Quilmes Rock 2008: Feliz, multitudinario y final

De la ratificación y la energía positiva de Massacre a la contundencia y felicidad de los Catupecu por un retorno ansiado e inesperado. De la grata sorpresa de los únicos extranjeros de la noche al tema nuevo, ese que demoró seis años en ver la luz de Divididos y su calidad intacta. Y la noche en que a falta de uno, Lenny Kravitz fue por tres. Por Sergio Corpacci

Por Canal26

Lunes 7 de Abril de 2008 - 00:00

Que en un festival auspiciado por una marca de cerveza no se vea, no se huela, ni se paladee una gota de rubia o negra evidencia sin lugar a dudas ni a falsos diagnósticos que algo anda muy mal en la Argentina. No es novedad, pero sí una prueba irrefutable de una pronunciada decadencia que a esta altura no escatima ámbitos.

Pero esto es “rocanrol ne- ne” como diría Pomelo y aunque entre otros tanques falte Gustavo Cerati, ahí vamos.

Y ahí está el Monumental que por las cinco de la tarde luce raleado. De aquí para allá, de un escenario a otro. De Estelares con contundente final a No lo Soporto con breve pero psicodélico set.

Massacre sin víctimas ni heridos ni contusos

Se esperaba a Massacre y la banda de culto remadora del under arranca con “Profunda desesperanza” tan sólo un título que se desmiente al primer contacto del frontman con el micrófono. De la octava maravilla en que se erigió ese persistente grupo que tras 20 años de batallar en las cuevas alzó en 2007 el lauro del disco del año. Bajo esa gorra de obligada visera arqueada y las gafas acordes emerge el portentoso Wallas, mezcla de Alfredo Casero por imagen e histrionismo y de Jack Black por eso mismo.

Y locuaz como siempre tras los saludos de rigor sorprende: “Para los que no nos conocen somos Massacre, la banda elegida para ir a tocar a la base espacial que se está construyendo en la atmósfera para desde allí representar al rock mundial. Esperamos estar a la altura de las circunstancias”. Aunque eso no está chequeado ni por chequearse con “Te leo al revés” amplifican el ambiente y los acerca imaginariamente a la empresa deseada.

Algo más delgado pero igual de afecto a repartir “besos, mi vida” Wallas no luce tan Mamut pero mantiene el porte arrollador. Y menciona a Federico “Fico” Piscorz convaleciente de uno de los tantos accidentes porteños del que salvó por milagro y garra y que mató a su novia que lo acompañaba. Y mientras parten loas y vivas lo presenta: “Acá está en la batería”. Y la imagen en el bombo con leve sonrisa latente no lo desmiente.

A la hora de presentar en sociedad a El Mamut, “ese disco que la prensa especializada califica de discazo”, aparece el productor, Juanchi Baleirón, que sin ropa de Perico se la calza “la telecaster” para sumarse la versión de “Divoricio”.

Tras más besos y abrazos imaginarios sobrevienen “Juicio” y con “Maggie May” se enardece el grupito apiñado junto al vallado. El tema de las viejas épocas los hace entrar en el ojo del huracancito que por pequeño no deja ser pogo.

Antihéroe total, el cantante deja asomar esa panza que fuera busarda, y el próximo tema viene con dedicatoria a la malograda novia de Fico y al recientemente fallecido Toto Rotblat, percusionista de Los Fabulosos Cadillacs, otros que le tomaron el gusto a las vueltas. “Ellos deben estar mucho mejor que nosotros”, sentencia Wallas en, vaya paradoja para Massacre, su única alusión a la muerte.

No fue desacertada la referencia a Jack Black: en Jerry se calza una máscara digna de “Nacho Libre” y con pose de luchador desanda el tema y la pasarela antes de enardecer con “La Reina de Marte” hit con futuro de clásico.

El bajo de Bochi, la batería de Charly y esa guitarra de siempre de Pablo M y su envidiada melena canosa sostuvieron un set acorde a esos pergaminos que el próximo 31 de mayo unas cuadras más allá, en el Estadio de Obras, desplegarán oficialmente montados en su Mamut.

