Brillo, color, destreza, elasticidad. Todo se conjuga en el espectáculo exquisito oriental que desde hace tiempo sorprende a grandes y chicos. Vuelan los platillos y vuelan sus contorsionistas. Una auténtica demostración del imperio chino. Por Claudia Seta
Por Canal26
Viernes 27 de Junio de 2008 - 00:00
Desde hace muchos años, el Circo de Beijing viene sorprendiendo a grandes y chicos por igual. Las destrezas, la disciplina y el color se destacan en los shows de origen mongol que fue creado en 1960.
“El Viento de Ghengi´s Khan” es el nombre del espectáculo que presentan por Latinoamérica y que llegó a Buenos Aires para encantar durante cuatro noches.
En la primera de ellas, celebrada este jueves 26 de junio en el Luna Park, los niños chinos hicieron su presentación ante los argentinos. El elenco está conformado por 39 acróbatas, dirigidos por XIN GUINING.
La música oriental es la que da inicio al espectáculo sobre el escenario donde una pantalla en blanco muestra el dibujo de un río. Mujeres vestidas con atuendos en rojo y blanco aparecen con sus bailes para darle la bienvenida a una niña contorsionista que dibuja figuras con sus pequeñas piernas. Sorprende con su elasticidad y se gana los aplausos del público mientras levanta una especie de trofeo.
Luego es el turno de los jóvenes chinos vestidos como cazadores en medio de un ritual. Con sus torsos desnudos sostienen sogas armadas en forma de aros por donde saltan una y otra vez, sin parar. A pesar de algunas imperfecciones, tienen el apoyo de la gente que expresa su asombro ante tanta destreza.
Minutos después, es tiempo para ellas: cuatro chinas con atuendos en blanco y celeste que se superponen entre ellas haciendo unas figuras sobre una mesa. Como cisnes en sus lagunas. Son niñas, se les nota al mirarlas a la cara.
Cada acto tiene su vestuario específico, y en cada uno realizan diferentes números, tales como balanceo de platillos, tiro al arco, contorsionismo. Hay momentos de destreza sobre un palo, otros payasescos donde juegan con sombreros y lucha entre guerreros.
Uno de los más aplaudidos es el que un joven mongol realiza en el aire: las torres de sillas. Las apila una por una mientras muestra, desafiante, su destreza y disciplina característicos de su país.
Otro de los momentos es el baile de una pareja, apenas tomados de una sábana colgada del aire. El romance no puede faltar en ningún espectáculo, menos en este. Tampoco se deja de lado la diversión que tiene su punto máximo de alegría cuando cinco adolescentes hacen piruetas sobre monocicletas. Se destaca la coordinación de movimientos mientras lanzan recipientes sobre sus cabezas y las de sus compañeras, y el público sabe reconocer dicho talento entre aplausos y gritos.
Las torres humanas ponen punto final a la noche para hacer el saludo de despedida ante la gente que se va conforme a su casa después de verlos en acción y perdona esos pequeños errores en algunos actos porque muestran talento pero no dejan de ser chicos en pleno aprendizaje de la disciplina mongol. Son los niños del Ghengi´s Khan que saludan sabiendo que han cumplido su tarea encomendada.
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