Myanmar, el tablero estratégico sobre el que Estados Unidos y China se juegan sus intereses

Oleoductos, gasoductos y corredores logísticos convierten al país en un corredor terrestre vital.
Bandera de Myanmar
Bandera de Myanmar Foto: Samuel Corum/Sipa USA via Reuter

En la narrativa internacional, Myanmar suele presentarse como un Estado en guerra civil, con una dictadura brutal enfrentada a una variedad de grupos étnicos armados. Pero desde una perspectiva geopolitica, el país es mucho más que eso: es una pieza estratégica clave en la competencia global entre Estados Unidos y China.

En particular, el desarrollo de oleoductos, gasoductos y corredores logísticos entre la costa de Rakhine y la provincia china de Yunnan ha convertido a Myanmar en un corredor terrestre vital para el proyecto chino de diversificación energética y acceso al Océano Índico, por fuera del Estrecho de Malaca.

La apuesta de China

Para Beijing, el corredor energético que conecta el puerto de Kyaukphyu con Kunming, a través de oleoductos y gasoductos, representa una alternativa estratégica al cuello de botella de Malaca, que puede ser bloqueado por fuerzas navales estadounidenses en caso de conflicto.

El conflicto civil actual —especialmente la ofensiva del Ejército Arakán (AA) sobre el eje Kyaukphyu-Ramree— representa un peligro directo para los intereses chinos. No obstante, la reacción china ha sido comedida. En lugar de intervenir directamente, Beijing refuerza su presencia a través de contratistas, inversiones en seguridad privada y acuerdos con grupos armados locales, lo que le permite asegurar sus corredores sin arriesgar una intervención que podría desestabilizar aún más la región.

Se pospone la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Foto: REUTERS

El control de la infraestructura es más importante que la estabilidad del régimen. Por eso, aunque China formalmente apoya a la junta militar —acusada de crímenes de lesa humanidad y genocidio contra la minoría rohingya años atrás—, mantiene relaciones de facto con varios grupos rebeldes —incluyendo la Alianza de la Hermandad integrada por el Ejército Arakán (AA), el Ejército de Liberación Nacional Ta’ang (TNLA) y el Ejército para la Alianza Democrática de Birmania (MNDAA)— que dominan zonas fronterizas cruciales para el comercio y los flujos energéticos.

Estados Unidos, un beneficiado del caos

Washington, por su parte, no persigue la estabilización del país ni la consolidación de una democracia funcional. En términos estrictamente geopolíticos, una Myanmar fragmentada, ingobernable e incapaz de consolidar infraestructura crítica constituye un elemento funcional en la arquitectura de contención indirecta de China.

Sin desplegar fuerzas ni intervenir de forma directa, Estados Unidos puede ralentizar los avances chinos mediante una combinación de sanciones, presión diplomática y apoyo a actores no estatales a través de organizaciones interpuestas. En este sentido, la paralización del puerto de Kyaukphyu durante la batalla de 2025 no es un accidente, sino una manifestación de esta lógica de erosión estructural.

El interés norteamericano no reside en apagar el fuego, sino en mantenerlo contenido y orientado estratégicamente hacia los puntos sensibles de la expansión terrestre china. En paralelo, refuerza su cerco naval por medio de asociaciones con India, Japón y Filipinas, configurando una tenaza dual: bloqueo marítimo y desorden continental.

Por su parte, Estados Unidos no requiere una intervención directa para entorpecer los avances chinos: la desestabilización interna —alentada de forma indirecta a través de ONGs, sanciones y presión diplomática— basta para retrasar la ejecución de proyectos estratégicos, como quedó demostrado en la paralización del puerto de Kyaukphyu tras los enfrentamientos de 2025.

Para Estados Unidos el objetivo no es la paz ni la democracia, sino el equilibrio de poder. Que Myanmar se mantenga débil, dividida e ingobernable se convierte en un activo geoestratégico en la arquitectura del Indo-Pacífico.

La competencia por las rutas

Tanto el puerto de Kyaukphyu como los ductos que lo atraviesan forman parte del llamado Corredor Económico China-Myanmar, uno de los brazos menos visibles de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). Para Beijing, mantener operativo este brazo terrestre significa reducir la vulnerabilidad estructural de sus rutas marítimas frente al poder naval estadounidense.

La guerra civil de Myanmar no es un simple conflicto interno, sino un teatro de proyección geopolítica, donde tanto Estados Unidos como China juegan con herramientas indirectas para defender intereses estratégicos. Las grandes potencias no intervienen para resolver conflictos, sino para controlar corredores, gestionar vulnerabilidades y maximizar poder relativo.

China lo sabe y actúa, necesita la paz para que no se comprometan sus proyectos. Estados Unidos necesita seguir gestionando el caos, no para apagarlo, sino para que arda en la dirección correcta.