La primera mujer fusilada fue por orden de Juan Manuel de Rosas cuando Argentina todavía no era Argentina
Un romance prohibido terminó de condenar a esta joven de la alta sociedad porteña. El rol del Restaurador y el mito que aún sigue resonando sobre su trágico final.

A pesar de lo que podría creerse, debieron pasar varios años después de la declaración de la independencia de 1816 para que Argentina sumara un triste y oscuro capítulo: la primera mujer fusilada. No fue por política, ni por una ofensa al entonces gobierno rosista, fue lisa y llanamente por amor.
Camila O’Gorman tenía 18 años cuando conoció al padre Ladislao Gutiérrez, de 19, un sacerdote jesuita que había asistido al seminario junto con su hermano Eduardo y que provenía de un entorno similar. Pronto iniciarían un romance clandestino.

Camila y Ladislao
La joven Camila pertenecía a la aristocracia porteña, su familia era uno de los apellidos más importantes de la época e incluso su abuela era ni más ni menos que la Perichona, amante de Santiago Liniers. Por su parte, Ladislao era oriundo de Tucumán y sacerdote de Nuestra Señora del Socorro, la parroquia a la que ella concurría a metros del Obelisco.
El amor entre ellos fue inevitable, pero la sociedad de la época y sus condiciones de párroco y ella, integrante de una familia de “bien” impedían vivir su historia. Pero los enamorados no se rindieron y escaparon hacia el norte a mediados de diciembre de 1847. Huyeron a caballo donde primero llegaron a Luján y luego hasta localidad de Goya, provincia de Corrientes. Allí se asentaron cambiando sus nombres por los de Valentina Desan y Máximo Brandier y abrieron la primera escuela del lugar.

Pero mientras ellos vivían su amor, el propio padre de Camila los había denunciado ante el Restaurador. Meses más tarde, un sacerdote irlandés que estaba de paso por el lugar, alertó a las autoridades por su presencia. La pareja fue encarcelada el 16 de junio de 1848 y trasladada a una cárcel en Santos Lugares en la provincia de Buenos Aires. Permanecieron en celdas separadas, esperando la decisión de Rosas. Camila fue acusada de mala reputación y Ladislao de haber violado los votos de castidad.
El fusilamiento que escandalizó a la sociedad
Rosas estaba ante una difícil decisión, ya que la joven era íntima de su hija, Manuelita, y los sectores opositores lo utilizaron el hecho para denunciar la falta de moral y la iglesia se mostró escandalizada. Fue así que ordenó la sentencia de inmediata ejecución de la pareja: fueron fusilados en la mañana del 18 de agosto, ella, con tan solo 20 años, y Ladislao, 24. Las sospechas de que estaba embarazada atravesaron décadas, pero nunca fue comprobada.

Algunos autores afirman que ninguna ley del derecho argentino o del derecho heredado de España autorizaba la pena de muerte por los actos cometidos, y que por tratarse de un clérigo liviano, Ladislao debía ser castigado con degradación y destierro perpetuo. En cuanto a Camila, debía solamente ser enviada a su propia casa. El historiador José María Rosa, de la escuela del revisionismo histórico, afirma que las leyes vigentes sancionaban el sacrilegio del robo y escándalo relacionados con el caso con la pena de muerte, de acuerdo con las partidas 1 4-71, I 18-6 y VII 2-3, aplicables al caso.

Cuando ellos son fusilados fueron enterrados en lo que era el antiguo cementerio de los Santos Lugares, donde hoy está la Plaza San Martín. Después retiraron los restos de Camila al cementerio de la Recoleta, pero los de Uladislao quedaron hasta en 1857, cuando se funda el cementerio actual y fueron trasladados allí. Es decir, ni en la eternidad pudieron descansar juntos.

















