CRONICA DEL SEGUNDO SHOW: Pearl Jam es evolución, baby

Cero teoría, ciento por ciento de práctica. La legendaria banda ratificó que en vivo es perfecta porque en 20 años construyó una personalidad y una garra que pocos ostentan. Asi, La Plata fue testigo de otro recital increíble en un Estadio tan Único como el grupo de Seattle.

Por Canal26

Lunes 14 de Noviembre de 2011 - 00:00

Había que estar ahí. Invertir medio dia en la vida para reinvindicar la ausencia en 2005. O volver a ser parte de algo más que un recital. Pagar el precio de lo que no tiene precio. Porque ver a Pearl Jam en vivo vale lo que cuesta, o sea no tiene precio. Porque si la plata no hace la felicidad, ver a Pearl Jam en La Plata, en vivo, seguro.


Porque valen lo que cuesta. Cada peso y cada paso. La perla más preciada del mundo del rock en vivo es una banda ante todo generosa y liderada por “un hombre muy amable, muy fuerte, muy rico, muy suave” como presentó Jhon Doe, el bajista de los legendarios teloneros X a los que Eddie Vedder, el tipazo en cuestión acompañó en el último tema de una soberbia presentación previa.


Pearl Jam es generosa en extremo. En tiempos donde las bandas no sobrepasan los 18 temas por amarretismo o por creer que con eso alcanza, la banda del “ hombre muy amable, muy fuerte, muy rico, muy suave” irrumpe junto a Matt Cameron, Jeff Ament, Stone Gossard y MacCready a las 21.15 del sábado 13 en el Estadio Unico de La Plata y recién lo deja, en llamas como a los más de 45 mil asistentes, a las 0.04 del domingo 14.


Dos horas y 49 minutos (a ver si toman nota bandas de cachet y entradas astronómicas) que una crónica no puede contener ni compilar.


Casi tres horas de grunge, de rock alternativo, de post punk, de furia rocker, de reposada vena inflamada, de etiqueta Seattle, de, en fin, el más puro y combustible Pearl Jam. La gira en la que celebran sus 20 años arranca con la lenta y dolida Release del primigenio Ten, seguida por Go de Vs, que empezaban a desatar la algarabía de un campo discriminatoriamente dividido en tres partes, que se sacudió con Corduroy de Vitalogy e hizo lo propio con Hail Hail de No Code.


Explosión de pogo que detonaría al décimo tema con Even Flow, el de la corriente alterna, donde público y banda se funde y confunden en uno sólo.


Será por eso que al promediar el show Vedder se sorprende con la entrega de sus fans y lo traduce en “Son geniales, da un poquito de miedo verlos saltar y gritar desde acá arriba, la próxima vez tocan ustedes”.


Por suerte son ellos los que tocan y seguirån haciéndolo con una entrega, un profesionalismo, un virtuosismo y la incandescente llama de ese rock de Seattle que supieron mantener ardiente durante 20 años.


Entonces in situ se comprende que ver en vivo a Pearl Jam es más de lo que uno podía imaginar y perdérselo, una herejía imperdonable.


Porque a sus temas propios, la banda le agrega sentidos homenajes como a Los Ramones a quien en muy buen español, Vedder recordó “cúanto los extrañaba” y les dedicara “I Believe in Miracles” o “Yo creo en milagros”


El milagro manifestándose en el Estadio Unico de La Plata, de vivir a Pearl Jam en vivo y guardarlo para siempre, como esa impagable interpetación de "Do the evolution" o la impresionante versión de "Mother" de unos tal Pink Floyd, y también los sabios consejos de Vedder de que el campo delantero retrocediera tres pasos para evitar apretujamientos y situaciones desgradables de otrora que hasta culminaron en verdaderas tragedias.


La estelar noche de Pearl Jam se fue consumiendo entre clásicos de todos sus discos y puso punto final con la emocionante seguidilla donde se destacaron "Black", "Better Man", y para el "final final final" que nadie queria pero que irremediablemente se acercaba el magnífico cover de Neil Young, "Yellow Ledbetter" pegado a "Litlle wind" de Jimi Hendrix.


Es cierto que antes hubo más, pero desmenuzar en una crónica cada uno de los 33 temas es, además de farragoso, anecdótico.


Había que estar ahí. Ver entrar al “hombre muy amable, muy fuerte, muy rico, muy suave” acompañado de los otros tipazos. Sentir y verlo transformarse en vivo. Immolarse en escena, descargar la furia contenida, el ansia, el dolor y el milagro de seguir vivo y en carrera. Verlo irse. Había que dedicarle medio día en la vida para al menos lamentar un poco menos la ausencia en Ferro 2005.


La vuelta post Ferro ya fue. Las 2 horas y 49 minutos frente a Pearl Jam perdurarán porque como escribiera y aullara Neil Young, será como "el rock and roll, no morirán jamás".

Por Sergio Corpacci