Enzo Gorrini, el joven chileno que festeja todos los días su cumpleaños

Cada jornada cambia la fecha en su documento y sale vestido con serpentinas y globos. Su objetivo: que lo revoleen por los aires. Conózca su historia.

Por Canal26

Miércoles 31 de Enero de 2007 - 00:00

Enzo Gorrini de Pujadas recorre más cuadras que de costumbre. El concurrido barrio universitario de calle República, de Santiago de Chile, está prácticamente desierto. Se siente un poco desilusionado hasta que logra ver a un grupo de jóvenes siendo tentados por la sexy promotora de un instituto. “¡Manteada, manteada!”, les grita mientras se acomoda las serpentinas y el atado de globos que cuelga de su cuello.

Los chicos lo miran con extrañeza. Pero él les sonríe y les muestra una fotocopia. “Niño, niña, torta, bailar, regalo”, dice el papel que lleva impreso su número de documento y la fecha de su nacimiento.

“Es una invitación”, les explica un cuidador de autos al diario local Las Últimas Noticias que observa la escena y que conoce “al cumpleañero” de memoria –como casi todo el mundo en el barrio – porque como un ritual sagrado e interminable, el joven festeja su cumpleaños todos los días del año, llueva, truene o haga calor desde hace años.

Tantos años que la señora Juana Hermosilla, su abuela, ya no se preocupa por el ridículo.

-¿Por qué su nieto hace este rito todos los días?

-Mi niño tiene un leve retraso, va a la escuela especial Edmundo de Amicis, pero entiende todo. Ahora está haciendo un curso de repostería.

Pero inmediatamente aclara que su pequeño no siempre fue tan cumpleañero.

“Le tenía fobia a las fiestas, tiraba vasos, torta, todo lejos, le asustaba el ruido. Ese trauma se le provocó al presenciar los gritos y la violencia de su madre que es esquizofrénica. Por eso a contar del año de vida se quedó callado y no habló más”, explica.

De vuelta en su añosa casa del barrio República, Enzo se pone nuevamente a cambiar la fecha de su documento en la fotocopia, para la ronda del día siguiente. Su abuela lo mira con ternura.

“Me dice: cielo, mamá… No, le digo yo, no me puedo morir y dejarte solo… pero pasará, por eso estoy con psicólogo”, cuenta la anciana de esplendoroso pasado.

“Mi marido era constructor civil, construyó hartas casas, lástima que sólo heredé ésta”, bromea.

De pronto, el fiestero siente otra vez ganas de salir con el mismo rumbo de todos los días. Camina hacia el minimarket de la esquina de su casa donde don Juan le regala confites y bebidas.

“No regalo”

“Es un chico muy sano y querido”, dice mientras Enzo le recuerda que tiene 22 años y que el año pasado lo saludó un personaje que aún recuerda, no por lo especial sino porque le dejo “no regalo”.

Pero al chico nada le importa más que las manteadas. No pide regalos ni nada, sólo que lo eleven por los aires.

“Tu manteada”, dice a un taxista. Como no le da bolilla se dedica a enfadarlo. “Gay”, lanza y apunta a un letrero demarcador de esa calle, mirando por avenida Vergara hacia el sur. “¿Quién?”, pregunta un transeúnte despistado. “Tu, gay”, responde con una sonrisa que se acaba cuando aparece su abuela.

“Enzo, a tus deberes”, le ordena, pero el veinteañero sólo quiere “manteada, manteada”.