A 84 años de la Operación Barbarroja: cuando Hitler unió a toda Europa para "destruir el comunismo"

Adolf Hitler movilizó más de 3 millones de soldados a lo largo de la frontera soviética de casi 3000 kilómetros, la mayor invasión terrestre de la historia moderna, junto a ejércitos aliados y unidades de voluntarios de casi todo el continente.

Por Damian Carca - Geopolítica en acción

Sábado 21 de Junio de 2025 - 12:19

El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com

El 22 de junio de 1941, Adolf Hitler desató la Operación Barbarroja, la mayor invasión terrestre de la historia moderna. Más de 3 millones de soldados alemanes cruzaron la frontera soviética en un frente de casi 3000 kilómetros, acompañados por ejércitos aliados y unidades de voluntarios de casi todo el continente. El objetivo declarado era la destrucción del comunismo; el real, conquistar el espacio vital (lebensraum) en el Este y convertirse en la potencia hegemónica de Eurasia.

¿Cómo pudo Hitler atacar a la URSS a sabiendas de que Gran Bretaña no había sido derrotada? ¿Realmente Stalin no estaba enterado de los planes alemanes o eligió ignorarlos por razones políticas? ¿Fue Barbarroja un error de cálculo militar o un exceso de ambición ideológica?

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¿Una tregua con Londres?

Para junio de 1941, casi toda Europa continental se encontraba bajo dominio o influencia del Tercer Reich. Desde la caída de Polonia en 1939, seguida por la rápida rendición de Dinamarca, Noruega, los Países Bajos, Bélgica y finalmente Francia en 1940, Hitler había consolidado una hegemonía sin precedentes en el continente. Solo Gran Bretaña resistía, aislada, pero aún combativa.

Tras la derrota francesa, Alemania lanzó la Batalla de Inglaterra, una campaña de bombardeos aéreos iniciada en julio de 1940 con el objetivo de doblegar a los británicos y allanar el camino para una posible invasión (la operación “León Marino”). Durante meses, la Luftwaffe atacó intensamente aeródromos, instalaciones industriales y finalmente centros urbanos como Londres en lo que se conoció como el Blitz. Esta ofensiva se prolongó hasta mayo de 1941, cuando Hitler, frustrado por la incapacidad de obtener una rendición británica y con la vista ya puesta en el Este, ordenó desviar sus recursos hacia la próxima gran campaña: la invasión de la Unión Soviética.

Mapa de los avances alemanes, junio de 1941. Fuente: Benjamín Núñez González - Wikimedia Commons Mapa de los avances alemanes, junio de 1941. Fuente: Benjamín Núñez González - Wikimedia Commons

En ese mismo mes, ocurrió un hecho desconcertante: el 10 de mayo de 1941, Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler, voló en solitario hacia Escocia con el objetivo de negociar una posible paz con Gran Bretaña. El episodio fue interpretado como un intento del régimen nazi de asegurar su retaguardia occidental antes de lanzar su ofensiva contra la Unión Soviética. Si bien Winston Churchill rechazó de plano cualquier tipo de acuerdo con el Tercer Reich, en la práctica, al momento en que Hitler lanzó la Operación Barbarroja, Gran Bretaña no representaba una amenaza directa sobre el continente europeo.

La Royal Air Force había iniciado en 1940 una campaña de bombardeos estratégicos sobre ciudades y centros industriales alemanes, pero estos ataques fueron limitados y no llegaron a comprometer seriamente la retaguardia del Reich. Además, no se abriría un segundo frente hasta junio de 1944, momento en que Estados Unidos lideró el Desembarco de Normandía. Esta situación permitió a Hitler concentrar sus fuerzas en el Este, con la esperanza de obtener una victoria rápida sobre la Unión Soviética.

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Una cruzada continental

El ataque a la Unión Soviética comenzó el 22 de junio de 1941 a las 3:15 de la mañana. Antes de la movilización masiva de tropas, la ofensiva se adelantó con intensos bombardeos aéreos sorpresa sobre ciudades, bases militares, aeródromos y centros de comunicaciones soviéticos, con el objetivo de debilitar la capacidad de respuesta del Ejército Rojo y desorganizar las defensas. La operación fue liderada por la Alemania nazi, que movilizó más de tres millones de soldados en un despliegue masivo a lo largo de un frente que se extendía desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro.

