Congreso de la Nación. Foto: NA.
Por Sebastián Dumont
Cuando los tiempos actuales requieren de resoluciones concretas a los múltiples problemas que atraviesa la Argentina, la dirigencia política, en su gran mayoría decidió acelerar la confrontación, adelantar los tiempos electorales a riesgos de no poder doblar en la curva y volcar. Extraña conducta desconectada de la agenda palpable en la mayoría de los ciudadanos guiados por los dolores de cabeza que provocan los temas urgentes del bolsillo. Pero la realidad es esta. Se vota, en principio, en 2023, aunque vivimos en tiempos electorales. Es más, suele decirse que al gobierno de Alberto Fernández le quedan cinco meses reales. Hasta el inicio del Mundial de Fútbol porque una vez concluido, ya se estará ingresando en el año de las candidaturas. Y todos sabemos que sucede con las gestiones cuando la mente de la politica está en los comicios.
En ese contexto dónde se han recalentado las diatribas de un lado y del otro de la grieta, ya no alcanza con las disputas extra muros en cada uno de los sectores políticos, sino que a ello se le sumaron las disputas descarnadas internas. En el Frente de Todos y en Juntos por el Cambio. Caminan, aceleradamente a su descomposición como tales. Nada que no se haya dicho en este espacio en ocasiones anteriores.
El panorama descripto, fácil de ser observado por todos, no quiere decir que, dentro de cada una de las fuerzas políticas no existan quienes buscan desmarcarse de esa lógica, conscientes que en este recorrido el castigo en las urnas llegará y, sobre todo, porque será difícil quitarse la etiqueta de pertenecer a la “politica tradicional”. Los ejemplos regionales de Chile primero y el más reciente de Colombia, deberían invitar a pensar que la Argentina no tiene por qué ser una excepción a estos tiempos donde la conjugación de las nuevas formas de comunicación y los efectos residuales de la pandemia, han puesto en crisis el sistema de representación. Por la simple razón de poder constatar, en tiempo real, que los representantes suelen no solucionar el problema de los representados.
En en Frente de Todos, Sergio Massa busca sostener la agenda que le dio éxito político cuando nació el Frente Renovador. Agotado en la tarea de ser moderador entre Alberto Fernández y Cristina, en los últimos quince días aceleró su propia agenda. Y es la que siempre enarboló: la de la clase media. Antes que esta termine de desaparecer del todo. De allí que impuso una modificaciones en el mínimo no imponible en el impuesto a las ganancias para los salarios de trabajadores registrados, y ahora va por el proyecto para aliviar los bolsillos de monotributistas y autónomos. Esa última categoría ha sido la gran olvidada por los sucesivos gobiernos. Como si ser autónomo sea sinónimo de millonario. El Presidente de la Cámara de Diputados escuchó sus reclamos. Ahora el Congreso deberá validar.
“La economía se recuperó a lo largo de los dos últimos años, sobre todo el año pasado que fue de mucho crecimiento y en lo que va del año también crecemos. Tenemos que lograr que ese crecimiento sea con la gente adentro y con precios y salarios alineados”, acaba de decir Sergio Massa. Es interesante su definición porque coincide en todo con lo que viene planteando la propia Cristina Kirchner, incluso desde diciembre de 2020 cuando habló en un acto en el Estadio Diego Maradona de La Plata.
Son cada vez mas las señales de buena sintonía entre Massa y Cristina Kirchner. El titular de la Cámara Baja sabe, como toda la dirigencia politica, que no se puede prescindir del apoyo de la vicepresidente para encarar un proyecto presidencial, sobre todo por el aún respaldo que ella recibe en el conurbano bonaerense.
Los que conocen bien el termómetro de lo que sucede en los territorios son los intendentes. En primer lugar, muchos de aquellos que decidieron alejarse de sus comunas para ocupar cargos nacionales y provinciales ya preparan su regreso. En algunos casos, convencidos que no habrá “albertismo”, otros porque ya resuelta la posibilidad de ir por un nuevo mandato, entienden que la única manera de conservar sus distritos es ponerse ellos al frente de las campañas locales, en tiempos donde la incertidumbre del rumbo que pueda tener el oficialismo es muy dudoso. Pero además, se ha sumado un factor adicional que los llama a preocuparse y, a ocuparse. Y tiene nombre y apellido: Javier Milei.
Por ahora de manera subterránea se aceleraron los llamados de jefes comunales a operadores de Javier Milei. Ellos observan en sus distritos que el sentimiento de enojo hacia la política “tradicional” sigue en ascenso y que, en su gran mayoría, lo captura el economista libertario. Viejos zorros de mil batallas, los intendentes buscarán, como siempre, tener influencia en todos los armados posibles que se desarrollen en sus tierras. Con la idea de, sino lo pueden colonizar e intervenir, al menos minimizar los daños que eso les pueda provocar. Mientras el sistema de votación sea el actual, los alcaldes son los únicos que pueden garantizar el control completo de la logística electoral. Y sólo para comenzar.
Por estas horas, se producirá el desembarco más concreto de Javier Milei en el conurbano bonaerense. Será la semana que viene en la tercera sección electoral, allí en la localidad de Gerli, donde está el club El Porvenir. Un juego de palabras que algunos aún no detectaron. El intento del acto en La Matanza encontró muchas trabas y por eso se trasladó al distrito de Avellaneda. ¿Milei se olvidó de La Matanza? Para nada. Pronto, muy pronto habrá novedades para ese boletín, y distrito.
Mauricio Macri también tomó nota, hace tiempo, del crecimiento del descontento que hoy captura Milei. Por eso se acercó a él y en el último almuerzo de la mesa del PRO reivindicó la postura de quienes se expresaron en desacuerdo por el “toma y daca” para negociar cargos entre oficialismo y oposición. En aquella sesión controvertida, Axel Kicillof logró el objetivo de ubicar a su hombre de confianza, Federico Thea, como titular del estratégico Tribunal de Cuentas. El organismo que ausculta las cuentas de cada uno de los intendentes y del propio gobernador.
Para muchos observadores, fue llamativo que los propios intendentes, aún los oficialistas, le cedieran tamaño poder al gobernador sabiendo que la relación arrancó con desconfianza. Subyace una lectura más irónica. Aquella que dice que los alcaldes, hoy con fuerte representación provincial guiados por Martín Insaurralde, le dieron al gobernador su garantía de salida. ¿No lo imaginan en un nuevo mandato? Cosas que se dicen.
Por lo pronto, mientras la política acelera sus peleas, la ciudadanía espera y se exaspera. Llamativa y preocupante desconexión de agendas que no confluyen. Inestimable abono para el crecimiento del sentimiento anti política cuyas derivaciones no siempre encuentran causes mejores. Pero es lo que hay. Por ahora.
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