“Cuándo China regresó como potencia y cómo Occidente la ayudó a abrirse a la economía de mercado”, por Germán Luis Kammerath

Germán Luis Kammerath, ex Intendente de la Ciudad de Córdoba, Diputado Provincial, Diputado Nacional y Vicegobernador de dicha provincia, brindó su opinión en ReporteAsia sobre el histórico resurgimiento de China como potencia y el rol de Occidente en dicha refundación.
A continuación, reproducimos lo expresado en dicho artículo:
En las grandes encrucijadas de la historia, hay momentos en que la racionalidad estratégica debe prevalecer por sobre la emoción ideológica. La relación entre China y Estados Unidos -una relación tejida a partir de la prudencia, la visión y el reconocimiento mutuo- es uno de esos casos. Como en los antiguos proverbios de Confucio: “Un caballero en armonía no necesariamente piensa igual, pero sí busca el equilibrio”.
Lo que sigue no es solo un repaso cronológico de hitos políticos, sino la narración de un proceso civilizatorio: cómo una civilización milenaria y una potencia consolidada y vibrante encontraron un punto de encuentro para moldear, juntos, el siglo XXI.
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La lógica del encuentro: Nixon, Mao y el equilibrio global
Antes del histórico viaje de Nixon a Pekín en 1972, un evento aparentemente trivial sembró las primeras semillas de la distensión: un encuentro casual entre las selecciones de tenis de mesa de Estados Unidos y China en el Campeonato Mundial de Ping Pong (Tenis de Mesa) en Nagoya, Japón, en abril de 1971. Un jugador estadounidense, Glenn Cowan, se subió por error al autobús de la delegación china. El campeón chino Zhuang Zedong lo saludó amablemente y le regaló un retrato de los paisajes de la montaña Huangshan. El gesto tuvo una enorme repercusión.
Ese intercambio derivó en una invitación oficial para que el equipo estadounidense visitara China, algo que ocurrió semanas después. Fue la primera delegación oficial de EE. UU. en entrar al país desde 1949. Este episodio quedó en la historia como el inicio de la “Diplomacia del Ping Pong”, y preparó el terreno político para la apertura impulsada por Henry Kissinger y, posteriormente, la visita de Nixon.

Todo culminó el 21 de febrero de 1972, cuando el presidente Richard Nixon aterrizó en Beijing. Durante esa visita, fue recibido por Zhou Enlai y también se reunió brevemente con el presidente Mao Zedong. A pesar del estado delicado de salud de Mao, el encuentro fue altamente simbólico. Según los registros desclasificados por el Departamento de Estado, Mao dijo: ‘Ustedes han llegado desde muy lejos, pero lo hacen con una idea correcta: debemos dialogar’.
La visita fue posible gracias a la diplomacia discreta de Henry Kissinger y Zhou Enlai. Ambos comprendieron que la estabilidad del orden global requería entendimiento entre adversarios ideológicos.
En sus memorias, Kissinger escribió: “Fuimos a China no por simpatía ideológica, sino por estrategia. Sabíamos que abrir esa puerta podía cambiar el equilibrio del mundo” (Henry Kissinger, White House Years, 1979).
Deng Xiaoping: el pragmatismo al poder
Tras la muerte de Mao, Deng Xiaoping asumió el liderazgo con una consigna clara: “No importa si el gato es blanco o negro, mientras cace ratones”. Lanzó en 1978 su política de Reforma y Apertura, buscando modernizar la economía sin renunciar al control político del Partido Comunista.
El Gobierno de Estados Unidos, en la Administración del presidente Jimmy Carter, reconoció formalmente a la República Popular China en 1979 y promovió el intercambio de estudiantes. Carter enfrentó críticas por «entregar conocimiento estratégico», pero sostuvo: “Educar a una generación de chinos en nuestras universidades es sembrar estabilidad para el futuro”.
