Horacio Salas, autor de "Borges, una biografía", charló con 26noticias.com.ar y repasó la vida del célebre literato. Su posición política, su valoración en la Argentina y en el resto del mundo, el legado que dejó y anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. Un testimonio para conocer más sobre un ícono de nuestro país.
Por Canal26
Martes 14 de Junio de 2011 - 00:00
En su libro usted rescata al Borges persona, en lugar del Borges literato, ¿por qué hizo hincapié en su personalidad?
Porque muchos habían dicho hasta ese momento que Borges no tenía biografía, que lo único que se podía rescatar de él era la obra. Yo lo que creo es que su obra tiene que ver con su contexto, por eso escribí una biografía que tiene sus alternativas vitales y, en paralelo, describe lo que ocurría en el país. Es decir, mi biografía de Borges tiene la cualidad de ser al mismo tiempo una biografía de la Argentina, de la historia Argentina del siglo que le tocó vivir a Jorge Luis Borges.
En la vastísima obra de Borges uno puede encontrar ensayos, cuentos, poemas. ¿Cuál cree que es el legado que deja?
Deja toda una literatura. Por otra parte, quienes vinimos después de él, en todos los aspectos, ya sea poético, ensayista, cuentista, pero también como estilista, todos le debemos algo. Inclusive aquellos que escribían para denostarlo le copiaban hasta la manera de escupir. Como dijo en un cuento famoso, “El Hombre de la esquina rosa”, le copiaban a un guapo hasta la manera de escupir. Yo creo que todos le hemos copiado varias cosas, varios giros. No sería a igual la literatura argentina sin él. Como dijo Beatriz Sarlo, hay un antes y un después de Borges.
¿Se imaginaría un Borges hoy, en esta Argentina polarizada, donde parece que hay que estar de un bando o de otro? ¿Qué posición tendría?
He estado muchas veces con él y era un gorila feroz, feroz. No digo un antiperonista, él era gorila. Nada del peronismo le podía parecer bien. Tampoco del comunismo, después de la aparición de Fidel Castro. Tenía como un núcleo de su personalidad que no aceptaba nada. Inclusive alguna vez, hace muchísimos años, fui a verlo a la Biblioteca Nacional para hacerle unas preguntas acerca de Homero Manzi y Jauretche, directamente no quiso seguir la conversación. Pese a que en el año 34 había prologado un libro de Jauretche y que el nexo había sido Homero Manzi. Dijo: “yo nunca he conocido a ese hombre”. Y en otra biografía mía, la de Homero Manzi, encontré una foto donde estaban los dos, uno al lado del otro, en un banquete de radicales.
¿Esa postura y la famosa frase “los peronistas no son buenos ni malos, son incorregibles”, dañó su imagen y relegó su obra literaria a un segundo plano?
Esto lo acompañó toda su vida. Los argentinos hemos tenido la costumbre de hablar de los escritores de acuerdo a sus opiniones políticas. El mismo Borges decía que las opiniones políticas de los escritores son lo más banal y lo más tonto que tenemos. En su obra, no tomó una postura antiperonista porque era vivo, sabía cuál era su estrategia de perduración. Ahora se sacan afuera esas cosas. Pero siempre fue así, alguna vez tuve que discutir con la gente porque yo decía pongámonos a ver la obra de Borges, no sus opiniones políticas reaccionarias o no. Eso nunca me importó. Lo que creía, como mucha gente de mi generación, era que había que rescatar a un genio que teníamos en casa. Algunos países nos tenían bastante envidia por tener un escritor de esa magnitud.
¿Por qué a ese genio se le negó el Premio Nobel de Literatura?
Eso fue otra cosa. Ahí había una persona dentro de la Academia que no le gustaba la obra de Borges. Yo hablé con él alguna vez en Madrid, y me dijo que la distinción no tenía demasiada importancia. También contribuyó a eso que en el año 76, cuando todo el mundo suponía que le iban a dar el premio, declaró que Videla era un caballero y que nos había librado del oprobio. Fueron chistes que le costaron muy caro. Además, ese mismo año había recibido una condecoración de Pinochet, en Chile.
