El uso frecuente de estos productos en adolescentes, motivado por exigencias académicas y deportivas, preocupa a profesionales de la salud por sus efectos en el sistema nervioso, el corazón y el desarrollo neurológico.
Por Canal26
Viernes 16 de Mayo de 2025 - 18:20
Bebidas energizantes. Foto: Unsplash.
El consumo de bebidas energéticas entre adolescentes se convirtió en una preocupación creciente para los profesionales de la salud en distintos países. Impulsados por estrategias de marketing que destacan su capacidad para aumentar la energía y la concentración, cada vez más jóvenes recurren a estas bebidas.
Ya sea para mejorar su desempeño académico, enfrentar jornadas deportivas exigentes o simplemente mantenerse despiertos durante más tiempo, su consumo regular esconde numerosos riesgos para el bienestar físico y emocional.
Bebidas energizantes. Foto: Unsplash.
Estas bebidas, con altos niveles de cafeína, azúcar, taurina y otros compuestos estimulantes, están diseñadas para proporcionar una rápida activación del sistema nervioso central. Una sola lata puede contener entre 150 y 300 mg de cafeína, lo que representa hasta tres veces la dosis máxima recomendada para adolescentes.
La Clínica Mayo advirtió que superar los 100 mg diarios de cafeína en menores puede producir efectos adversos inmediatos y consecuencias a largo plazo, especialmente en órganos como el corazón y los riñones.
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El Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) identificó un incremento preocupante de afecciones renales en adolescentes consumidores frecuentes de bebidas energéticas. “Estamos observando un patrón que antes era infrecuente. La función renal en jóvenes se está viendo afectada por el consumo reiterado de estos productos”, señaló un portavoz del organismo.
La combinación con alcohol puede aumentar el riesgo de hipertensión, arritmias cardíacas, e incluso infartos y accidentes cerebrovasculares. Foto: Unsplash.
Sin embargo, los efectos no son solo físicos. El Dr. Joel Young, especialista en salud mental, remarcó que el uso habitual de estas bebidas puede alterar los procesos cerebrales que regulan el estado de ánimo, el sueño y la atención.
Los adolescentes con ansiedad o trastornos como el TDAH son particularmente vulnerables. La alteración de los ciclos de sueño, la irritabilidad, el nerviosismo y la pérdida de concentración son algunos de los síntomas más comunes entre quienes abusan de estos productos.
Una investigación de la Universidad de Minnesota también arrojó datos alarmantes: el consumo reiterado de bebidas energéticas durante la adolescencia aumenta la probabilidad de desarrollar adicciones a sustancias como el alcohol y el tabaco en etapas posteriores de la vida.
Las bebidas energéticas contienen cafeína y otros estimulantes que pueden aumentar temporalmente la energía y la alerta. Foto: Unsplash.
Especialistas en nutrición, como Jill Castle, insisten en que los padres deben estar informados sobre el contenido de estas bebidas y sus potenciales efectos.
“La cafeína puede interferir con el desarrollo neurológico, sobre todo en áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la regulación emocional y el sueño profundo”, advirtió la experta, quien además recomienda eliminar completamente el consumo en menores de 12 años.
En este contexto, diversos países europeos ya comenzaron a implementar restricciones específicas para proteger a los menores. Entre las medidas adoptadas se incluyen advertencias en el etiquetado, prohibición de ventas en entornos escolares y campañas de concientización.
El alto contenido de azúcar, cafeína y otros ingredientes puede contribuir a la formación de cálculos renales, deshidratación y otras complicaciones. Foto: Unsplash.
Frente a un panorama alarmante, los profesionales de la salud y las instituciones educativas coinciden en que la prevención y la educación son herramientas clave. Más allá del atractivo publicitario, el consumo rutinario de bebidas energéticas puede derivar en consecuencias graves, como alteraciones cardíacas, daño renal, trastornos del sueño y problemas de salud mental.
Por eso, es esencial que padres, docentes y profesionales trabajen de forma conjunta para fomentar hábitos más saludables y proteger el desarrollo integral de niños y adolescentes.
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