El reconocimiento de EE.UU. al principio de “Una sola China” fue un giro crucial en la política internacional durante la Guerra Fría. En 1971, la Resolución 2758 de la ONU admitió a la República Popular China (RPC) como único representante legítimo de China, reemplazando a Taiwán (la República de China). Esto consolidó a la RPC en el Consejo de Seguridad con derecho a veto.
Deng visitó Estados Unidos ese mismo año y recorrió ferias ganaderas, universidades y fábricas, una gira que marcó su visión de un desarrollo basado en la productividad y la integración. Trabajó en construir confianza con el liderazgo estadounidense y en especial con los hombres de negocios, en la búsqueda de inversiones e intercambios comerciales.
Milton Friedman en China: el libertario que sorprendió a China
En el contexto de las Reformas de Deng, uno de los mayores íconos del liberalismo económico del siglo XX, el economista estadounidense Milton Friedman, visitó la República Popular China en 1980, en una experiencia que dejó huella en ambas partes.
Milton Friedman, Premio Nobel de Economía 1976 y defensor acérrimo del libre mercado, fue invitado a China por el Instituto de Economía de Shanghái para dar una serie de conferencias y asesorar informalmente al gobierno sobre reformas económicas. Su viaje fue impulsado por el interés de algunos tecnócratas chinos en entender cómo funcionaban las economías occidentales y qué podían aprender de ellas. Tuvo además una muy importante reunión en Zhongnanhai, sede del máximo poder central chino, según el mismo relato, del que hay fotos testimoniales.
En una entrevista periodística, Friedman recordó: “Cuando fui invitado a China en 1980, me sorprendió que un país comunista quisiera escuchar a alguien como yo. Pero Deng Xiaoping estaba claramente interesado en abrir la economía y quería comprender todos los modelos posibles”. (Milton Friedman, citado en The Wall Street Journal, 1994).
El consejo de Friedman: liberalizar con cautela. Durante su visita, Friedman impartió charlas a economistas y planificadores chinos, recomendando reformas graduales pero firmes hacia el mercado: “No deben temer al capitalismo. El mercado libre no es una ideología; es una herramienta para mejorar el bienestar humano”. (Milton Friedman, conferencia en la Academia China de Ciencias Sociales, 1980, documentado en Two Lucky People, autobiografía de Milton y Rose Friedman, University of Chicago Press, 1998).
Friedman aconsejó especialmente sobre la necesidad de liberar los precios agrícolas, un paso clave que China comenzaría a implementar pocos años después con el sistema de responsabilidad familiar, que reemplazó las comunas por unidades de producción familiar.
Aunque no se reunió personalmente con Deng Xiaoping, Friedman mantuvo encuentros con altos funcionarios, incluidos algunos asesores económicos del Comité Central. Según recordó el propio Friedman, “Me escucharon con atención. Algunos tomaban notas como si estuviera revelando secretos de Estado. Pero lo que les decía era simple: el control centralizado sofoca la creatividad y desincentiva el esfuerzo”. (Two Lucky People, pág. 450.)
Años más tarde, varios economistas chinos que participaron en esas sesiones reconocieron la influencia del pensamiento de Friedman en la formulación de políticas claves, aunque adaptadas al modelo local. La visita de Milton Friedman a China en 1980 es un episodio poco conocido, pero revela la apertura mental del liderazgo chino para iniciar una transformación económica y social profunda. Milton Friedman compartió con generosidad académica sus puntos de vista.
Xi Jinping: de Liangjiahe a Iowa
Durante la Revolución Cultural, el joven Xi Jinping fue enviado a la aldea rural de Liangjiahe, donde vivió en condiciones extremadamente difíciles. Ya en carrera a la normalización de su vida y en el marco del apoyo de las autoridades estadounidenses para recibir a jóvenes chinos, viajó a Muscatine, Iowa, donde convivió con una familia de farmers y pudo ver de cerca la fortaleza de la productividad agrícola de ese país.