Los Legionarios Franceses en el Frente Oriental (1941) Los Legionarios Franceses en el Frente Oriental (1941). Fuente: facebook.com/historiasgm

A esta cruzada anticomunista se unieron casi todos los países de Europa bajo la influencia o alianza del Eje, incluyendo tropas de Rumania, Hungría, Eslovaquia, Finlandia, Italia y otros aliados. Además, voluntarios de diversas nacionalidades, provenientes de España, Bélgica, Países Bajos, la Francia de Vichy y los recién ocupados países bálticos, se incorporaron a las Waffen-SS para combatir contra la Unión Soviética.

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¿Sorpresa o previsión soviética?

Stalin conoció oficialmente la invasión cuando recibió el ultimátum alemán —una declaración formal de guerra que no anticipaba— en la madrugada del 22 de junio. Sin embargo, la evidencia histórica desmiente esa imagen simplista. Para el inicio de la Operación Barbarroja el 22 de junio de 1941, la Unión Soviética ya había tomado varias medidas preventivas. En primer lugar, la industria militar soviética estaba siendo trasladada activamente hacia el interior del país, principalmente a los Urales, fuera del alcance de los ataques aéreos de la Luftwaffe. Esto demostraba una anticipación de un posible conflicto prolongado.

Además, Stalin había recibido múltiples alertas de inteligencia procedentes no solo de sus propios servicios, sino también de Estados Unidos, así como de agentes infiltrados como Richard Sorge, un espía soviético en Japón, que confirmaban la inminencia del ataque alemán. Aunque el ataque lo obligó a reaccionar con rapidez, no fue una sorpresa absoluta, sino el desenlace de una tensión creciente que él había intentado contener. Su aparente inmovilidad no respondió a ignorancia, sino a una apuesta estratégica por ganar tiempo. El golpe alemán fue devastador, no por haber sido inesperado, sino porque el régimen soviético, pese a sus preparativos, no estaba aún listo para enfrentarlo en toda su magnitud.

Javier Milei en el Museo del Holocausto de Buenos Aires. Foto: NA.

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La venganza de la geografía

La Operación Barbarroja se desarrolló con una velocidad inicial arrolladora. Las tropas del Eje avanzaron cientos de kilómetros en pocas semanas, destruyendo múltiples ejércitos soviéticos y capturando vastos territorios. La Wehrmacht logró cercar y aniquilar divisiones enteras, y ocupó ciudades importantes como Minsk, Smolensk y Kiev. Sin embargo, los objetivos estratégicos más ambiciosos —la captura de Moscú, Leningrado y el colapso del régimen soviético antes del invierno— no se cumplieron.

El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com

El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com El barro y el clima dificultaron el avance alemán en La URSS. Fuente: ww2enimagenes.com

A medida que se alargaba la campaña, la geografía y el clima comenzaron a jugar en favor de los soviéticos. Las enormes distancias, las carreteras intransitables, el barro del otoño (rasputitsa) y, finalmente, el brutal invierno ruso ralentizaron a las fuerzas alemanas y las dejaron vulnerables. Las líneas de suministro se estiraron más allá de lo sostenible, y el Ejército Rojo, lejos de derrumbarse, comenzó a reorganizarse y contraatacar con creciente eficacia. A ello contribuyó también la asistencia material de Estados Unidos a través del programa de Préstamo y Arriendo, que proveyó a la Unión Soviética de camiones, locomotoras, alimentos, combustible, equipos de comunicación y materias primas estratégicas..

Al igual que en tiempos de Carlos XII de Suecia y Napoleón Bonaparte, la vasta geografía rusa, el clima extremo y la determinación popular se convirtieron en una trampa mortal para el invasor. La historia volvía a repetirse: Rusia repelía al extranjero no solo con armas, sino con tierra, tiempo y resistencia. Hitler no solo fracasó en destruir a la Unión Soviética, sino que marcó el inicio de la larga y sangrienta retirada alemana. Aquel 22 de junio de 1941, Alemania desató una guerra que, como tantas otras contra Rusia, terminaría devorando a su propio imperio.

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