El primer alfajor santafesino nació con la Constitución: el rol de Merengo y la leyenda sobre las pasteleras
Un emblema de la gastronomía argentina que estuvo presente en un momento fundamental de la construcción del país. La historia de este manjar y los secretos que aún faltan descubrir.

Si alguien pregunta cuáles golosinas son bien argentinas, el alfajor sería la primera opción de muchos. Un manjar que se supo transformarse y adaptarse al paladar de cada uno, incluso varias provincias tienen su versión, es muchas veces el aliado para darse un gustito o acompañar a los mates. Dentro de las opciones está el santafesino, cuya historia es igual de antigua que la Constitución Nacional.
Cuál es la leyenda del alfajor de Santa Fe y por qué hay leyendas que aún no pudieron ser esclarecidas.
La historia del alfajor
Si bien no hay registro de que alguno de nuestros próceres haya demostrado devoción por esta delicia, tenemos establecidos los orígenes y cómo llegó a su forma actual.
El alfajor tiene su origen en la antigüedad árabe, con una palabra del árabe hispánico “al-hasú” que significa “el relleno”. Esta receta viajó a la península ibérica durante la ocupación musulmana y evolucionó hasta convertirse en un dulce típico español. Al cruzar el Atlántico con la conquista, el alfajor se adaptó en América del Sur. Claro está, la versión que hoy conocemos está lejos de ser la que era hace siglos.
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Se dice que fue en Medina Sidonia, ciudad andaluza, donde se originó el alfajor. Pero era un palito de turrón blando hecho con clara de huevo, almendra, miga de galleta dulce y miel, pasado por azúcar impalpable. A fines del siglo XVIII ya se vendía en pulperías algo con ese nombre, aunque seguramente era la versión norteña y no hay precisión sobre cuándo comenzó a rellenar con dulce de leche.

La historia del alfajor santafesino
Todo comienza en, valga la redundancia, la provincia Santa Fe en el año 1851 cuando Hermenegildo Zuviría fundó “Merengo”, una confitería que hasta el día de hoy continúa abierta al público. Su nombre tiene un curioso origen y es por el apodo que tenía su dueño, quien parecía un gran merengue al vestir un delantal típico de pastelero y sumado a su gran contextura física.
Zuviría no era un gastronómico más, también estaba vinculado con la Convención Constituyente que se llevaba a cabo por aquellos días. Luego de la Batalla de Caseros que puso fin al gobierno de Juan Manuel de Rosas, sus vencedores buscaban sancionar una Constitución para organizar al país.

El único terreno de dos pisos que había en la provincia elegida para este proceso era la confitería del pastelero. En la parte superior tebía tres habitaciones que se las alquilaba a tres hombres que luego formarían parte del grupo que redactó la Constitución Nacional.

El alfajor constituyente
El 1 de mayo de 1853 se sancionó la Constitución Nacional naciendo un país Representativo, Republicano y Federal. Mateo Booz, periodista de la época, escribió en su libro “Aleluyas del Brigadier” un pasaje en la cual hacía referencia a ambas cuestiones sucediéndose al mismo tiempo.
“Y transcurre ese 1 de mayo de 1853 y poco a poco los convencionales, cumplida su misión, se alejan por los caminos fatigosos que ya hicieron, rumbo a sus provincias. Agregan a los equipajes unos Alfajores Merengo para que saboreen las esposas, las hijas, las novias que allá los esperan. Y llevan sin duda algo más, el recuerdo feliz de sus días en Santa Fe”.

La leyenda de las pasteleras
A esta historia le faltan dos mujeres, quienes era las pasteleras del local de Zuviría, ubicado sobre la esquina 3 de Febrero y San Jerónimo. Se estima que eran las hermanas Piedrabuena las encargadas de hacer los alfajores.
Unían las tapas con el dulce de leche y luego lo cubrían con merengue italiano. Un verdadero manjar.

















