¿Israel actúa por cuenta propia o por encargo de Washington?, ¿la Casa Blanca de Trump tolera el ataque porque le sirve para debilitar a Teherán y perjudicar a China a la vez?
Por Pablo Tanous - Geopolítica en acción
Miércoles 18 de Junio de 2025 - 16:57
Conflicto entre Israel y Irán. Foto: Reuters (Majid Asgaripour)
Medio Oriente vuelve a encenderse. Esta vez, no se trata de un cruce aislado de amenazas ni de operaciones encubiertas. Desde hace semanas, Israel e Irán mantienen un intercambio sostenido de misiles. Lo que empezó como una sucesión de advertencias se convirtió en el primer enfrentamiento directo y prolongado entre ambos países en la historia. Y las preguntas que surgen no son solo sobre el presente del conflicto, sino sobre su trasfondo: ¿se trata de un movimiento autónomo de Israel? ¿O hay, detrás de todo esto, una estrategia más amplia en la que Estados Unidos y la presión sobre China también juegan su parte?
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Israel está bajo fuego. Pero no se trata de los cohetes artesanales de Hamás ni de las incursiones periódicas de Hezbollah. Esta vez, los ataques provienen directamente del ejército iraní, con misiles de mediano alcance que, aunque no han generado daños masivos, superan ampliamente en precisión, potencia y constancia a los del pasado reciente. Nunca, en tanto tiempo, Israel había sufrido este nivel de agresión militar directa desde otro Estado.
El momento en el que un misil iraní impacta en Israel. Video: Reuters.
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El conflicto actual revive un debate recurrente pero aún sin respuesta: ¿Israel actúa por cuenta propia para dinamitar un posible acuerdo nuclear entre Irán y Estados Unidos? ¿O actúa por encargo —explícito o tácito— de Washington para forzar a Teherán a una posición más débil en las negociaciones?
Hay quienes sugieren una tercera posibilidad, aún más compleja: que la Casa Blanca, hoy bajo la presidencia de Donald Trump, no haya orquestado el accionar israelí pero sí lo haya tolerado a sabiendas, para matar dos pájaros de un tiro: debilitar a Irán en la mesa de negociación y, de paso, perjudicar a China al encarecer el petróleo que transita por el estratégico Estrecho de Ormuz. Sobre esto último habría que hacer una salvedad: la política de Trumo, hasta acá, tendía hacia el objetivo contrario. Bajar el precio del petróleo para abaratar la energía y favorecer la radicación de industrias en suelo estadounidense ¿Cambió de política, o no tiene control sobre la situación?
Ataque israelí contra la refinería de gas de Irán, South Pars. Video: Reuters.
El año pasado, durante la presidencia de Joe Biden, Israel también atacó a Irán. El episodio fue controlado en cuestión de días, con una respuesta diplomática relativamente eficaz. Hoy, en cambio, con Trump en la Casa Blanca y una retórica de “pacificación global”, el mundo presencia una escalada mucho más intensa sin señales claras de contención. La paradoja es evidente.
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El escenario internacional responde con matices. En los casos de China y Rusia, Moscú muestra una tibia condena hacia Israel, quizás para preservar su rol en Siria y sus vínculos con Irán. Beijing, aunque su respuesta inicial también muestra cierta tibieza, observa con alarma cualquier factor que pueda encarecer su acceso a hidrocarburos, más aún en un contexto de desaceleración económica global.
En Washington, Trump osciló entre las amenazas verbales, las acusaciones contra Irán por no firmar un acuerdo nuclear “cuando tuvo la oportunidad”, y una retórica grandilocuente sobre el liderazgo norteamericano. Sin embargo, hasta el momento, no ha tomado medidas concretas. El mensaje es ambiguo, pero el resultado es claro: el conflicto se prolonga.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto: Reuters/Evelyn Hockstein
Es decir, al contrario del discurso de campaña de Trump, que prometía paz, los dos grandes conflictos -Ucrania y Medio Oriente- se han intensificado, y parecieran estar camino a descontrolarse ¿Obedece esto a un giro en la política de Trump, o estamos ante una pérdida del liderazgo norteamericano?
La sorpresa mayor vino desde Riad. Arabia Saudita, tradicional rival regional de Irán, se posicionó discursivamente del lado de Teherán. Aunque no ha ofrecido respaldo material, el gesto es fuerte. Algunos analistas sugieren que esto refleja un acercamiento pragmático entre ambas potencias regionales frente a la imprevisibilidad israelí y la ambigüedad estadounidense. También podría ser que el discurso obedece al plano interno e intenta apaciguar a su población, mientras en el plano internacional mantiene relaciones cordiales con Israel.
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La pregunta clave no es solo cómo se desencadenó el conflicto, sino a quién beneficia. Un enfrentamiento de intensidad media, prolongado en el tiempo, que mantiene la región inestable podría ser más perjudicial para China, para quien el petróleo de Medio Oriente es clave, que para Estados Unidos, cada vez más autosuficiente en energía, sobre todo si el oro negro aumenta su precio.
¿Estamos frente a un rediseño de la estrategia norteamericana? ¿O simplemente ante una continuidad de la política de contención, esta vez con un guion más desordenado, pero con los mismos actores?
En Irán, el endurecimiento del régimen se traduce en una postura más agresiva. Con escasas perspectivas de cerrar un acuerdo nuclear en términos favorables, el gobierno parece decidido a mostrar fuerza y resiliencia. La única línea roja que ha expresado públicamente es la defensa de su programa nuclear con “fines pacíficos”. Israel, por su parte, insiste en que se trata de una tapadera para desarrollar armas atómicas. Lo cierto es que, más allá de acusaciones, aún no han surgido pruebas definitivas de que Irán esté avanzando en un arsenal nuclear.
Surge entonces la duda respecto del informe de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), que acusa a Irán de incumplir su plan nuclear y estar cerca de enriquecer uranio al grado necesario para fabricar armas nucleares ¿Tiene la organización verdadera capacidad para supervisar lo que ocurre, por ejemplo, en Fordow y Natanz, dos centros clave para el desarrollo nuclear de Irán? Quizás sí. O quizás ese informe sea un nuevo 2003. Recordemos: ese año EE.UU. llevó “evidencias” de desarrollo de armas de destrucción masivas de Irak a la ONU. Al poco tiempo se descubrió que eran falsas, pero sirvieron para constituir el casus belli de la invasión a Irak y el derrocamiento de Saddam Hussein.
Por lo pronto, en Israel, la situación es igualmente tensa. El primer ministro Netanyahu enfrenta una crisis interna persistente, marcada por causas judiciales y cuestionamientos a la institucionalidad democrática. Además, la operación en Gaza, que se extiende por más de dos años y medio, ha desgastado la imagen de firmeza que su gobierno solía proyectar. La guerra con Irán, paradójicamente, podría funcionar como una tabla de salvación política. O como un callejón sin salida.
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