América del Sur, entre Washington y Beijing: ¿qué lado elegir?

Durante la Guerra Fría existieron dos bloques y había que elegir. Pero hoy la situación es más compleja, y la proyección de China sobre la región dista mucho del tipo de proyección que intentó ejercer la URSS.
Se pospone la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Se pospone la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Foto: REUTERS

España, Inglaterra, Estados Unidos. La historia del continente americano está irremediablemente atravesada por la influencia que ejercen las grandes potencias sobre su territorio en un momento determinado. Especialmente, las disputas entre ellas por proyectarse sobre suelo americano.

La disputa de España contra Inglaterra, Francia e incluso Países Bajos dio lugar a ciertas características del subcontinente sudamericano. La victoria final de Gran Bretaña se selló con el apoyo a los movimientos independentistas sudamericanos que rompieron los lazos entre España y sus colonias a comienzos del siglo XIX. A partir de ese momento Inglaterra ejerció una influencia que, anclada en sus posesiones en el Atlántico sur, continúa hasta hoy.

Sin embargo, el ascenso de Estados Unidos y su proyección sobre el sur del continente desplazaron a la influencia inglesa a un lugar secundario, en el mejor de los casos (con la excepción, quizás, de Chile y la zona rioplatense). Pero en líneas generales se impuso la proyección de EEUU y eso fue evidente, aunque haya quienes creen en la existencia de un conglomerado angloestadounidense.

Quizás la ausencia de un enfrentamiento directo entre británicos y estadounidenses dificulte comprender que no son lo mismo, pero una mirada atenta sobre todo el proceso de descolonización (la formal y la encubierta), impulsado por estadounidenses y soviéticos para terminar con lo que quedaba del poder europeo post Segunda Guerra Mundial, facilita entender que no existe algo así como una angloesfera.

Consolidada la hegemonía estadounidense sobre el hemisferio occidental, los intentos soviéticos por hacer pie en suelo americano (y sus éxitos en Cuba), proyectaron la Guerra Fría sobre todo el continente. No hace falta señalar que de sus consecuencias no escapó nadie.

De América al Lejano Oriente

Surge la pregunta entonces acerca de dónde estamos hoy. El enfrentamiento entre China y EEUU pareciera ser algo más que retórico. Más bien, ya lleva sus años y todo pareciera indicar que va a profundizarse. No es una excepción, se trata de otro de los escenarios en donde Washington y Beijing dirimen su conflicto. Pero, a diferencia de lo que ocurre en el Indo-Pacífico o en Medio Oriente, las consecuencias para las naciones americanas se sienten de una forma un poco más directa.

Se pospone la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Foto: REUTERS

Sin embargo, no parece sencillo saber cómo actuar. Durante la Guerra Fría existieron dos bloques enfrentados y, aunque no todo era blanco o negro, en líneas generales había que elegir. O se era aliado de EEUU, o se era aliado de la URSS. Hoy no existen dos bloques, y la proyección de China sobre América del Sur dista mucho del tipo de proyección que intentó ejercer la URSS.

Desde Beijing no piden adhesión a su sistema de creencias. Precisan, fundamentalmente, materias primas. Y para ello está dispuesta e invertir en la infraestructura necesaria para facilitar el intercambio. Obras, préstamos, y un gran mercado, más que tentador para cualquier Estado sudamericano, independientemente de su ideología. Hace solo unos años el Chile de Piñera o el Brasil de Bolsonaro hicieron tantos negocios con China como el Ecuador de Correa o la Bolivia de Morales. De una u otra manera, todos los países sudamericanos siguieron la misma lógica.

A medida que China dejó de ser solamente una fuerza económica para ejercer influencia geopolítica, EEUU se comenzó a preocupar. Más bien, a ocupar. Su flota está estacionada frente a Venezuela. Pareciera reactivar la base de Manta, en Ecuador, y ha aumentado su presencia en Perú desde la puesta en actividad del puerto de Chancay, controlado íntegramente por una empresa china.

Además, ha facilitado líneas de crédito desde los organismos que controla a socios como Argentina, y sus empresas han intensificado sus movimientos a nivel regional en lo que pareciera ser un intento de competir con las inversiones chinas. Es decir, hay una ofensiva multinivel que pareciera coordinar medidas de corte económico/financiero, diplomático y hasta militar.

La presión ejercida por ambas potencias, de aumentar, podría elevar la tensión regional. Las fracturas internas hacia dentro de cada país, tan presentes hoy como hace 200 años, son siempre un factor sobre el cual actores externos pueden operar. Las inequidades económicas y sus consecuencias en forma de estallidos sociales, la alta polarización política, la existencia de organizaciones narcocriminales fuertemente armadas; elija su propia forma de desestabilización.

Entonces, ¿de qué lado estar?

Además, si la presión aumenta, también lo hace la necesidad de elegir. Y ahí por supuesto que hay varios interrogantes cuyas respuestas carecen de una verdadera certeza. Por ejemplo: ¿es EEUU una potencia en declive general? Si así fuera, ¿conviene pelearse con China? Argentina sabe de malas decisiones geopolíticas que después son difíciles de revertir. Mientras Inglaterra caía, nos aferramos a ella con absurda obstinación. Brasil eligió mejor: vio en EEUU a la siguiente gran potencia y temprano se le unió.

¿Estamos ante una situación similar? Porque también hay quien cree que el tiempo de EEUU como gran potencia apenas está comenzando, y que su enfrentamiento con China está sobredimensionado. Si fuera así, no sería prudente apostar por Beijing. Sin embargo, Brasil lo está haciendo, quizás con la esperanza de que este nuevo cambio lo catapulte definitivamente a la mesa de las grandes potencias. Unir Santos, con Chancay, y de ahí a Shanghái pareciera ser el gran proyecto en común.

Precisa sumar a ese proyecto a Bolivia y Paraguay. De lograrlo, cambiaría el eje de gravitación geopolítica sudamericana ya no solo a San Pablo, sino a los puertos de Iquique y Chancay. Sin embargo la situación en Bolivia no parece ser de ayuda, por el contrario tiene el potencial de irradiar cierta inestabilidad al corazón del proyecto.

Mientras tanto, EEUU se esfuerza en asegurar la sostenibilidad de su socio en Argentina. ¿Es solo una cuestión ideológica? ¿O es un intento de hacer de Buenos Aires una pieza que ayude a evitar la proyección continental de la alianza entre Brasilia y Beijing?