Pablo Penchaszadeh, el artista a bordo de la expedición del Conicet: “Fue increíble, cuatro generaciones de científicos descubriendo maravillas con la gente”

Doctor en biología, investigador y artista plástico, Pablo Penchaszadeh aún se asombra por las increíbles criaturas marinas que estudió toda su vida y finalmente pudo ver “en vivo y en directo” durante la expedición submarina del Conicet. Fue justamente su veta artística la que le permitió , a los 81 años, subirse al buque Falkor del Schmidt Ocean Institute, junto a otros 30 científicos para explorar las profundidades del Mar Argentino.
La campaña, que duró 21 días (del 23 de julio al 11 de agosto), fue vista por casi 18 millones de personas por streaming, permitió descubrir unas 40 nuevas especies marinas y una increíble diversidad en el cañón de Mar del Plata a una profundidad de 3.900 metros.
“Cuando me enteré, por Daniel Lauretta (biólogo y líder de la expedición), que había sido mi tesista doctoral, traté de subir como científico pero para ello debía pasar pruebas de resistencia física. Entonces me resigné a verlo por la pantalla. Pero después leímos en la “letra chica” que existía la figura de Artista a bordo, y postulé. En un principio no gané el concurso, pero tres semanas antes de zarpar el barco me llegó un mensaje diciendo felicitaciones ha sido nombrado Artist At Sea”, cuenta Pablo. Sin pensarlo dos veces, preparó pinceles y lienzos y pinturas y se embarcó a esta aventura que le permitió unir sus dos pasiones: la ciencia y el arte.










Una vida dedicada al mar
Para relatar cómo llegó a participar de esta hazaña científica, Pablo se remonta a su adolescencia, cuando decidió estudiar biología y especializarse en la vida marina, al tiempo que asistía a talleres de pintura y escultura de reconocidos artistas.
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A lo largo de su carrera, se doctoró en Biología en la UBA. Cuando sobrevino “la noche de los bastones largos” (1966), consiguió una beca de la UNESCO para estudiar en Dinamarca. Al regresar, trabajó como investigador en el Instituto Interuniversitario de Biología Marina; “una experiencia única porque juntaba a las Universidades de La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca y la CIC (Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires), y a investigadores de todo el país y el exterior”, cuenta.

Sin embargo, este instituto de excelencia fue desmantelado en 1977 estando Pablo ya exiliado en Caracas, Venezuela, donde fue profesor de la prestigiosa Universidad Simón Bolívar por 20 años y donde siguió dando clases, investigando y exponiendo sus obras.
En su departamento-taller, rodeado por su biblioteca, sus cuadros, y junto a su gata Lola, Pablo recuerda esos años caribeños como “maravillosos, con gente llena de calor, color y alegría”. También se formó y trabajó en Francia y Estados Unidos; es autor de unas 300 publicaciones entre artículos científicos y libros; dirigió la revista de divulgación Ciencia hoy; y escribió varios libros, como una biografía del naturalista y explorador Aimé Bonpland junto al historiador Miguel de Asúa, y “Exactas Exiliada” con testimonios de jóvenes científicos que debieron irse del país cuando el golpe de 1966.

Investigar contra viento y marea
Al regresar la democracia, Pablo volvió al país y comenzó a trabajar como investigador en el Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, y retomó la docencia. Dirigió una expedición marina que se realizó en 2010 a bordo de un buque del Conicet y fue docente y director de tesis de varios de los investigadores que participaron de la reciente campaña financiada por el Schmidt Ocean Institute.
“Casi la mitad habían sido alumnos o tesistas míos, y la otra mitad eran alumnos o tesistas de ellos. Éramos cuatro generaciones de científicos contemplando esas maravillas con millones de personas que nos veían por las pantallas. Fue algo único”, se emociona el artista e investigador.
“Fue increíble poder ver en vivo y nadando a esos animales del abismo marino, aunque también nos preocupó haber encontrado plásticos, a una profundidad que jamás pensamos que iban a llegar”, cuenta Pablo, y su mirada se ensombrece al recordar que una de las investigadoras finalizó su beca postdoctoral durante la expedición.

Al no haber un llamado de entrada a la Carrera del Investigador desde hace dos años, no pudo presentar su postulación. Lleva ganados 8 premios entre los cuales 5 internacionales. “Lo que se está haciendo con el desfinanciamiento de la ciencia es infame. Los científicos se están yendo, y vamos a retroceder 30 años”, advierte.
Pero a pesar del ataque al sistema científico por parte de funcionarios y comunicadores del gobierno, Pablo mantiene la esperanza al observar la cantidad de mensajes y dibujos que miles de chicos mandaron a los investigadores, y hoy se exhiben por doquier. “Hay que hacer algo para mantener esto vivo”, asegura.