Impactante: los ríos de Alaska se tornaron naranja y el fenómeno alarma a los expertos

El Ártico solía ser sinónimo de paisajes intactos, glaciares y ríos en equilibrio milenario. Pero en Alaska, ese balance se está rompiendo. El río Salmon, en la cordillera Brooks, refleja un proceso silencioso, pero devastador: el descongelamiento del permafrost altera la química del agua y amenaza con transformar la región de manera permanente.
El permafrost que despierta tras milenios
Bajo la superficie de Alaska, se escondía un suelo congelado durante miles de años, rico en minerales que nunca habían estado expuestos a aire y agua en tal magnitud. El aumento de las temperaturas rompió estas capas de hielo. Al derretirse, el permafrost libera sulfuros que, al reaccionar con el oxígeno, generan ácido sulfúrico.
Este ácido arrastra metales como hierro, cadmio y aluminio hacia los ríos, tiñendo sus aguas de un color naranja intenso. Aunque recuerda a los drenajes ácidos de minas, en esta ocasión no hay intervención humana directa. Es un fenómeno natural, pero impulsado por el calentamiento global, que desestabiliza todo el ecosistema ártico.
Ecosistemas atrapados en aguas contaminadas
El ecólogo Paddy Sullivan documentó el fenómeno en 2019, cuando el río Salmon dejó de recuperar su transparencia tras el deshielo. Los análisis posteriores detectaron niveles de cadmio y hierro que superan los límites seguros para la vida acuática. El cadmio se acumula en los órganos de los peces, afectando a depredadores como osos y aves, mientras que el hierro oscurece el agua y dificulta la supervivencia de larvas de insectos, rompiendo la cadena alimentaria.
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El salmón chum, vital para la subsistencia de comunidades indígenas, enfrenta un hábitat cada vez más hostil. Otras especies, como el tímalo y el Dolly Varden, también sufren los efectos de un río que ya no ofrece las condiciones de antaño.
Un cambio que no tiene vuelta atrás
Lo más preocupante es la irreversibilidad del proceso. A diferencia de la contaminación industrial, no existen barreras ni sistemas de contención. Son múltiples puntos de drenaje químico distribuidos en cuencas remotas, sin manera de controlarlos. Los científicos advierten que solo un regreso del permafrost a su estado congelado detendría la reacción, algo improbable en un planeta que sigue calentándose.

Cada tramo anaranjado del río Salmon no solo refleja metales oxidados: es el reflejo de un Ártico en transformación, donde las marcas del cambio climático ya no se borran y la naturaleza enfrenta consecuencias permanentes.