Con las primeras penumbras y las luces del Estadio sale la sentencia: Masaccre, complicidad y todos absueltos, sin costas ni posibilidad de apelar.


Black Rebel Motorcycle Club: las calaveras que chillan

Del nombre de una pandilla de motoqueros capitaneada por Marlon Brando hace 55 años en The Wild One, los oriundos de San Francisco sólo lucen un look acorde aunque sin melenas ni barbas ni todo aquello que el estereotipo nos pueda llevar a imaginar.

Pero está la música y en esto sobresalen y cómo. Del escenario coronado con calaveras y huesos baja una potencia de melodías simples pero tan oscuras y distorsionadamente ejecutadas que remiten a cierto aire a Primal Scream y el influjo de The Jesús And Mary Chain.

Acorde a un festival y para mostrar lo mejor y que tan bien les sale, la lista de temas abunda en potencia, elegancia y remedos de la cosa dark, esa que en Argentina no es propiedad pero sí modelo a seguir en la actitud y guitarras del delfín Richard Coleman.

Y los BRMC arrancan etiquetas – para eso también están – cuando surge un rocanrol que hace sacudir cabezas o una armónica para acompañar la melodía.

Con los acordes de "Six Barrel" se campea el espíritu Primal Scream y su pulso bailable con actitud tan roquera como necesaria.

Seis minutos después de las 20 Robert Levon Benn con su bajo, bajó del escenario y se mezcló entre la gente que lo vitoreaba. Palmadas, caricias, manotazos sin violencia le prodigaron el amor de fan que todo músico valora.

Ese que se deben haber llevado a San Francisco, Nick Jago desde la batería y Peter Hayes en guitarra y la voz, sonora, lucida y oscura como pocas.


Estamos todos porque éramos pocos

Que Catupecu Machu ya juega en las grandes ligas nadie debiera dudarlo. Que entre en la grilla casi por la puerta de atrás tras la defección de Lenny Kravitz, un verdadero despropósito. Por talento, originalidad y búsqueda constante la banda oriunda de Villa Luro ya se ganó un lugar en el top ten. Y vaya si evidenció esas dotes de titular indiscutido.

“El viaje del miedo” con guitarra acústica prepara la cancha para lo que vendrá. Ese “te resucito en el tiempo” al promediar el show será certeza. Entre los aires folclóricos y el video que devuelve imágenes de una locación de ensueño y acorde. Y se electrifican las tablas y qué mejor que esa guitarra en V en manos de un Fernando Ruiz Díaz pulcramente lockeado que derrocha energía en dosis exactas.

“Preludio al filo del Umbral” abona la cancha. Y la cosecha viene de la mano de “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”. Imposible sin el suelo: saltos, empujones, pogo. Que será del césped de aquí en más sólo forma parte de las preocupaciones de aquellos a los que el fútbol no los abandona ni cuando la pelota no rueda.

Mientras tanto los teclados de Macabre, el bajo de Sebastián Cáceres, la batería de Javier Herrlein emanan un magma sónico sin lava pero que inunda el estadio. A la hora de “Plan B: Anhelo de Satisfacción” se suman dos de sus creadores, Wallas y Pablo M de Massacre le dan a la versión menos tinte de cover aunque prevalece el estilo catupequense.

Y fue la hora de la buena nueva: el convaleciente y titánico Gabriel Ruiz Díaz por primera vez en dos años tras el accidente automovilístico que lo obligó a renacer, estaba presente. Sí, en Rive. Y se propagó la felicidad de Fernando, esa risa de alegría inconmensurable se hizo carne en la multitud.

Pasó “Muéstrame los dientes” pero la sonrisa de Fer crecía mientras confiaba que Gaby “antes lo escuchaba en el Fleni de Escobar y ahora acá en River” y el alarido estiraron el “ver” y fue para emocionarse y volver a creer. Y dedicó Dale! a Gaby “ubicado en algún lugar de la platea”. Y fue Dale! Gaby! y su rostro flameó en bandera desde el campo.

