Por Canal26
Jueves 21 de Julio de 2016 - 00:00
Los norteamericanos tenemos una relación confusa y contradictoria con las vacaciones. En teoría, nos encantan; en la práctica, a menudo les tenemos pavor. Se colocan tantas expectativas en unas pocas semanas de tiempo libre, que la decepción, aunque no sea inevitable, es común. Peor aún, nuestro escape del trabajo y de la rutina diaria nos infunde ansiedad, al creer que, de alguna manera, este interludio infligirá una terrible venganza, una vez que volvamos al trabajo.
A pesar de eso, seguimos adelante.
Nos dirigimos a playas, montañas, parques nacionales, parques temáticos, ciudades desconocidas o (¡lo mejor de todo!) el jardín. La democratización de la recreación constituye unos de los grandes cambios silenciosos del siglo XX. Los gastos en viajes de placer, en 2015, sumaron casi 651.000 millones de dólares y en ellos participaron 11.700 millones de personas, indica la Asociación de Viajes de Estados Unidos. En el siglo XIX, sólo los ricos podían abandonar las calurosas ciudades para ir a lugares más frescos: Saratoga, Nueva York; Newport, Rhode Island; Cape May, New Jersey.
Pero algunos de nosotros tenemos problemas para desenchufarnos. Millones de norteamericanos no se toman todas las vacaciones que ganan, y ése es un comentario sobre la nueva cultura laboral de Estados Unidos.
He aquí las cifras. Entre los trabajadores norteamericanos a tiempo completo, alrededor del 90 por ciento recibe algo de vacaciones pagas, indica el Departamento de Trabajo. Entre 1978 y hasta alrededor de 2000, esos trabajadores ganaban -y se tomaban- un promedio de 20 días de vacaciones al año, según estudios realizados por un grupo de la industria turística llamado Project Time Off. En 2015, los trabajadores a tiempo completo ganaron, en realidad, casi 22 días de vacaciones, pero se tomaron sólo 16. Alrededor de la mitad de los trabajadores dejan una parte de las vacaciones sin usar.
Eso equivale a 658 millones de días no utilizados, por un valor de 223.000 millones de dólares en gastos, dice el estudio. Naturalmente, la industria de los viajes tiende a describir ese fenómeno como una crisis. Preferiría ver que todo el dinero iba a los cofres de las aerolíneas, restaurantes, parques temáticos y otros negocios de turismo. Considera que la gente que no usa todo su tiempo de vacaciones es ligeramente demente o peor. El término de la industria para los empleados que no agotan todas sus vacaciones es “mártir del trabajo”.
Se podría pensar que esa alergia al placer es un reflejo del estado inestable del mercado laboral en Estados Unidos. La gente no pasa demasiado tiempo fuera de la oficina por temor a que sus puestos desaparezcan cuando vuelvan. Quizás haya algo de eso. Después de todo, la brecha entre las vacaciones ganadas y las vacaciones tomadas apareció por primera vez alrededor de 2000, justo cuando se acababa el auge tecnológico, y sólo empeoró desde entonces.
Probablemente, la mayoría de los europeos considera la obsesión de los norteamericanos con el trabajo como una locura
Algunos datos de encuestas apoyan esa opinión. Cuando se les preguntó por qué no toman más días de vacaciones, los encuestados del Project Time Off citaron lo siguiente: el temor a volver a una “montaña de trabajo” (37 por ciento); la creencia de que “ninguna otra persona puede hacer el trabajo” (30 por ciento); la decisión de que “no puedo darme, económicamente, el lujo de unas vacaciones” (30 por ciento).
Pero si las subidas y bajadas del ciclo comercial principalmente causaron esas ansiedades, entonces la recuperación económica (la tasa actual de desempleo es del 4,7 por ciento) debería haberlas revertido. Alentaría a los trabajadores a usar más tiempo de vacaciones. No lo ha hecho. Lo que verdaderamente pone nerviosos a los trabajadores, sostiene la autora del estudio, Katie Denis, es la creciente “conectividad” de Internet, desde el correo electrónico hasta los teléfonos inteligentes. Los límites entre el trabajo y la casa se han borrado; la oficina es “omnipresente”, dice.
Hay una nueva cultura laboral. Los norteamericanos cada vez más chequean su correo electrónico cuando están fuera de la oficina. Es interesante que esas actitudes son más fuertes entre los de la generación del Milenio (nacidos entre 1981 y 1997) y, expresa Denis, refutan la idea común de que los norteamericanos más jóvenes son “vagos”, que sienten que tienen derecho a tener sus puestos de trabajo. Por el contrario, Denis cita cifras -destinadas a un futuro informe- que muestran por qué los del Milenio tienen más temor a tomarse vacaciones largas que otros:
*) El 30 por ciento quiere demostrar una dedicación completa (comparado con el 22 por ciento general).
*) El 27 por ciento se siente culpable de usar el tiempo de vacaciones (comparado con el 19 por ciento).
Probablemente, la mayoría de los europeos considera la obsesión de los norteamericanos con el trabajo como una locura. En Europa, las vacaciones son un derecho. Los países de la Unión Europea deben proporcionar, por lo menos, un mes. En 2014, los empleados franceses promedio trabajaron un quinto menos de horas que sus homólogos norteamericanos, informa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
En algunos aspectos, el sistema europeo es superior al nuestro (el de los norteamericanos); y en otros, no lo es. Cargados de regulaciones, sus mercados laborales no son especialmente flexibles, y el desempleo a largo plazo, especialmente entre los jóvenes, es un problema persistente. El foco de los norteamericanos en el trabajo es un reflejo de la ambición, la inseguridad y la identidad personal. Esos viejos valores sobreviven y empapan la nueva cultura laboral. Vale la pena recordar que nuestro desdén por las vacaciones también ratifica que la ética laboral norteamericana -que a menudo se declara muerta- sigue existiendo.
Por Robert Samuelson
(Fuente Eldia.com)
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