De ser un país pobre a convertirse en potencia mundial, en menos de 50 años: un “milagro económico” después de una guerra

Un proceso llamado “Reforma y apertura” logró sacar a 740 millones de personas de la pobreza.
Una potencia mundial que supo ser muy pobre.
Una potencia mundial que supo ser muy pobre. Foto: Unsplash.

Es habitual encontrar historias de regiones que en el pasado fueron centros de riqueza y esplendor, pero que en la actualidad padecen desigualdad y pobreza, como sucede con Potosí, en Bolivia. Sin embargo, también existen ejemplos que van en sentido opuesto: países que lograron levantarse desde la miseria para convertirse en potencias globales.

Uno de los casos más emblemáticos es el de China. En menos de medio siglo, pasó de ser una nación marcada por la pobreza extrema y las secuelas de una guerra devastadora, a posicionarse como una de las principales economías del mundo.

Bandera de China. Foto: Unsplash
China y un "milagro económico". Foto: Unsplash.

Este fenómeno, que muchos describen como un verdadero “milagro económico”, transformó no solo su panorama interno, sino también el equilibrio del poder global.

Cómo hizo China para dejar de ser un país pobre y convertirse en una superpotencia mundial

Hace no muchas décadas, en 1949, China era un país pobre y golpeado por la guerra. Varios años después, en 1978, el Producto Interno Bruto chino era de 150.000 millones de dólares para más de 800 millones de ciudadanos. Nada, en comparación a los 18 billones de dólares que marcó en 2022.

Gran parte de la culpa de que China haya abandonado esa realidad y hoy en día sea uno de los países más poderosos y ricos del mundo, es de Deng Xiaoping, quien propuso un “socialismo con características chinas”.

Deng Xiaoping. Foto: Wikipedia.

A partir de esa idea, el hombre que se desempeñó como líder supremo desde diciembre de 1978 hasta noviembre de 1989, impulsó distintas reformas económicas: se centró en la agricultura, en la liberalización del sector privado, en modernizar la industria y abrir el país al comercio exterior.

Con estas reformas, China comenzó a abrirse al mundo. En 2001, tras un arduo proceso de negociación, el país ingresó en la Organización Mundial del Comercio, un paso clave para su integración en la economía global. A partir de ese momento, China se convirtió en “la fábrica del mundo”, produciendo desde bienes de consumo masivo hasta tecnología avanzada. En 2008, cuando la crisis financiera golpeó a Occidente, China emergió como el principal motor de crecimiento global.

El “milagro chino” no fue inmediato, pero sí sostenido. Durante décadas, el crecimiento anual del PIB se mantuvo por encima del 8%, y más de 700 millones de personas salieron de la pobreza. La transformación fue tan profunda que China pasó de ser un país rural y atrasado a convertirse en un centro global de manufactura, innovación y comercio.

Aunque Deng se retiró gradualmente del poder hace más de 30 años, su legado marcó el rumbo de China hasta hoy. El modelo que él diseñó -un sistema autoritario en lo político pero flexible en lo económico- sigue guiando el desarrollo del país más poblado del planeta.