Aunque el 19 de julio de cada año se cumple otro aniversario del fallecimiento del Negro Fontanarrosa, sus cuentos y dibujos viven cada día más.
Roberto Fontanarrosa, escritor argentino.
Siempre, pero siempre que una historia de fútbol y de barrio existió, Roberto Fontanarrosa la transformó en la mejor de todas las historias de fútbol y de barrio.
A veces invocaba algún partido de su cuadro Rosario Central, a veces a algunos héroes desconocidos, a veces a los más afables futboleros de cualquier bar perdido. Pero no, eso no fue todo. Hubo y habrá mucho más Fontanarrosa para el mundo. Desde “Inodoro Pereyra”, hasta dibujos e historias de campitos con arcos, yuyos, botines pelados, amores no correspondidos, policías, “Boogie El Aceitoso” y personajes y jugadas de Mundiales.
El Negro, que nació en Rosario, a cada paso soñaba jugar al fútbol como escribía. Soñaba y soñaba. Apretaba cada nervio de su cerebro para jugar como soñaba. Y, aunque no pudo jugar, encontró en la cintura de su imaginación la mejor gambeta y los mejores goles. Lo que sí pudo hacer, fue contar cientos de memorias y verdades que le entraban por los ojos y le atravesaban el cuerpo.
En una época literaria de alta clase en Argentina y latinoamérica empujada por Borges, Bioy Casares, Cortázar y compañía, Fontanarrosa inventó el arte de contar como nadie contó con las mismas palabras e insultos que se usan para conversar con cualquier vecino, para pelearse en cualquier senda peatonal o para gritar en un estadio de fútbol. También enseñó que cuestionarse todo, nunca está de más: “las malas palabras no nacieron así, la sociedad las hizo malas”.
Vivió hasta los 62 años que le alcanzaron para ser todo lo que pudo ser: humorista, dibujante gráfico, escritor, hijo, padre y buen amigo. Falleció en 2007 por esclerosis lateral amiotrófica.
Un tipo que disimulaba su genialidad con su andar insulso. Un tipo que se presentaba asimismo como nada más que “un sujeto de estatura mediana, con barba y temperatura inferior a la normal” y que aseguraba que “muy distinto es decir lo que no se piensa, que no pensar lo que se dice”.
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