Migraciones extremas: el sorprendente mecanismo que permite a ciertas aves volar más de 11 días sin comer
Un viaje de más de 13.000 kilómetros sin detenerse, sin beber y sin alimentarse parece imposible. Sin embargo, para el zarapito colipinto, una especie migratoria que cruza el Pacífico desde Alaska hasta Nueva Zelanda, es una hazaña anual. Durante once días y noches, este pequeño ave desafía las leyes de la biología y el límite de la resistencia animal.
El caso, documentado por la revista Science Focus, despertó una ola de investigaciones científicas que buscan entender cómo es posible que las aves soporten semejante esfuerzo físico sin consecuencias graves. Más aún, los hallazgos podrían tener implicaciones revolucionarias para la salud humana, especialmente en el tratamiento de enfermedades que causan pérdida muscular, como el cáncer o el VIH.

Migración extrema y adaptación biológica
Cerca del 20% de las especies de aves del mundo realizan migraciones estacionales, pero el zarapito colipinto estableció un récord histórico al completar el vuelo más largo sin escalas jamás registrado. El Dr. Guy Anderson, responsable de aves migratorias en la Royal Society for the Protection of Birds, explicó a Science Focus:
“Creemos que la principal razón por la que las aves han evolucionado para migrar es para aprovechar recursos, como comida y lugares seguros para criar, que solo están disponibles en determinadas épocas”.
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Antes de emprender su viaje, las aves experimentan transformaciones biológicas notables. Su metabolismo se acelera, su capacidad aeróbica aumenta y su cuerpo acumula reservas energéticas que pueden representar hasta el 60% de su peso corporal.

El Dr. Alexander Gerson, de la Universidad de Massachusetts Amherst, explicó: “Para el ejercicio de resistencia en mamíferos, como nosotros, no podemos mantener un esfuerzo intenso con grasa; todo es carbohidrato”.
A diferencia de los mamíferos, las aves logran usar la grasa como fuente principal de energía, lo que les permite mantenerse en vuelo continuo sin colapsar.
El papel invisible de las mitocondrias
La profesora Wendy Hood, de la Universidad de Auburn, lideró una de las investigaciones más avanzadas sobre la fisiología de las aves migratorias. Con su laboratorio móvil, el “MitoMobile”, analizó cómo las mitocondrias, las centrales energéticas de las células, se adaptan durante la migración.
Descubrió que las mitocondrias se fusionan y dividen constantemente para optimizar el uso de oxígeno y nutrientes, eliminando partes defectuosas y garantizando una producción de energía sostenida. Tras el vuelo, las aves pierden masa muscular y tamaño de órganos internos, pero logran regenerarse completamente en pocos días.

Hood destacó el potencial de estos hallazgos: “Quizá este estudio, junto con otros, podría ser muy valioso para ayudarnos a buscar mecanismos o fármacos que beneficien la salud humana”.
Los científicos advierten que la supervivencia de estas aves depende también de los ecosistemas donde descansan y se alimentan. La pérdida de hábitats costeros, la caza y los efectos del cambio climático amenazan seriamente su migración.
Aun así, el misterio de cómo estas criaturas resisten el esfuerzo extremo y regeneran su cuerpo en tiempo récord sigue inspirando a la ciencia. Para investigadores como Gerson y Hood, entender sus “superpoderes biológicos” podría abrir la puerta a tratamientos innovadores contra enfermedades musculares y degenerativas.


















