Isaac Elbirt.
Nació en Kobel un poblado que pertenecía a Ucrania a principios del siglo pasado. Las miserias de la guerra lo obligaron un día a despedirse para siempre de su familia y con solo 14 años su rumbo lo depositó en la otra punta del planeta, muy lejos de casa. El dolor jamás le permitió dar detalles de lo vivido, de lo padecido, aunque en contadas ocasiones deslizaba lo que todos sabemos o creemos saber sobre la guerra: la muerte en las narices, la hambruna, el frío, la pobreza, la desesperanza. Mucho de todo y nada de lo que debería soportar nadie, mucho menos alguien que recién comienza a dejar de ser niño.
Este buen hombre de pocas pero firmes palabras como sus valores, formó una familia enorme de 8 hijos, decenas de nietos que ya a esta altura dieron sus frutos en bisnietos e incontables tataranietos. Mientras los años pasaban miraba de reojo la historia de lo que sucedía en su suelo natal. Kobel ya era parte de Polonia y unos años después, guerras mediante, lo anexo la URSS por lo que quedó bajo dominio ruso.
Pasó más de un siglo desde que Isaac Elbirt vio por última vez a sus padres en la Ucrania bajo fuego y pasaron algunos años desde que ya no veo sus ojos cansados. Hoy todo parece estar como Isaac lo dejó. La historia no vuelve a repetirse. La historia no avanzó, los seres (humanos?) parecemos seguir estancados en la misma instancia de intolerancia, egoísmo, codicia, imbécilidad y omnipotencia. Todo lo opuesto a lo que este gran hombre forjó como principios de vida en los suyos.
Pasó más de un siglo y todo sigue igual ABUELO.
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