Por Canal26
Domingo 21 de Enero de 2024 - 04:58
David Asta Alares
Ayodhya (India), 21 ene (EFE).- Ayodhya, en el norte de la India, es una ciudad herida desde que en 1992 una turba de fanáticos hinduistas arrasó una mezquita, sobre cuyo solar será inaugurado mañana un controvertido templo. En el ojo del huracán del nacionalismo hindú, Manjula Jhunjhunwala trata de inculcar valores laicos desde la escuela privada que dirige.
Ayodhya y Faizabad, ciudad gemela pegada a la primera, "eran bastante seculares y la gente vivía y celebraba festivales juntos, pero gradualmente la división comenzó a instalarse", explicó a EFE Jhunjhunwala desde su despacho en el centro Jingle Bell, que arrancó en 1978 como un humilde proyecto que ha ido creciendo con el paso de las décadas.
La organización extremista hindú Vishwa Hindu Parishad (VHP) y el ahora gobernante Bharatiya Janata Party (BJP) lanzaron a finales de los años 80 un movimiento de masas para reclamar la conversión de la mezquita de Babri, construida en Ayodhya en el siglo XVI por el emperador mogol Babar, en un templo en honor al dios hindú Ram.
Babar arrasó un templo anterior situado en el punto exacto donde, según sectores del hinduismo, nació la deidad.
El punto álgido del movimiento fue la demolición de la mezquita a manos de miles de fanáticos hinduistas que convergieron en Ayodhya.
"Fue una sorpresa para la mayoría de nosotros, aunque la situación se estaba calentando porque sabíamos que venía gente de toda la India. El Gobierno entonces en el poder en el estado (de Uttar Pradesh) no quería que la gente viniese y causase problemas, pero recibieron el apoyo de los habitantes locales" tratados como héroes, explicó.
Era un ambiente "casi de celebración", recordó.
Esta demolición desató una ola de enfrentamientos entre hindúes y musulmanes en todo el país en la que murieron 2.000 personas, en su mayoría pertenecientes a esta última comunidad que en 2011 representaba el 14,2 % de la población o 172 millones de personas, según el último censo realizado.
Tras este suceso y ante la cada vez mayor afluencia de turistas religiosos "en una situación diferente" antes de la inauguración del templo en Ayodhya, prevista el próximo lunes y hecha posible por decisión del Tribunal Supremo indio en 2019, Jhunjhunwala subrayó la importancia de reforzar valores laicos desde los centros educativos
"Creo que es muy importante, porque la educación tendrá lugar de todos modos. Tenemos un currículum y un plan de estudios, los exámenes tienen lugar... así que lo que tengan que aprender, lo aprenderán. Pero lo más importante son los valores humanos, sobre cómo vivir juntos y respetarnos unos a otros", dijo.
La directora, procedente de la región de Bengala Oriental pero que traza sus raíces familiares a la región rajastaní de Jhunjhunu, incidió en el mensaje de que la religión no debería ser divisiva.
"Lo estamos intentando de verdad (...), intentamos hacer pasar el mensaje", insistió.
Con la atención del país centrada estos días en Ayodhya como cuna natal de Ram, el rey y marido ideal según las épicas hindúes, Jhunjhunwala subrayó que "hay mucho más" que el dios hindú en una ciudad que traza su historia más allá del año 600 antes de Cristo.
"Hay pruebas de que el Buda vino aquí y se quedó durante seis monzones junto con sus seguidores, ya que nunca solía viajar en esa época del año", dijo.
El emperador indio Ashoka construyó una estupa budista en Ayodhya, el jainismo y el sijismo mantienen importantes vínculos históricos con la ciudad y los nobles musulmanes del imperio mogol indio también impactaron la cultura de la región, como atestiguan los monumentos y tumbas de Faizabad.
"No sé si debería decir esto", confesó la directora, "aunque digo las cosas como las pienso". EFE
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