Allí, Xi descubrió un modelo agrícola empresarial y eficiente. Años más tarde, ya como Vicepresidente, regresó a esa ciudad y declaró: “Aquí comencé a entender la sociedad americana desde lo cotidiano” (NBC News, febrero 2012). El modelo de las «farms» estadounidenses son un modelo a seguir por parte de las políticas de fomento de la productividad rural que se reflejan en las leyes aprobadas: de promoción del canje de maquinaria agrícola, del nuevo régimen de semillas, de control de fertilizantes químicos y de promoción de la calidad de vida rural, además del gigantesco despliegue de las redes 5G en toda China. El objetivo fue, y es, pasar de agricultores de subsistencia a mini empresarios agrícolas con mejor calidad de vida. Una verdadera revolución en la gestión agrícola se puso en marcha, especialmente desde 2008, acompañada por consolidación de propiedades en medianas y grandes y un sólido rol de las cooperativas agrícolas que han modernizado la gestión agrícola.
Clinton y la OMC: el salto institucional
El presidente Bill Clinton y su par Jiang Zemin lideraron una de las negociaciones multilaterales más importantes del cambio de siglo: el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio. Fue un proceso arduo que demandó más de una década de diálogos, inspecciones, concesiones comerciales y reconfiguraciones estructurales, que sentó las bases de la prosperidad mundial tal como la conocimos hasta hace poco. Como sucede en los negocios bien hechos, fue un «ganar-ganar» que sentó las bases del gigantesco intercambio de bienes y servicios entre China y el mundo, y en especial con Estados Unidos.
El Presidente Clinton afirmaba que incluir a China en las reglas del juego de la OMC era una apuesta por la estabilidad del orden internacional. En un discurso en marzo de 2000, dijo: “Queremos que China sea parte del mundo, no aparte del mundo… Es mejor que esté dentro del sistema” (U.S. Chamber of Commerce, 2000). De Clinton puede decirse que fue el actor clave que dio ese gran paso junto al Presidente chino Zeming: Esa ardua negociación estuvo rodeada de traspiés y dificultades, pero finalmente llegó a buen puerto.
Jiang Zemin, por su parte, comprendió que el acceso al comercio global implicaba una transformación profunda de la economía china: reducción de subsidios, mayor transparencia, mayor apertura al capital extranjero y el compromiso de resolver disputas comerciales bajo estándares internacionales. El acuerdo se firmó en 2001 y marcó un antes y un después: China ingresaba al sistema global de libre comercio, atrayendo inversiones, ampliando su base industrial y sacando a cientos de millones de personas de la pobreza. Estados Unidos, por su parte, consolidaba un vínculo comercial que sería central en su propio ciclo de crecimiento económico globalizado.
Menem, Bush y el puente en tiempos de aislamiento
En noviembre de 1990, el presidente Carlos Menem realizó un viaje histórico a China en un momento en que Occidente mantenía un boicot diplomático tras los sucesos de Tiananmen. Aprovechando su presencia en Tokio para la entronización del emperador Akihito, Menem decidió visitar Beijing aceptando una cordial invitación que le había realizado el Presidente chino Yang Shankung en mayo de 1990 en la Casa Rosada. Antes de partir a Japón, Menem decidió en ese viaje visitar China. Lo consultó con el entonces ministro consejero de la embajada argentina en China, Juan Arcuri, y recibió la confirmación de que sería muy bien recibido por las autoridades chinas.

Menem conversó con el entonces Presidente George H. W. Bush -además exembajador estadounidense en Beijing-, quien celebró la decisión de la visita a China : “Es mejor tender puentes con China. Le deseo éxitos en el viaje” (conversación privada, testimonio de Menem).
Entre el 14 y el 16 de noviembre de 1990, Menem fue recibido por el presidente Yan Shangkun y el secretario general del PCCh Jiang Zemin. Fue el primer jefe de Estado occidental en visitar China tras los sucesos de Tiananmen, y su gesto causó una profunda impresión en el liderazgo chino. Se firmaron acuerdos consulares, científicos y económicos, y se estableció el Protocolo de Consulta Política.
