Uno de los aspectos más criticados a Sarmiento: el día que huyó cuando Buenos Aires sufría una de sus tragedias más grandes

Presidente argentino en 1871, su actitud frente a una catástrofe en materia de salud no pasó inadvertido por los principales medios y la sociedad.

Sarmiento, presidente durante la epidemia amarilla
Sarmiento, presidente durante la epidemia amarilla Foto: Archivo

Hace 154 años, Buenos Aires sucumbía en una de las peores epidemias de su historia: la fiebre amarilla. Causada por la picadura de un mosquito, a finales del siglo XIX resultó ser devastadora por varios motivos. Algunos son obvios como la fragilidad del sistema de salud y, ante todo, la ignorancia porque debió pasar tiempo para saber que aquella fiebre asesina era causada por un insecto.

Entre enero y mayo, la Ciudad estuvo cercada por el miedo, la falta de información y muerte. En ese momento había 180.000 habitantes y se estima que murieron entre 13.600 y 14.000 porteños que, para la época, significaban el 8% de la población. Siendo Domingo Sarmiento el presidente en aquella época, una actitud suya se ganó el repudio masivo.

Hospital atendiendo a enfermos de fiebre amarilla
Hospital atendiendo a enfermos de fiebre amarilla

Huir en tren

Si bien el período de la presidencia de Sarmiento se caracterizó por el desarrollo en ciencia y tecnología en el país, como fueron el trazado del sistema cloacal urbano y un fuerte enfoque en materia de salud, la epidemia de la fiebre amarilla tuvo graves repercusiones.

Era el mes de marzo y la situación era insostenible, se calculaban 150 a 200 muertes diarias y la falta de información volvía más confuso el panorama.

El puerto fue puesto en cuarentena, no se permitía el ingreso a la provincia y más de la tercera parte de los porteños dejó la ciudad. Por las noches se encendían fogatas con madera y alquitrán porque se creía que la enfermedad era transmitida por el aire.

Domingo Sarmiento Foto: Archivo

La falta de respuesta de autoridades se volvió una constante en Argentina y esa época no fue la excepción. El 19 de marzo, el entonces primer mandatario “se alejó” en tren a Mercedes. La prensa denunció el hecho como “el presidente huyendo” y no fue el único, su vice Alsina se fue a una estancia, el gabinete, miembros de la Suprema Corte de Justicia, diputados y senadores harían lo mismo.

“El presidente Sarmiento prepara un tren y con 70 ‘zánganos’”, escribió el diario La Nación y La Prensa decía: “Hay ciertos rasgos de cobardía que dan la medida de lo que es un magistrado y de lo que podrá dar de sí en adelante, en el alto ejercicio que le confiaron los pueblos”.

“Comisión Popular”

Ante la falta de respuesta de autoridades, los vecinos decidieron congregarse unos días antes, el 13, en lo que hoy es Plaza de Mayo y organizar una “Comisión Popular de Salud Pública”.

La misma estuvo presidida por José Roque Pérez, los periodistas Héctor Varela y Carriego de la Torre, el vicepresidente de la Nación Adolfo Alsina (quien luego huiría), Adolfo Argerich, Carlos Guido, Bartolomé Mitre, Domingo César y el sacerdote irlandés Patricio Dillon.

Médicos atendiendo a víctimas de la fiebre amarilla
Médicos atendiendo a víctimas de la fiebre amarilla

La comisión se encargó de ir a los lugares afectados y desalojar a aquellas personas, en su mayoría humildes, viviendo en conventillos de forma infrahumana. Unas de las consecuencias que despertó la epidemia fue la fuerte xenofobia hacia aquellos inmigrantes, en su mayoría italianos, a los que se los acusaba de ser los principales culpables de propagar la enfermedad.

Si bien las cifras oficiales y más fidedignas difieren, se estiman que murieron entre 13.600 y 14.000 porteños, la mayor parte vivía en San Telmo y Monserrat y el 75% eran inmigrantes.

Monumento erigido en 1873 a los caídos por la fiebre amarilla
Monumento erigido en 1873 a los caídos por la fiebre amarilla

Solo existe un monumento que recuerda a las víctimas de la epidemia, erigido en 1899 y se encuentra frente al hospital Francisco Javier Muñiz.