La casa duende
…se encuentra en los pequeños valles tucumanos, alejada del centro urbano de Tafí del Valle. Esta casita del Museo de Mitos y Leyendas Casa Duende, un emprendimiento de Lucrecia Toledo, pintora y escultora, y del músico de rock Alejandro Urciuolo.
La pareja llegó a este lugar hace trece años, en viaje de bodas, y quedaron atrapados por los personajes míticos de la cosmovisión indígena. .
Un pequeño cartel a la vera de la ruta, casi invisible, indica que ese atajo de tierra conduce a Casa Duende, centro de divulgación de mitos, leyendas y costumbres de los Valles Calchaquíes. Un lugar para apreciar la sabiduría oculta que encierra la región.
"Durante ocho años, cuenta Lucrecia, recopilamos los relatos de la tradición oral, recorriendo los cerros y charlando con la gente", a la vez que admite que "descubrimos mucha riqueza oral en los pueblos cercanos a Amaicha del Valle y a Cafayate".
Un crédito del Fondo Nacional de las Artes, en 1993, les permitió transformar en esculturas y pinturas esos relatos orales. "Era necesario corporizarlos artísticamente", dijo la mujer.
Así nació este museo abovedado que semeja una gran Vasija de los Tesoros, un diseño que eligieron porque la cultura Tafí construída circularmente y porque querían "sentir la sensación de estar adentro de una vasija de barro".
De las narraciones que fueron recogiendo aprendieron que cada elemento de la naturaleza tiene sus padres protectores, con los que hay que convivir en armonía. Y cuentan que "el Yastay es el dueño de los cerros y a quién le pedimos permiso para cazar y pescar, y para tomar de ellos lo que necesitamos".
De esa experiencia, Lucrecia concluyó que los relatos de los abuelos tucumanos y salteños eran similares a los que su abuelo le había contado en su infancia misionera. "Me di cuenta que más allá de las regiones, lo que trasciende es la raíz, la esencia, y una
visión más profunda: la de sentirse parte de un lugar", asegura.
En su libro "Mitos, Sueños y Misterios", Mircea Elíade dice, refiriéndose a cómo sienten el mito los pueblos primitivos, que "el mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ocurrió en un tiempo primordial, el tiempo de los comienzos".
En cambio, para los occidentales, en continuo avance de desacralización, el mito es una fábula a la que identifican como "fantasía" o "falsedad", y con todo lo opuesto a la realidad.
"Entre ambas concepciones, explica la investigadora Celia de Franco, se ha producido un trastroque de valores: el hombre de las sociedades tradicionales descubría en el mito la única revelación válida de la realidad, y el hombre de la sociedad moderna occidental sólo ve en él una fantasía, una fabulación.
Y sobre las leyendas la Real Academia Española, en la cuarta acepción, dice: "relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos".
En Casa Duende se exhiben esculturas y pinturas que recrean a dioses y seres protectores, aquellos que conforman el sentir de los pueblos ancestrales y que aparecen como símbolos que expresan el pensamiento y la cosmovisión de la cultura diaguita-calchaquí.
Para la pareja el museo "es un espacio para que la gente venga a conocer lo que creamos después de recoger tanta experiencia".
Lo primero que llama la atención del visitante en el jardín de Casa Duende es un tótem, símbolo sagrado de las viejas culturas, que representa la protección. "En este caso, dicen, representa la protección hacia el amor de un hombre y una mujer".
De la Pachamama, para los nativos "la Pacha", dicen que es una presencia muy fuerte en Amaicha del Valle - sede anual de su fiesta, la Fiesta de la Madre Tierra -, donde la gente afirma que la ve caminando entre los cerros, ayudando a los desorientados.
"En Tafí nos hablaron mucho del Yastay, a quien también consideran el padre de los animales y la mayor deidad masculina, mientras que la deidad femenina está representada por las 'madres del agua', protectoras de los manantiales".
Después de los años en que la pareja recorrió la comarca en busca de mitos y leyendas, ahora son los pobladores cerreños los que vienen a Casa Duende llevando historias y contando sucedidos.
En esos relatos el que más aparece es el duende, travieso personaje de la región al que describen como un hombrecito pequeño con un sombrero alto, tan grande que oculta su rostro.
Los caminantes de los cerros lo llaman "el sombrerudo". Aún ahora, los abuelos le siguen contando a los chicos historias de duendes, convencidos de que sólo a ellos les está permitido verlos, y asombrándose cuando los niños dicen "hoy jugamos a las bolillas con el sombrerudo".
En cambio, los changos grandes suelen verlo muy fugazmente, pero lo necesario para saber que tiene una mano de hierro y otra de lana. Lo ven cuando están machados, mintiendo o robando fruta a la hora de la siesta, como un límite ante lo que está mal.
Lucrecia explica que "la mano de hierro es la que castiga, y la de lana la que acaricia".
En este lugar que sus creadores definen como "un espacio para compartir lo nuestro", hay trabajos hechos con cerámica, madera, cañas y metales, y también publicaciones históricas y culturales.
El audiovisual Sonko Komer - "corazón verde" - muestra el museo y las investigaciones realizadas, mientras que el video documental "Irene" recoge la vida de una coplera del valle. La música de Alejandro siempre suena en el lugar, especialmente cuando la pareja convoca a "una rueda de cuentos con fogón". (Télam)