Como si fuera poco, le agradeció el golpe a Videla durante un almuerzo en el que también estuvo presente Sábato...
Ojo, eso ocurrió antes del mes y medio del golpe militar. Ni Borges ni ninguno de los que fueron ahí eran tipos muy informados de política. No pensaban lo que se venía...
Luego se mostró muy crítico con la dictadura...
De hecho firmó un manifiesto por los desaparecidos en el año 80, junto con Sábato y otra gente. Mucho antes de que otros se callaran la boca como lo hicieron.
Otro rasgo interesante de su personalidad es que mantuvo discrepancias con colegas como Sábato, Cortázar y Soriano. ¿Por qué se daba esta particularidad?
Con Cortázar, menos que con los demás. De hecho, cuando se publicó su biblioteca personal, incluyó el libro “Los cuentos de Cortazár”. A Sábato lo acusó en 1956 de defender a las masas peronistas. Ese fue el primer choque. También tuvo otro con Martínez de Estrada, pero siempre desde esa postura ultragorila.
Cuando toma conocimiento de su cruel enfermedad decidió irse a Ginebra. ¿Por qué lo hizo?
Lo vi poco tiempo antes de que se fuera a Ginebra. Estaba horrorizado y recordaba el velorio y la agonía de Ricardo Balbín, quien salió en la tapa de una revista con todos los tubos puestos. Dijo: “¡qué espanto esta cosa tan horrible de ver la agonía de una persona!”. Además, tenía mucha bronca porque un fotógrafo había entrado en su casa sin que se diera cuenta y le sacó fotos a la madre agonizando. Tenía miedo de todo eso.
Que hayan ocurrido esas cosas hace que uno piense que se lo valorizaba y respetaba más fronteras afuera que en nuestro país...
Sí, absolutamente. He estado dando conferencias sobre Borges después de que publiqué la biografía y se lo valoriza muchísimo más afuera. Son infinitas las tesis sobre Borges, los simposios en universidades. Pasa lo mismo con Sábato. Es como una cosa natural, los argentinos somos así. A Borges lo reconocen en España, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Escocia... Creo que saben más de él en las universidades extranjeras que en la Universidad de Buenos Aires.
¿Cómo convivió con su ceguera?
Fue el sexto Borges en línea directa que murió ciego. Sabía que poco a poco iba a perder la visión. “Elogio de la sombra” es un libro que publicó hacia los 80 y es de un hombre resignado, no depresivo. Nunca lo encontré deprimido, salvo que alguien lo fuera a ver y le hiciera preguntas que no fueran sobre literatura. Lo encendía poder hablar de literatura.
¿Qué aspecto de su personalidad resaltaría?
Su cortesía. Era un tipo que estaba ciego y sin embargo te acompañaba al palier, hasta el ascensor. Tanteando las paredes abría la puerta para que uno pasara.
¿Por qué cree que para su lápida eligió la frase “y que no temieran”?
No tengo idea porque la eligió. Siempre habló muy bien de los hombres valientes, decía que le daba mucha pena no haber podido ser un hombre valiente como su abuelo, quien murió dándole el pecho a las balas. Tenía un gran respeto por la valentía, entonces es bastante lógico que esté esta frase en su lápida.
¿Recuerda alguna anécdota en particular?
La última frase que le escuché a Borges mientras iba cerrando una puerta. Por unos segundos la dejó entreabierta y me preguntó: “¿yo soy ético, no? ¿Usted qué piensa?” Y ahí me cerró la puerta. Me quedé totalmente sorprendido porque era un periodista que iba a verlo y seguramente no tenía idea de quién era, más que por la voz. Sin embargo estaba tan obsesionado con el tema de la ética que le preguntó a una persona desconocida si era ético. Es increíble. No llegué a contestar porque cerró la puerta y me fui.
¿Qué libro le recomendaría a un joven que quiere ingresar en la literatura de Borges?
Los libros de cuentos últimos porque son más sencillos. En cambio, si entran por “Ficciones” o “El Aleph”, va a ser un poco más complicado.
Por Martín Arcuri
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