El descubrimiento del supuesto origen inventado habría desencadenado la sorpresiva separación del archiduque Alejandro de Austria, heredero de una de las casas reales más antiguas de Europa.
El Archiduque Alejandro de Austria y la condesa Natasha Rumyantzoff-Pashkevich. Foto: Pinterest.
Durante siglos, las grandes dinastías europeas defendieron la pureza de sus linajes. La nobleza, aunque actualmente cumple un rol simbólico en la mayoría de los casos, continúa siendo un símbolo de herencia, tradición y, sobre todo, prestigio social.
Por este motivo, cuando uno de sus miembros queda envuelto en una supuesta historia de engaño, la repercusión escala y, de alguna manera, se convierte en una crisis de legitimidad. Eso es, precisamente, lo que parece haber sucedido con el matrimonio entre el archiduque Alejandro de Austria y la supuesta condesa Natacha Roumiantzoff-Pachkevitch.
El Archiduque Alejandro de Austria y la condesa Natasha Rumyantzoff-Pashkevich. Foto: Pinterest.
La boda, celebrada el 30 de septiembre de 2023 en el castillo de Beloeil, en Bélgica, prometía ser una fusión perfecta. Él, hijo de la princesa María Astrid de Luxemburgo y descendiente directo del último emperador de Austria, Carlos I, y ella, una empresaria de eventos parisina que se presentaba como condesa, descendiente de la nobleza rusa.
La ceremonia, a la que asistieron miembros de casas reales de Luxemburgo, Bélgica y Liechtenstein, se desarrolló bajo el brillo y el lujo de la realeza. Sin embargo, para algunos de sus miembros, los rumores de un supuesto engaño eran demasiado fuertes, lo que los obligó a preguntarse: ¿Quién era realmente Natacha?
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Las dudas sobre la legitimidad del título de condesa que ostentaba Natacha comenzaron a tomar forma mucho antes de su boda. La historiadora estadounidense Marlene A. Eilers Koenig, especializada en casas reales europeas, había advertido en su blog sobre las inconsistencias en la historia familiar de los Roumiantzoff-Pachkevitch.
La condesa Natasha Rumyantzoff-Pashkevich. Foto: Instagram / metrosocietyph.
Según sus investigaciones, el linaje nobiliario no era más que un invento del abuelo de Natacha, Nicolás Roumiantzoff, un militar francés de destacada carrera que fue condecorado por su participación en la Segunda Guerra Mundial.
En sus memorias, Nicolás aseguraba ser descendiente de una antigua familia de la nobleza rusa, portador de apellidos como Roumiantsev, Zadunaisky y Pachkevitch. Sin embargo, registros históricos indican que los últimos miembros documentados de esas familias murieron sin descendencia masculina en los siglos XIX y XV.
No obstante, la inconsistencia más destacada por la historiadora es la figura del general Piotr Alexandrovitch Roumiantsev en esta supuesta historia familiar. Si bien Nicolás lo señalaba como su padre, se encontró que este sujeto falleció casi un siglo antes de su supuesto nacimiento.
El fenómeno de los "nobles apócrifos" no es nuevo. Con la caída de las monarquías y la disolución de muchos títulos oficiales tras la Primera Guerra Mundial, no fueron pocos los individuos que, en el exilio o en la diáspora, adoptaron nombres y rangos aristocráticos sin sustento legal ni histórico.
La condesa Natasha Rumyantzoff-Pashkevich junto a su padre. Foto: Pinterest.
En Francia, por ejemplo, durante los años 30 y 40, era relativamente común encontrar exiliados que se autoproclamaban príncipes o condes del extinto Imperio Ruso. En algunos casos, por nostalgia y, en otros, como una estrategia para escalar socialmente.
El abuelo de Natacha, según todo indica, cayó en esta tentación. Y su nieta, nacida ya en un entorno donde el mito estaba consolidado, continuó con la narrativa familiar. No hay pruebas claras de que ella misma conociera la verdad, pero muchos dudan de su palabra: ¿lo ignoraba o lo ocultaba?.
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La separación entre Natacha y Alejandro de Austria se hizo pública en abril de 2025, aunque los signos de distanciamiento eran visibles desde hacía meses. Ella, de un día para el otro, dejó de usar el apellido de casada y no asistió a funerales familiares ni eventos oficiales con su esposo.
Incluso organizó una fiesta alternativa al Día de San Valentín con su hermana, mientras la nobleza especulaba con la ruptura. Para la familia del archiduque, que desciende realmente de casas reales con siglos de historia, el descubrimiento de un linaje falsificado habría sido un golpe no solo emocional, sino simbólico.
Duques y Archiduque de Austria junto a Natacha Roumiantzoff-Pachkevitch el día de la boda. Foto: Pinterest.
Aunque en el siglo XXI los títulos nobiliarios no implican necesariamente poder político, todavía conservan un valor cultural importante.
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En la mayoría de los países europeos, los títulos nobiliarios ya no son otorgados ni reconocidos oficialmente. España, por ejemplo, mantiene un registro de títulos del Reino y una normativa para su sucesión, pero en Francia y otros países republicanos, como Italia, ya no existe ningún reconocimiento legal. Esto favoreció la proliferación de títulos falsos o no verificados.
La nobleza rusa, por su parte, desapareció oficialmente tras la Revolución de 1917. Sin embargo, existen asociaciones de descendientes que conservan registros históricos y que han manifestado su rechazo a quienes utilizan títulos no oficiales.
Muchas familias europeas asumen títulos de rango social sin el reconocimiento de las autoridades de un país donde existen o existieron títulos nobiliarios. Foto: Unsplash.
En más de una ocasión, denunciaron públicamente a quienes se presentan como "príncipes" o "condes" sin pertenecer a ninguna casa legítima.
Mientras el archiduque Alejandro retoma su vida alejado de los focos mediáticos y Natacha reorganiza su carrera profesional sin el apellido aristocrático, las consecuencias del engaño siguen dando de qué hablar en los salones de Europa.
Como dijo una vez el historiador inglés Edward Gibbon, “la nobleza es un mérito heredado, no inventado”. Y ese mérito, cuando es ficticio, tiene fecha de caducidad.
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