Prácticamente invisible: un impresionante submarino permite a la Armada de España operar bajo el mar durante un mes sin emerger

España es consciente de la importancia que tienen los océanos no solo como vías estratégicas para el comercio y la defensa, sino también como espacios clave para el control geopolítico y la protección de sus intereses nacionales. Es por eso que la Armada desplegó el submarino S-80 Plus, el único del planeta que funciona sin diésel, baterías eléctricas convencionales o energía nuclear.
El S-80 Plus, que funciona con una pila de combustible alimentada con hidrógeno generado a bordo a partir de bioetanol vegetal, integra una tecnología única denominada AIP-BEST, que permite al submarino permanecer sumergido hasta 28 días sin emerger. Este sistema de propulsión independiente del aire le otorga un perfil de sigilo y autonomía típicos de los submarinos nucleares, pero sin sus costos ni riesgos.

Con esto, el ejército español consiguió crear un submarino prácticamente invisible bajo el mar. Es que los gases residuales que expulsa el sumergible durante el proceso de propulsión -principalmente dióxido de carbono y vapor de agua- se disuelven en el agua de mar en forma de agua carbonatada, minimizando su rastro térmico y sonoro.
Por si fuera poco, este avance sitúa a España entre los pocos países con submarinos de propulsión independiente del aire, junto a Alemania, Francia y Reino Unido.
El millonario programa que le permitió a España crear un submarino increíble
El costo del programa superó los 3.600 millones de euros debido a complejidad técnica. Pero las ventajas son impresionantes:
- Autonomía prolongada: operatividad como un submarino nuclear sin sus riesgos ni costps.
- Perfil ultra‑silencioso: minimiza firma térmica y acústica gracias a emisiones que se disuelven en el mar.
- Seguridad a bordo: evita almacenamiento de hidrógeno comprimido, reduciendo riesgo en espacios confinados.
- Trazabilidad nacional: tecnología desarrollada por Navantia con origen en avances del CONICET argentino.
La base científica data de 1991 en Argentina, con Miguel Laborde (CONICET‑UBA), cuya técnica fue transferida a la española Abengoa en 2005. Este desarrollo derivó en una pila ecológica y segura.