A 40 años de su primer éxito, Alice Cooper, el padre del “shock rock” o rock duro teatralizado, sigue desafiando al tiempo y demostrando estar a la altura de la leyenda. Montado en los clásicos que lo hicieron grande y precursor en eso de escandalizar y asustar, el estadounidense mantiene el embrujo de su bruja con el que cautivó a propios y extraños. Por Sergio Corpacci
Por Canal26
Lunes 30 de Mayo de 2011 - 00:00
En épocas donde el aluvión de visitas más que invitar obliga a ser selectos en lo que respecta a invertir un dinero en recitales, quienes hayan pagado lo que hubo que pagar (que bien lo vale ya verán) para ver y oír a Alice Cooper en el Estadio Malvinas Argentinas de La Paternal se habrán ido de allí más que satisfechos. Y con ganas de una más, como propuso el mismo Alice tras el cierre que por lista ya daba por terminada esa maravilla que el terrorífico Cooper trajo al país.
Porque ni bien subió el telón con la caripela del hombre nacido bajo el nombre de Vincent Fournier, los cerca de 2500 que sólo ocuparon más que la mitad del Estadio comenzaron a ser testigos de eso que el estadounidense le enseñó sin proponérselo a Kiss, Gwar, Marilin Manson o WASP por nombrar sólo a algunos.
Entonces pasados los 20 minutos de las 21 del sábado cuando irrumpió el atrio arácnido y de él apareció el Gran Cooper (este de mini no tiene nada), los ocho brazos de araña saludaron al fan que fue a ver al ídolo, a la leyenda y también a aquel al que la reverencia o la mera curiosidad rocker lo haya impulsado hasta Gutenberg 350. Y “Black Widow” abrió el fuego, el telón de esa puesta teatral y glam con la que Alice se hizo un nombre demasiado invisibilizado hace ya tiempo por cadenas musicales y el mercado mismo.
Y como las leyendas se construyen solas y a bordo de sus temas emblemáticos, La Bruja – su nombre remite a una hechicera – hechizó a un público que había calentado motores con el correcto y potente show previo de los locales Logos - con los clásicos con los que el precursor del horror show armó su imagen y semejanza.
Así fue como se sucedieron "I'm Eighteen" blandiendo una muleta como diciendo tengo 63 y me siento de 18, "Under My Wheels", "Billion Dollar Babies" y "No More Mr. Nice Guy", todos coreados y celebrados, como actuados y sostenidos, por una banda que suena más que afiatada y luce con todo el glam sin glamour y el heavy sin demasiado metal.
Alice venía de suspender su presentación en Chile por supuestos problemas de salud. Cuáles serían ni rastros, porque su voz sonó impecable y su impronta y presencia a los 63 años no denotó ningún vestigio de achaques. Es más, se movió, rockeó e hizo suyo el escenario sólo como los grandes trajinados pueden hacerlo.
Un cambio de vestuario dejó de lado al obligado cuero negro. Pero no el horror y el impacto visual porque una sangrada camisa blanca con la leyenda "I'll Bite Your Face Off" serviría para estrenar el tema homónimo sin decaer ante la novedad.
Una hermosa balada con Cooper aporreando teatralmente - cómo sino – a una mujer muñeca terminó siendo el único momento donde bajó la intensidad rockera pero aún así cautivando y una tira de clásicos ochentosos fue preludiando un final maravilloso en donde se destacaron "Hey Stoopid", "Feed My Frankenstein", con el mismísimo Alice en la piel de su propio monstruo de tres metros, la Eddie de Maiden, que a diferencia de esta, se dio el lujo de bailar, seguida por "Poison", "Killer y "I Love the Death" donde la guillotina hizo su trabajo de siempre con la “cabeza” de Alice rodando y rehaciéndose como por arte de magia.
Y cuando Cooper ya se había envuelto en su boa constrictora y nos la había mostrado desafiante y repugnante, la tremanda "School's Out" mechada con "Another Brick in The Wall", de Pink Floyd- dieron paso a "Elected", con el cantante enfundado en la camiseta argentina con su apellido artístico en la espalda y haciendo flamear el pabellón nacional no para decir de acá soy sino aquí estuve y ustedes, los que sólo ocuparon medio Malvinas, fueron testigos de un show increíble una fría noche de fines de mayo, show que seguramente de unos años miles se arrogarán el hecho de haber estado ahí.
Clima gélido conjurado, hechizado con la versión de "Fire" del enorme Jimi Hendrix donde Steve Hunter, Damon Johnson,Tommy Henriksen en guitarras, Chuck Garric en el bajo y Glen Sobel desde la batería concluyeron la maravilla terrorífica que con la que Alice volvió al país para deslumbrar y entretener.
Como hombre araña. Como brujo. Como espadachín regalando dólares pinchados. Castigando a su muñeca. Enroscándose en la boa. Jugando a ser guillotinado. A tener que necesitar muletas. A ser un enorme Frankenstein. Reventando globos fiesteros.
Y como frontman único, leyenda del rock mundial, con sus mejores temas y artilugios visuales, esos que le dieron un nombre. El de Alice, que pasó el país, con sus maravillas.
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