadas

Es importante que antes de realizar el masaje, los padres estén relajados y no le transmitan a su pequeño hijo el estrés de un día de trabajo. También, que lo hagan sin afanes.


Es indispensable que el pequeño no tenga fiebre, sueño ni hambre.
Debe hacerse en el mismo sitio y a la misma hora.
En cuanto al ambiente adecuado para el masaje: un espacio cálido iluminado, tranquilo y libre de estímulos fuertes. Nada de interrupciones.

Es clave tener a la mano: aceite vegetal (almendras, sésamo, entre otros), toalla, cambiador, pañales y otra muda de ropa.
Quien realice el masaje debe lavarse muy bien las manos y frotarlas durante unos minutos antes de comenzar la sesión. Lo más importante: masajear con dedicación, respeto, amor, confianza y, ante todo, pedirle permiso al bebé, pues su cuerpo es sagrado.

Por lo general, las mañanas son adecuadas para el masaje. Sin embargo, a veces depende del horario de los padres. A partir de los seis meses de edad, los masajes surten mejor efecto después del baño.

Beneficios para la familia

Para el bebé es una herramienta que mantiene su salud y bienestar físico, psicológico y afectivo:

Fortalece el vínculo afectivo entre él y sus padres, porque incluye elementos que lo favorecen, como contacto visual, contacto piel a piel, sonrisas, sonidos, abrazos, caricias, olores, respuesta a estímulos e interacción.
Favorece su comunicación no verbal (gestos, risas, llanto, movimiento, etc.)
Propicia un mejor desarrollo del sistema nervioso, facilitando la regulación del sueño, alimentación y llanto de bebés inquietos o irritables.
Facilita su organización y respuesta sensorial a partir de la estimulación física.
Le ayuda a regular las funciones respiratorias, circulatorias y gastrointestinales solucionando, por ejemplo, incomodidades producidas por cólico y estreñimiento.
Lo relaja y alivia el estrés que le produce encontrarse diariamente con cosas y experiencias nuevas.

Beneficios para los padres:

Les permite conocer mejor a su hijo.
Los familiariza con el lenguaje corporal del infante y su umbral de estimulación.
Se sienten más competentes cuando reciben una respuesta positiva del bebé.
Cuando el hombre es quien brinda el masaje, el niño aprende que este puede tocarlo con suavidad y amor y que la figura masculina también es alguien en quien puede confiar a la hora de satisfacer necesidades físicas o emotivas. El padre adquirirá confianza en sí mismo.