El gesto de Menem abrió el camino para que otros líderes occidentales y CEOs retomaran sus relaciones con China. La visita consolidó a Argentina como “gran amigo” del gigante asiático, con efectos concretos en la relación bilateral, incluyendo el militante apoyo diplomático chino al reclamo argentino por las Islas Malvinas.
Lee Kuan Yew: el constructor del Singapur moderno y consejero de Oriente
El fundador de Singapur, Lee Kuan Yew, fue mucho más que un líder nacional: fue el arquitecto de una ciudad-estado que pasó de la pobreza a convertirse en uno de los centros financieros y tecnológicos del mundo. Su legado como modernizador pragmático y defensor del mérito institucional lo convirtió en una figura admirada globalmente.
Lee fue también un consejero frecuente de los líderes chinos. Deng Xiaoping admiraba el modelo de Singapur como ejemplo de desarrollo disciplinado, eficiente y orientado a resultados. En su libro From Third World to First (2000), Lee afirmó: “China quiere ser moderna, no occidental. Hay que entender su lógica antes de juzgarla”.
En una conferencia en la Universidad de Harvard, Lee expresó con claridad: “Quien no entienda la historia de China, no entenderá su futuro. China se moderniza a su manera, y juzgarla con esquemas ideológicos es un error que Occidente no puede permitirse”.
El corolario visible: cadenas globales, marcas conocidas
Hoy, la complementariedad entre China y Estados Unidos se expresa no sólo en tratados y cumbres, sino en símbolos visibles de consumo y cultura. Los parques Disney en Shanghái y Hong Kong, los más de 10.000 locales de KFC, más de 5.500 de McDonald’s y unas 7.800 tiendas Starbucks en las principales ciudades chinas, así como las sedes de Walmart abastecidas en un 70–80% por productos chinos, son prueba palpable de una relación económica profundamente integrada en la que todos ganan.
Estados Unidos instaló así una suerte de «embajadas de marca» que, lejos de ser instrumentos oficiales, funcionan como vectores culturales y comerciales. Son, en cierto modo, el corolario cotidiano de aquella estrategia de apertura iniciada hace medio siglo: una integración práctica que genera prosperidad, interdependencia y estabilidad.
El largo juego de la historia
La historia de la cooperación chino-estadounidense no fue una historia de amor, sino de realismo. Fue construida por Nixon, Deng, Carter, Xi, Clinton, Jiang, Menem, Bush, Lee Kuan Yew y otros líderes internacionales que vieron más allá del conflicto inmediato.
En On China (2011), Kissinger concluyó: “El desafío no es evitar que China crezca. Es asegurarse de que ese crecimiento ocurra dentro de un marco cooperativo”.
Y como dijo Lee Kuan Yew al New York Times en 1994: “Si EE. UU. y China mantienen canales abiertos, el siglo XXI será de prosperidad, no de confrontación”.
La lección sigue vigente: los líderes que entienden al otro son los que hacen historia. El encuentro de Zhou Enlai y Kissinger, y luego los esfuerzos de compresión de ambos países, crearon el camino de la cooperación armónica entre China, Estados Unidos y Occidente. Más allá de los debates geopolíticos apasionados, la modernización y apertura china llevó a que 800 millones de personas salgan de la pobreza y se integren al mundo del consumo, lo que benefició a la economía mundial y generó cambios económicos y sociales cuyos efectos aún persisten. No lo hubieran imaginado los dos jugadores de ping pong, uno estadounidense, Glenn Cowan y otro chino, Zhuang Zedong, cuando con la espontaneidad de los deportistas se cruzaron en Japón y rompieron el frío hielo diplomático para iniciar un camino de acercamiento de sus naciones que cambiaría la historia del Siglo XX. Tiempos de grandeza.