A 111 años de la Primera Guerra Mundial: por qué Serbia actuó como lo hizo y arrastró a toda Europa hacia la oscuridad

“Se están apagando las luces por toda Europa; no las volveremos a ver encendidas en nuestro tiempo”, dijo entonces Sir Edward Grey, ministro de Asuntos Exteriores británico.
La primera página de la edición del Domenica del Corriere, un periódico italiano, con un dibujo de Achille Beltrame que representa a Gavrilo Princip matando al archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo.
La primera página de la edición del Domenica del Corriere, un periódico italiano, con un dibujo de Achille Beltrame que representa a Gavrilo Princip matando al archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo. Foto: Portada de la Domenica del Corriere Año XVI n. 27 del 5-12.7.1914.

El 28 de julio de 1914, el Imperio Austro-Húngaro le declaró la guerra a Serbia. Las luces finalmente se habían apagado en Europa, y las alianzas militares entre las grandes potencias hicieron que la oscuridad se extendiera rápidamente, dominando el continente durante los siguientes cuatro años.

En notas anteriores explicamos cómo la reconfiguración del equilibrio de poder terminó por precipitar la guerra en 1914. Sin embargo, al cambiar de escenario y enfocarnos en los Balcanes, podemos entender desde una perspectiva geopolítica por qué Serbia actuó como lo hizo, desatando la crisis de julio y arrastrando a toda Europa hacia la oscuridad.

Serbia, un actor perjudicado, incluso por sus propios aliados

Serbia, que había alcanzado su independencia del Imperio Otomano en 1878 tras la firma del Tratado de Berlín, emergió como un Estado nacional pequeño pero decidido a expandir su influencia entre los pueblos eslavos del sur. Esa vocación no solo era territorial, sino también simbólica. En 1903, un grupo de oficiales nacionalistas serbios asesinó al rey Alejandro Obrenović y a su esposa en un sangriento golpe palaciego. El ascenso al trono de la dinastía Karađorđević, de orientación más cercana a Rusia y favorable al paneslavismo, marcó un giro radical en la geopolítica exterior serbia, alejándola de Austria-Hungría y acercándola al eje eslavo.

El punto de culminante llegó en 1908, cuando Austria-Hungría anunció la anexión formal de Bosnia-Herzegovina, un territorio poblado mayoritariamente por eslavos del sur que Serbia consideraba parte de su esfera de influencia.

Conseguir la conformidad del ministro de Asuntos Exteriores ruso, Alexander Izvolsky, no fue difícil: a cambio de aceptar la anexión, Rusia esperaba obtener apoyo austríaco para mejorar su acceso a los estrechos turcos, vitales para su proyección naval. Sin embargo, el anuncio inesperado de la anexión el 5 de octubre desató una crisis europea.

Izvolsky negó haber acordado la anexión y exigió una conferencia internacional para aclarar la situación, mientras Austria-Hungría eludía las negociaciones. La crisis se prolongó meses, con movilizaciones militares y tensiones crecientes hasta que en marzo de 1909 Rusia, presionada por Alemania y aún debilitada tras su derrota en la guerra contra Japón (1904 y 1905), reconoció finalmente la anexión y pidió a Serbia hacer lo mismo.

Bosnia-Herzegovina en 1914. Foto: Del libro "Sonámbulos: Cómo Europa fue a la guerra en 1914", de Clark, C. (2012), Galaxia Gutenberg.

La radicalización

Para muchos en Serbia fue una humillación nacional que debía ser resarcida. Con esa herida abierta el nacionalismo serbio se replegó hacia formas clandestinas de resistencia. La organización Narodna Odbrana, oficialmente convertida en entidad cultural, reanudó en secreto sus actividades subversivas.

Desde 1909, sus redes se expandieron en Bosnia-Herzegovina con apoyo ruso, promoviendo el ideal de una gran Serbia mediante propaganda, entrenamiento paramilitar y coordinación con células como la Mano Negra, de la que surgiría Gavrilo Princip, autor del regicidio de 1914.

Las guerras de los Balcanes

La experiencia de las Guerras de los Balcanes (1912–1913) estuvo precedida por la debilidad creciente del Imperio Otomano, evidenciada tras su derrota frente a Italia en la guerra de Libia (1911–1912).

