El testimonio que contradice a Bussi

Su segundo durante la represión, Alberto Cattáneo era el jefe de la Zona de Operaciones instalada en Tucumán. Dice que detuvo a Vargas Aignasse por orden de su jefe. También declaró Marta Cárdenas, viuda del senador justicialista desaparecido.

Por Canal26

Miércoles 13 de Agosto de 2008 - 00:00

Durante el juicio oral y público que se les sigue a los represores Antonio Bussi y Luciano Benjamín Menéndez, declararon Alberto Cattáneo (era el jefe de la Zona de Operaciones instalada en Tucumán) y Marta Cárdenas, viuda del senador justicialista Guillermo Vargas Aignasse.

Primero declaró Cattáneo (79 años), que era el segundo de Bussi en la V Brigada de Infantería y que por su precario estado de salud debió ser trasladado en una ambulancia desde los ex Arsenales Miguel de Azcuénaga, donde cumple prisión domiciliaria por otras causas por violaciones a los derechos humanos.

Cuando el fiscal le preguntó quién había dado la orden de detener a Vargas Aignasse, contestó: "Todo se debía a una cadena de mando del jefe de comandantes del Ejército, que informaba al Comando del Tercer Cuerpo (lo encabezaba Menéndez) y este, a su vez, la dirigía a la V Brigada de infantería, aunque en algunos casos a la orden la cumplía la Policía".

Cuando la defensora oficial Amalina Assaf, que representa a Bussi, lo interrogó acerca de si Vargas Aignasse había revelado información (sobre militantes de Montoneros, como declaró Bussi el viernes), el militar retirado, al principio, respondió: "No sé".

Pero luego Cattáneo señaló: "Si sé que después se utilizó la 'inteligencia' en hechos que se concretaron en acciones y en un enfrentamiento derivado de información que, de acuerdo a lo que se dijo, había sido suministrada por Vargas Aignasse".

Después fue el turno de Marta Cárdenas, quien dijo este martes que pese a que su marido sabía que lo iban a perseguir tras el golpe de Estado de 1976, prefirió quedarse en Tucumán, donde desapareció.

La mujer reveló detalles de aquellos años y de lo que pensaba su marido de lo que ocurriría después de que los militares tomaran el poder.

Cárdenas, que declaró como testigo a pedido del fiscal general Alfredo Terraf, relató que en la noche del 23 de marzo de 1976 su esposo llegó con unos amigos a la casa y le dijo que él sabía que "iba a haber un golpe de Estado".

"Una de esas personas era su hermano y juntos analizaron la posibilidad de que él huyera. Pero se negó, porque no pertenecía a ningún grupo subversivo y porque no quería abandonar a nuestra familia. Se quedó sabiendo que lo iban a buscar", atestiguó la mujer ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal.

Cárdenas recordó que a las tres de la madrugada del 24 de marzo de 1976 un grupo de personas con el rostro cubierto que decían ser de "la Policía" y que se desplazan en tres o cuatro automóviles, irrumpieron en la vivienda en la que vivía con el senador, cuatro hijos y una chica de una familia amiga (Angélica
Tula) que estudiaba en la capital tucumana.

Los sujetos, que estaban armados y que usaban vaquero y zapatillas, amenazaron a Vargas Aignasse con "llevarse uno de sus chicos" si no se apuraba al vestirse, manifestó la mujer, muy emocionada, en lo que calificó como un "acto de gran violencia".

La mujer pidió hablar con Alberto Cattáneo (era el jefe de la Zona de Operaciones instalada en Tucumán), ocasión en la que, en uno de los antedespachos oficiales, vio a "un hombre que lucía el anillo, plateado, de forma poligonal, como una tuerca", que llevaba uno de los enmascarados que secuestró a su esposo.

"Cattáneo me explicó que, seguramente, un grupo de un partido obrero lo había interceptado a Guillermo cuando fue puesto en libertad. Le dije si creía que era estúpida, porque entonces no podía existir ningún grupo con capacidad para hacer eso, ya que todo estaba dominado por el Ejército", expresó Cárdenas.

En uno de los momentos más emotivos, la mujer precisó: "Cattáneo se paró y me dijo: 'tenga mucho cuidado con lo que dice, piense ante quién está, cuide sus palabras y dónde las repite'. Fue muy tremendo. Salí muda, tuve mucho miedo y nunca más fui a averiguar oficialmente qué había pasado, pese a que le mandé infinidad de cartas a Bussi y hasta al propio (Jorge) Videla".