La tumba más antigua del Cementerio de la Recoleta: es de 1824 y descansa la esposa de un prócer que no pudo despedirse de él
Una visita obligada para turistas de todo el mundo y porteños curiosos. La historia detrás del último descanso de una mujer que murió joven y sin cumplir su última voluntad.

El Cementerio de la Recoleta es una visita obligada para turistas de todo el mundo y porteños curiosos. Próceres, villanos y personalidades varias de la cultura argentina tienen allí su última morada.
Pero como todo cementerio, sus leyendas y fábulas con el correr de los años siguen acrecentando: amores trágicos y curiosidades de sus tumbas que, algunas, ya tienen más de 200 años. Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca, Lucio N. Mansilla, Felicitas Guerrero de Álzaga, Facundo Quiroga, Juan Bautista Alberdi, Miguel Cané, Luis Vernet, Aristóbulo del Valle, Luis Federico Leloir, Eduardo Mallea, Adolfo Bioy Casares, Benjamín Solari Parravicini, Eva Perón, Álvaro Alsogaray y Raúl Alfonsín descansan en algunas de las más de 4500 bóvedas del cementerio. Más de noventa fueron declaradas Monumento Histórico Nacional.
En esta oportunidad hablaremos de la más antigua que curiosamente pertenece a un personaje muy renombrado en la historia argentina: Remedios de Escalada, la esposa de José de San Martín, quien tuvo un trágico y triste final.

María de los Remedios
Nació el 20 de noviembre de 1797, su familia era una de las más prestigiosas de Buenos Aires. Su padre, Antonio Escalada, era funcionario y organizaba tertulias de las más famosas. Tomasa de la Quintana, era la segunda esposa con la que tuvo cuatro hijos, entre ellas la madre de Merceditas. Remedios era la consentida de Don Antonio. Lo acompañaba cada domingo a misa con sus mejores prendas, quizás con la ilusión de conocer a un hombre para desposarlo, igual de importante que su padre.
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En una de esas fiestas en las mejores porteñas, Remedios se cruzó con un tal José de San Martín. El hombre estaba recién llegado de España, había dejado estas tierras a los 6 años y recién a sus 34 años emprendió su regreso con un claro objetivo: la independencia.
Ella quedó fascinada al verlo, pero su familia se opuso en un principio. La desconfianza de un hombre que recién llegaba a estas tierras y el hecho de que ella ya estaba comprometida con Gervasio Antonio Josef María Dorna, volvían las cosas más difíciles para los tórtolos. Las súplicas de Remedios hicieron efecto, porque su padre accedió al pedido y logró romper el compromiso con Dorna quien decidió enrolarse en el Ejército del Norte de Manuel Belgrano. Murió en Vilcapugio el 1 de octubre de 1813.

Los San Martín
El noviazgo duró poco, se casaron el 12 de septiembre de 1812 con Carlos María de Alvear como uno de los testigos y pasaron la luna de miel en una quinta de San Isidro. Para enero de 1813, San Martín partió a Salta con el objetivo de poner en marcha sus planes contra los realistas. Su bautismo de fuego con el Regimiento de Granaderos a Caballo llegó un mes después el 3 de febrero con la batalla de San Lorenzo.
Remedios continuó en Buenos Aires mientras su reciente esposo pasaba temporadas en campaña, recién se verían de nuevo a fines de 1814 en Mendoza, luego de que él haya sido nombrado gobernador intendente de Cuyo. Vivieron en un solar que les dio el Cabildo y el 14 de agosto de 1816 nació allí su hija Mercedes Tomasa.
En enero de 1817, San Martín envió a su esposa y a su hija de nuevo a Buenos Aires. La salud de Remedios empeoraba producto de una tisis que se agravó con el embarazo. De hecho, viajó con un ataúd por si pasaba lo peor en el camino.
En 1819, San Martín le escribió a O’Higgins: “Remedios partió hacia Buenos Aires, pues este país no le probaba. Aquí me tiene usted hecho un viudo”.

La despedida que no fue
Cuando volvió de Perú, San Martín se enteró de que su esposa agonizaba, pero temía viajar a Buenos Aires, ser asesinado por Bernardino Rivadavia. Decidió quedarse en Mendoza.
El 3 de agosto de 1823 falleció en la quinta familiar, hasta último momento Remedios pidió por su Don José, lo que generó un gran enojo de su familia para con el reciente viudo. Pasarían tres meses para que San Martín viaje a Buenos Aires.

Llegó a la capital con la idea de buscar a su hija para marchar a Europa, antes colocó una placa en la tumba de su difunta esposa: “Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín”.
Hasta 1822, las personas eran enterradas en camposantos y criptas de templos y en las naves de las iglesias. Los primeros sepultados allí fueron la oriental Dolores Maciel y un niño negro. En 1824 se construye la tumba de Remedios de Escalada de San Martín, quien había muerto un año antes, siendo la más antigua que se conserva tal cual era.


















