Cómo sobrevivir a los celos y no morir en el intento

¿Se inquieta cuando a su pareja le suena el celular? ¿Es de los que revisan bolsillos o espían su correo electrónico? Si el fantasma de los celos sobrevuela en su atmósfera, es hora de que aprenda a diferenciarlos y que acuda a algunas estrategias para enfrentarlos lo más enteramente posible.

En su definición más básica, los celos constituyen aquello opuesto a la noción de confianza. A través de ellos, las personas garantizan la permanencia de su pareja y protegen la relación de actuales o potenciales intromisiones.

Pero es necesario distinguir entre los celos “normales”, que cualquier persona puede sentir en un momento dado y los celos “patológicos”. Los primeros consisten en una preocupación por la posible pérdida del ser amado o malestar por la relación real o imaginada que esa persona tiene con alguien más.

Por el contrario, los celos “patológicos” están acompañados de intensos sentimientos de inseguridad, auto-compasión, hostilidad y depresión y suelen ser destructivos para la relación. Quienes los padecen utilizan un pensamiento rígido basado en exigencias absolutistas y no admiten otra posibilidad que el cumplimiento de su propio deseo.
Mientras los hombres se ven más afectados ante la idea de una posible "infidelidad sexual", las mujeres sufren más cuando se trata de "infidelidad emocional" (cuando su pareja dedica atención a un tercero sin que necesariamente exista una relación sexual de por medio).

Si bien la existencia de los celos es universal y se basa sobre situaciones reales o fantaseadas, la clave consiste en mantener un equilibrio en pro de la construcción de relaciones fructíferas.

El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve...con lo que se imagina basta. Los celos constituyen aquello opuesto a la noción de confianza. Su presencia en las relaciones de pareja es innegable, ya sea al comienzo, en el curso o al final. Normal para algunos, enferma para otros, este tipo de emoción tiene orígenes específicos así como consecuencias para la interacción de las personas.

Los celos hay que vivirlos para entenderlos. Siempre has pensado que son un sentimiento estúpido y egoísta, pero los celos no descansan, están escondidos en lo más hondo, dispuestos a saltar en cuanto las condiciones justifiquen su presencia. También puede ser que prefieran dormir toda la vida si no se presentan ocasiones propicias para que despierten. Nadie puede considerarse inmune a los celos, aunque logre ejercer un severo control sobre ellos y hacerlos entrar en razón. No olvidar que los celos, en pequeñas dosis, también pueden ser un signo positivo, síntoma de un amor intenso y pasional.

Ser excesivamente celoso… sufrir de celos en silencio… duele mucho. Esta situación no te deja ser natural ni te ayuda a disfrutar de tu relación de pareja porque nunca consigues estar del todo relajado. Tu miedo a ser abandonado puede derivar de la escasa estimación que tienes de ti mismo. Cuando sientes celos pierdes el control de la situación y sufres, pero lo haces en silencio... hasta que estallas. Intentemos relajarnos un poco y tomarnos las cosas con calma. ¡Es imposible que en cada rincón haya un rival!

Los celos no siempre son por amor

En contra de lo que podría parecer y de lo que sugieren algunas letras de canciones, argumentos literarios o guiones de películas, no siempre son consecuencia de un gran amor, ni indican cuánto se quiere, se necesita o se desea a la otra persona. Y, normalmente, quienes padecen preferentemente estos ataques de celos son personas muy centradas en sí mismas, que sólo se curarán saliendo de su auto encierro. En muchas situaciones de celos hay, más que amor o miedo a la soledad, otras causas: sentimientos de posesión del otro, de necesidad de controlarle, de inseguridad en uno mismo, de envidia hacia la mayor riqueza de la vida emocional del otro.

"Los celos son malos consejeros" dice el refrán. No desdeñemos su importancia ni dejemos que se nos cuelen como sentimientos normales o que hasta tienen su encanto, por cuanto trasmiten "lo mucho que le quiero". En la realidad cotidiana, los celos rompen y enturbian las relaciones, y los individuos celosos acaban minando, con su posesividad y persecución asfixiantes, el gozo y el placer del encuentro, el equilibrio en la pareja, que se basa en la ternura, la comprensión, la tolerancia y el respeto a la autonomía del otro. Si en un momento determinado nos sentimos víctimas de un ataque de celos que perjudica nuestro bienestar emocional, actuemos decididamente:

Seamos concientes de que estamos padeciendo los celos sin querernos engañar jugando a ser progresistas.

Comuniquemos nuestros sentimientos a la persona cuyo comportamiento ha generado los celos, especificándole claramente las conductas que nos hacen sentirnos celosos.
Hablémosle cuanto haga falta, aunque sin someterla a una presión excesiva (y mucho menos aún, recurriendo a amenazas o agresiones físicas), y con ánimo de pedirle que nos ayude a disipar nuestras dudas. Se trata de saber qué ocurre en realidad y de cotejarlo con nuestra percepción, que perfectamente puede ser errónea.

Si se trata de un pensamiento irracional que estamos alimentando, debemos apoyarnos en la realidad y desterrarlo definitivamente. Nos será más fácil si contamos con la ayuda de la otra parte. Pero no olvidemos también es parte afectada, a la que debemos comprender y ayudar.

Revisemos durante un cierto tiempo nuestra actitud ante la otra persona, para comprobar que los celos han desaparecido.

Fortalezcamos el diálogo continuo, la confianza y el contacto amoroso: son los mejores instrumentos para superar el desencuentro y los celos.

Aceptémonos más, confiemos en nosotros mismos y trabajemos la seguridad en nosotros mismos, nuestra autoestima.

Y, por último, si hay motivo real para nuestros celos, planteemos con realismo la situación a nuestra pareja. Y armémonos de valor, paciencia y comprensión para superar la situación.