Como eran las celebraciones en el virreinato en lo que era considerado uno de los eventos más importantes del año.
La Iglesia de la Merced era uno de los puntos clave durante la Cuaresma.
Para el Virreinato del Río de la Plata las fiestas religiosas, especialmente Semana Santa, era un momento de encuentro y unidad en la pequeña "Aldea". La religión era un aspecto más que importante en la organización política y social en las calles de barro que adornaban el Cabildo y el Fuerte. ¿Qué costumbres reinaban por aquellos días?
El virreinato fue creado de manera permanente, el 27 de octubre de 1777, por disposición del rey Carlos III de España. El mismo se estableció por la enorme superficie que abarcaba el virreinato del Perú y que dificultaba las tareas de gobierno; desde entonces Buenos Aires pasó a tener más protagonismo como también así todo lo que sucedía allí.
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Para los primeros años del siglo XIX, Buenos Aires solo tenía siete parroquias que estaban ubicadas en los barrios que hoy constituyen la Ciudad. Como no podían ser de otra manera, cada iglesia competía con la otra para brindar el mejor espectáculo posible y procesiones en plena Semana Santa.
De esas fiestas podían participa todas las clases sociales, pero siempre respetando el estatus. Los rituales que realizaban eran, en la mayoría, los que habían introducido los conquistadores españoles.
Mariquita Sánchez de Thompson, una de las mujeres más notables de la época, comentaba:
"En La Merced -señala- había una señora de gran imaginación que tenía las ideas más originales, más graciosas, para estos casos. Y un año se preparó con el mayor sigilo la misa de resurrección. Arreglaron una armazón para formar una nube. ¿Hecha de qué?, me dirán. De algodón teñido de celeste mezclado con blanco y salpicado de estrellas de esmalte; ya podrás pensar, a las doce del día, la ilusión completa de esto. Dentro de esta nube venía un niño muy lindo vestido de ángel, que tenía una voz lindísima y a tiempo del Gloria se descolgó cantando el Gloria y echando flores y versos y, del mismo modos lo volvieron a subir. Juzga el miedo del pobre muchacho, la sorpresa del auditorio, la satisfacción de los inventores y la conversación que este hecho dejaría en el pueblo".
Mariquita Sánchez de Thompson.
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La historiadora Luciana Sabina cuenta que cuando llegaba la Cuaresma, las familias se compraban bulas de indulgencias que eran documentos para otorgar el perdón de los pecados (tanto para los vivos como los muertos). Cuando llegaba el segundo domingo de Cuaresma, estos se exhibían ante el resto del puesto en la llamada "procesión de la bula".
Las calles porteñas se poblaban durante la Semana Santa.
En los 40 días que duraba, solo podía comerse pescado. Quienes querían comer cuatro días en la semana carne, debían pagar otra bula que según contaba Mariquita se calculaba en base a la fortuna de cada uno. "La cabeza de la familia pagaba doce o veinte pesos o más; para los individuos de la familia, menos, y para los criados menos aún. Hasta que vino el permiso que se goza ahora, para sólo los viernes", explicó la ilustre porteña.
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En la cuenta regresiva a Pascua, se les tomaba una especie de examen a los fieles sobre la doctrina cristiana y luego se les entregaba un papel sobre su desempeño. Si aprobaban, podían confesarse y más tarde obtener el papel "confesión" para poder comulgar.
El templo a mediados del siglo XIX, por Charles Pellegrini.
La misa más concurrida se llevaba a cabo en la Plaza de Mayo, delante del Cabildo se montaba un altar donde las mujeres se ubicaban en alfombras y los hombres en círculo para escuchar el sermón sobre sus caballos. En el resto de las iglesias, los sermones eran escuchados de rodillas las mujeres y los hombres sentados.
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Los jueves era el día de gala. Salían a las calles a visitar las iglesias durante la jornada y las banderas de barcos de naciones católicas estaban a media asta hasta el sábado.
El Cabildo en época del virreinato.
El viernes, por otro lado, era el día de penitencia. Las iglesias eran concurridas desde la mañana, registrándose incidentes por la cantidad de gente. Durante ese día sucedía "la quema de Judas", que siguió hasta 1821, donde muñecos de trapo rellenos de combustiles se prendían fuego para que exploten en la noche de sábado.
El sábado se preparaban grandes cenas debido al ayuno que se cumplía y que se disfrutaban desde la medianoche. Luego, asistían a la misa de Resurrección que eran de madrugada, desde allí se llevaban a cabo las procesiones que daban por terminada la semana.
Por Yasmin Ali
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