Y “A veces vuelvo” fue final acorde a la ocasión. Con Catupecu completo y a pleno por la presencia ansiada de quien resiste y demuestra que volver a empezar es mucho más que un hit meloso e insoportable creado por un compositor ídem.


Milagro en River: Divididos tocó un tema nuevo

Era su horario. Su cierre. Las 22.25 del primer domingo de abril en el que su voz e imagen iba a coronar la edición con etiqueta de estrella. Pero no pudo o no quiso ser y una laringitis lo bajó de la grilla. Pero no tanto: los acordes de “Are You Gonna Go My Way” y las tres pelucas negras Mollo, Arnedo y Catriel lo parodiaron en la intro.

Y lo que en principio fue desazón, cambio de planes y problemas de cartel ahora fue risas y luego “Y ya lo ve y ya lo ve es para Lenny que lo mira por TV”.

Y como final de lujo, el power trío se encargó de vestirse las ropas que más le gustan, aunque si de atuendo se trata vale una mención de la corbata de Arnedo. Algo que quizá fue estreno en una noche que algo de eso iba a tener.

Porque para una banda de esas top ten, seis años sin discos ni temas nuevos más que mucho es demasiado. Con lo cual más allá de la calidad, potencia y actitud arrolladora de siempre encontrar una sorpresa que no decante de un cover de un Sumo o un invitado, hallar una gema es una empresa harto difícil.

Entonces a la lista de éxitos tan transitada sobresalió “Silver Moon” de las épocas en que Mollo y Arnedo eran fieles laderos de Luca Prodan. Y entre los amigos, Peteco Carabajal y su violín en “Spaghetti del rock” y “Par mil”, la banda del desaparecido Ricardo Vilca en “Guanuqueando” y la viola de Alambre González en “Zombie”.

Y tras el infaltable “Voodoo Chile” llegó el momento tantas veces ansiado, postergado y cercenado como en aquella Trastienda donde amagaron y sólo fueron 30 segundos y otro tema, el mismo de siempre.

“No esperen demasiado de esto”, repetía y advertía Mollo - como si lo nuevo se tratara de la continuación del Album Blanco - sin desmerecer lo que pudieron haber pergeñado como nueva placa. Y lo que algunos sostienen puede llegar a llamarse “Muerto a laburar” – el misterio se cierne hasta en el nombre del tema – sonó intenso, con remedos ruteros, muy interesante y arrollador, muy Divididos por cierto. “Mañana en youtube” se lamentó un resignado Mollo. Y sí, hoy es Youtube con pésima calidad tanta que ni se puede escuchar y menos ver.

Y luego de más éxitos “Next week” de Sumo con Wallas y Fernando de invitados bajaron la persiana de un evento que ya es historia.

Breve balance sumamente subjetivo

Decíamos que el Quilmes Rock 2008 ya es historia. Esa que puede llegar a rememorar arbitrariamente que Ozzy Osbourne se llevó el primer premio, las menciones al set asesino de Black Lebel Society de su guitarrista Zakk Wilde. La vuelta de Bersuit al Monumental con una lista acorde a lo que la gente reclama. El nuevo derrape de Pity tras un inicio falsamente promisorio. El inevitable adiós del Bocha Sokol de Las Pelotas. La aparición de Charly esposado en el show de Los Ratones. El vestuario y el ritual de Los Piojos. La reafirmación de que Massacre es más que una banda de culto. La celebración de “la Vela Puerca” en su debut en el Estadio. El fiasco insoportable de los inentendibles Korn y la alegría inconmensurable por Gabriel Ruiz Díaz, alma mater de Catupecu y espectador de lujo en el cierre.

Mucho volumen, consistencia y algo de pura espuma y a brindar por la próxima edición. Eso sí con agua o gaseosa. Es que el brindis seguirá siendo aburrido hasta que no aprendamos a divertirnos.