Aprovechando este debilitamiento, una coalición de Estados balcánicos lanzó una ofensiva conjunta para expulsar definitivamente a los otomanos de Europa, marcando un punto de inflexión estratégico para Serbia.

A pesar de sus éxitos militares contra el Imperio Otomano y sus antiguos aliados, el proyecto serbio de alcanzar una salida soberana al mar Adriático fue bloqueado por una maniobra geopolítica de Austria-Hungría: la creación de un Estado albanés independiente. Viena impuso una solución que, en términos geopolíticos, cercenaba la proyección marítima de Serbia.

La insistencia de Serbia en obtener la tan ansiada salida soberana al mar Adriático era considerada por Viena no solo como un desafío territorial, sino también como una amenaza directa a su seguridad: la estrecha relación entre Serbia y Rusia hacía temer que San Petersburgo intentara instalar un puerto naval ruso en la costa adriática, alterando el equilibrio de poder regional.

Los Balcanes tras la Segunda Guerra de los Balcanes. Foto: Del libro "Sonámbulos: Cómo Europa fue a la guerra en 1914", de Clark, C. (2012), Galaxia Gutenberg.

Este episodio, aunque finalmente se solucionó en la Conferencia de Londres entre diciembre de 1912 y julio de 1913, estuvo a punto de desatar la Primera Guerra Mundial mucho antes de la fecha que conocemos.

Para mantener a raya a Serbia en la cuestión de Albania, el Imperio Austro-Húngaro envió un ultimátum que, ante la incertidumbre sobre el respaldo ruso, llevó a Serbia a aceptar de mala gana la imposición de Viena.

La última provocación

Durante los meses previos al estallido de la guerra, Francia finalmente decidió brindar garantías sólidas a Rusia para apoyarla en su ambiciosa política balcánica. Este respaldo fortaleció a San Petersburgo para sostener a Serbia como su principal aliado en la región, consolidando un frente común contra Austria-Hungría.

Sin embargo, más allá de estas alianzas formales y estratégicas, el elemento que terminó por llevar a Europa hacia la oscuridad fue la visita del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono austrohúngaro, a Sarajevo en los últimos días de junio de 1914.

La elección del 28 de junio, día de San Vito, no fue una casualidad ni un detalle menor: para los serbios, esta fecha posee una profunda carga simbólica y religiosa. San Vito es uno de los santos patronos de Serbia y su día se ha asociado tradicionalmente con la resistencia nacional y la defensa de la identidad serbia frente a invasores y opresores. Además, el 28 de junio es la fecha en que, siglos atrás, Serbia perdió formalmente su independencia ante la expansión del Imperio Otomano, un episodio que marcó profundamente la memoria colectiva del pueblo serbio.

Francisco Fernando y su esposa Sofía abandonan el Ayuntamiento de Sarajevo tras leer un discurso el 28 de junio de 1914. Fueron asesinados cinco minutos después. Foto: Europeana 1914-1918. Wikimedia Commons.

Por ello, la visita del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo justamente en este día fue interpretada por muchos serbios como una provocación deliberada y una afirmación ostentosa del dominio austrohúngaro en un momento cargado de significado para la comunidad local.

En un contexto donde las heridas diplomáticas aún estaban abiertas y el resentimiento latente era intenso, esta visita terminó por romper cualquier frágil equilibrio.

El asesinato del archiduque a manos de Gavrilo Princip, un joven nacionalista serbio vinculado a la organización Mano Negra, no fue solo un acto de violencia aislado, sino la manifestación extrema de un conflicto que venía gestándose durante años. Fue la gota que derramó el vaso en una región donde las rivalidades imperiales, las alianzas militares y las tensiones identitarias habían convertido a los Balcanes en un polvorín geopolítico.

Un 28 de julio de 1914, el Imperio Austro-Húngaro finalmente le declaró la guerra a Serbia. Las luces finalmente se habían apagado en Europa, y las alianzas militares entre las grandes potencias hicieron que la oscuridad se extendiera rápidamente, dominando el continente durante los siguientes cuatro años.