Además de preservar una rica tradición local, la doble celebración es una atracción turística que destaca la conexión de la ciudad con sus raíces y espíritu comunitario.
Un pintoresco pueblito llamado Appenzell es sinónimo de las tradiciones suizas más bellas, como el canto a la tirolesa, el queso, los descensos alpinos del ganado y los bailes típicos. Una de las costumbres más curiosas de esta ciudad tiene que ver con celebrar dos Nocheviejas.
El origen de esta insólita tradición se dio cuando algunas comunidades protestantes de la zona no aceptaron el cambio que significó la reforma del calendario gregoriano. El sistema de medición del tiempo que se utiliza en la actualidad en la mayoría del mundo sustituyó en el siglo XVI al calendario juliano, hasta entonces en vigor.
Insatisfechos con la modificación, los habitantes de Appenzell siguieron festejando el fin de año el 13 de enero, como hacían previamente con el calendario juliano. Hoy en día, con el objetivo de respetar la tradición y de paso celebrar por partida doble, los ciudadanos de este pueblito mantienen ambas fechas en el almanaque.
De este modo, tanto el 31 de diciembre como el 13 de enero, esta remota localidad de 7.000 habitantes se viste de gala para los festejos: los Silvesterchläuse, unos personajes reconocidos por sus atuendos y rituales únicos que desempeñan el papel de mensajeros de la buena suerte y la prosperidad para el nuevo año, salen a las calles de Appenzell.
El Silvesterchläuse tiene raíces que combinan creencias paganas y cristianas. Originalmente, se pensaba que hacer ruido y usar disfraces espantosos ahuyentaba a los malos espíritus al inicio del año. Con el tiempo, la tradición se integró al marco cultural y se transformó en un evento festivo que hoy en día se manifiesta en expresiones de deseos, el repicar de sus campanas y la entonación de canciones tradicionales.
En la actualidad, esta práctica es un símbolo de identidad cultural en Appenzell y un atractivo turístico que atrae a visitantes de todo el mundo. Al mismo tiempo, sigue siendo una festividad profundamente arraigada en las comunidades locales.
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La remota localidad de Appenzell está ubicada en el noroeste de Suiza, entre el macizo Alpstein y el lago Constanza. Corazón del cantón más pequeño del país, Appenzell Rodas Interiores, parece una postal típica suiza con un entorno alpino que ofrece cimas, bosques, cuevas y tres lagos de montaña.
Además, cuenta con un paisaje idílico en el que disfrutar de senderismo, rutas en teleférico, deportes de nieve y alojamientos particulares, como las posadas construidas sobre roca. También es el lugar en el que perviven tradiciones ancestrales alrededor de la agricultura y la ganadería lechera.
Por si todo esto fuera poco, en esta curiosa ciudad donde la población de vacas triplica la de habitantes, se produce el queso Appenzeller, un manjar del que solo dos personas en el mundo saben la receta. Elaborado a base de leche de vaca cruda, tiene un sabor fuerte, afrutado y picante por lo que se usa en recetas como la fondue y la raclette.
Esta delicia se produce a mano desde hace más de 700 años y se caracteriza por recurrir a una fórmula que fue legada de generación en generación como herencia eterna, hasta convertirse en un ícono nacional tan arraigado en Suiza como el reloj de cuco.
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