Richard "Dick" Seaman, piloto británico de competición del equipo Mercedes-Benz de los años '30, murió tras un impresionante accidente el 25 de Junio de 1939. Desde hace décadas ya no quedan familiares, parientes o amigos que lo hayan conocido, sin embargo su tumba es pacientemente cuidada. ¿Quién se encarga de hacerlo y por qué? La leyenda cuenta que se trata de la última orden de las dadas por Adolf Hitler que aún se sigue cumpliendo. ¿Era Seaman un "agente" que ayudaría al Führer a mantener la paz con Gran Bretaña? Entre mito y realidad, las respuestas a continuación.
La tumba en el cementerio de Putney Vale, Hitler y Seaman.
Es una sencilla lápida en el cementerio de Putney Vale, en Londres, Inglaterra, sin embargo, pese al tiempo transcurrido y a no quedar familiares directos con vida, la tumba sigue extrañamente cuidada. Es el lugar donde reposan los restos de Richard John Beattie Seaman.
“Dick”, tal el apodo con el que se lo conocía, pertenecía a una familia adinerada y desde su niñez el fenomenal Daimler familiar logró captar todo su interés. Los coches eran su pasión y lo serían durante toda su vida. Si bien sus padres no eran partidarios de alimentar dicho interés, en 1934, a sus 21 años de edad, dejó sus estudios en Cambridge para dedicarse de pleno a las carreras.
En 1937, un telegrama lo cambió todo. Era de Mercedes-Benz, citando a Seaman para la tradicional competencia del mes de Noviembre en el peligroso y bellísimo circuíto de Nürburgring, el “Infierno Verde” alemán, con miras a encontrar jóvenes talentos para el equipo junior de la marca de Stuttgart.
Como era esperable, la madre de Dick se opuso a que su hijo pilotara una máquina que, en definitiva, representaba al nazismo; pero pese a las connotaciones políticas y tras meditarlo largamente, Seaman decidió hacerlo, pensando que pilotar para Mercedes no era cosa de todos los días.
Richard "Dick" Seaman al volante de su Mercedes-Benz en el Nürburgring.
Seaman se fue a Alemania y entre los treinta pilotos llamados a los test impresionó de manera especial a Alfred Neubauer, director de carreras de la marca de la Estrella de Tres Puntas, quien lo eligió para el equipo para hacer dupla junto al alemán Christian Kautz. El contrato provisional se firmó en diciembre, a la espera de la aprobación personal de Adolf Hitler, que la concedió.
El plan del Führer era simple: demostrarle a los ingleses las “virtudes” de la tecnología del III Reich y, de paso, tratar de generar un acercamiento con los británicos para evitar tenerlos en el bando contrario en una futura guerra mundial. Dicho, de otro modo: propaganda.
Los resultados deportivos de Seaman fueron más que aceptables al volante del legendario Mercedes W125, siendo la mejor actuación la de la Copa Vanderbilt, en Nueva York, Estados Unidos, al conseguir el segundo puesto tras el Auto Union de Bernd Rosemeyer.
Arriba: Seaman en un podio en la Alemania nazi. Abajo: Hitler encantado con el poderío del Mercedes.
Pese a ser extranjero, “Der Engländer” (como también lo llamaban los alemanes) era uno más de la familia Mercedes, y tanto fue así que decidió establecer su residencia en la Alemania nazi.
En 1938 conoció a Erika Popp, hija del presidente de BMW y el flechazo fue mutuo e instantáneo; tras lo cual recibió la noticia de que en Julio tomaría parte en el Grand Prix de Alemania, la carrera más importante del año para su equipo.
Allí estaba, en su Mercedes W154 marcado con el número 16, recorriendo las curvas del archiconocido circuito de Nürburgring, templando su ímpetu y su afán por sobresalir para no cometer un error que pudiera hacerle caer en desgracia. Pero a la vez, exprimiendo la oportunidad, tratando de demostrar que estaba sobradamente capacitado para competir a primer nivel.
Seaman se convirtió de inmediato en símbolo de la casa Mercedes-Benz y sus Flechas de Plata de competición. Los primeros meses de 1939 -sin embargo- fueron de dudas, de disgusto con el cariz que estaban tomando las decisiones políticas, y aunque no apreciaba casi nada a Hitler, este sí que lo hacía, hasta el punto de que Seaman fue pieza fundamental en un documental sobre las flechas de plata (Mercedes y Auto Union) que el régimen filmó para su propaganda.
Arriba: el fatídico accidente de Seaman. Abajo: funeral de Seaman, con Alfred Neubauer (segundo desde la izquierda) hablando con diplomáticos británicos. Hitler envió una corona de flores a su nombre.
Y finalmente llegó el primer Grand Prix valedero para el campeonato, el de Bélgica en el circuito de Spa-Francorchamps, a celebrarse el 25 de Junio. Spa era peligroso, muy rápido, rodeado de árboles pegados a la pista; aunque sin embargo la ambición de “Dick” no se fijaba en esas cosas.
Al llegar al final de la vuelta 22, en la rápida curva previa a La Source, perdió el control del coche y se estrelló contra un árbol en la parte derecha, que golpeó directamente a la altura de la cabina, retorciendo el chasis y dejando a Richard atrapado. El coche comenzó a incendiarse, pero Seaman pudo ser sacado del coche por los comisarios. La noticia del accidente llegó hasta los boxes y el médico del equipo, Peter Gläser, corrió hasta esa misma curva para asistir a su piloto, ya que ambulancias no llegaron al lugar.
Erika, sin reacción bajo la lluvia, recibió –incrédula- la noticia del terrible accidente.
En el hospital de Spa, Richard despertó, le pidió perdón a Erika por no poder llevarla al cine esa tarde y explicó le a Alfred Neubauer que la culpa había sido suya por ir demasiado rápido. Las muchas y graves quemaduras sufridas en todo su cuerpo, provocaron la muerte de Seaman apenas pasada la medianoche.
Para Mercedes, era su primera víctima mortal y para Hitler, la confirmación de que uno de sus posibles "agentes" encargado de demostrar que ingleses y alemanes podían llegar a convivir y tener éxitos de manera conjunta, se acababa de esfumar en el aire.
La tumba -siempre cuidada- de Richard "Dick" Seaman.
Dice la leyenda, aunque desde Stuttgart lo niegan, que es Mercedes-Benz quien todos los años paga un pequeño canon al cementerio de Putney Vale para que la tumba de Richard “Dick” Seaman se mantenga cuidada y con flores frescas, para que nadie olvide que allí reposa uno de los pilotos que dieron brillo a una estrella. La misma leyenda cuenta que se trata del cumplimiento efectivo de una directiva impartida por Hitler en el preciso momento de la muerte de un piloto genial.
Es la última orden dada por el Führer que, aún hoy, se sigue cumpliendo con la más absoluta fidelidad.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Twitter: @mdGarciaOficial
Nota: El artículo no expresa ideología política. Solo investigación histórica.
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