Entre clásicos, baladas y esas paletas musicales y literarias de radiografía tan argentina, El Salmón nadó junto a la corriente que se zambulló en la marea roquera, festiva, romántica y ecléctica. Por Sergio Corpacci
Por Canal26
Domingo 16 de Diciembre de 2007 - 00:00
La corriente se mece de bote a bote cuando El Salmón asoma la cabeza, las agallas y se sumerge en ella contrariando las leyes naturales pero sin perder la esencia.
Y ahí está el juglar, “El Cantante”, sobreviviente de los excesos, hoy tan en su justa medida. Y es natural que esa multitud, unas 30 mil personas cada noche, lo adore y él satisfaga.
Desde hace años “sin documentos” entre España y Argentina, ambas madres patrias, Andrés Calamaro como las capas de una cebolla que si los hace llorar es porque emociona, devela y revela su identidad, tan caóticamente argentina.
Poco antes de las 21.30 del sábado y tras “El Salmón”, “Los chicos” se suman al ritual. Desde el escenario bajan acordes con recuerdos de los amigos que ya no están. Y los que sí, los de abajo se funden en esa oda única y compartida.
Secundado por los guitarristas Diego Gallardo y Julián Kanevsky, el tecladista Tito Davila y la base rítmica que comparte con los Fitipaldis (con el bajista Candy "Caramelo" Avello y el baterista José "Niño" Bruno) Andrés cuenta también con la participación en coros de dos Bersuit como Dani Súarez y el Cóndor Sbarbati.
El repertorio avanza entre baladas de su sello, la emotiva “Carnaval de Brasil”, “Todo lo demás” y ese hit en rima tan escuchado como parodiado como “Te quiero igual”. Sobre el fin de ese bloque sobresale una versión exquisita, jazzeada y potente de “Los aviones”.
Y si los decibeles habían bajado los temas precedentes se encargaron de conmover al menos con un sopapo en el alma. Así el sonido del lugar se fundió con el Estadio más cercano. Y fue Monumental la comunión bendecida por “Estadio Azteca”.
Luego de “Loco”, el turno de la conmovedora “Crímenes perfectos” donde sobrevuelan los años de plomo y el Mundial 78. Y es imposible no estremecerse generacional y territorialmente. Es que entre el Club Ciudad, más allá se erige el Estadio de River Plate, aquel que hace unos 20 años latía con esperanzas y gritos de algarabía. Más acá, la ESMA, en la que casi al unísono el terrorismo de Estado y los cobardes ahogaban alaridos al ritmo de la picana y la tortura.
Con “sexy y barrigón” quedó claro que con los avatares de los años y el rock se puede sacar pecho además de panza.
En el sprint de la primer jornada se sucedieron la coreada y tan bersuitera "Cinco Minutos" (Minibar) con Ciro Fogliatta de Los Gatos - “fundador” como Andrés se encargó de presentarlo - en teclados; la acertada y acelerada declaración de principios “Horarios esclavos”, “Canal 69” y la melosa “Paloma”.
Sobrevendría un cierre a puro hits , esos de a lo que a Andrés le quema (“Me arde”), lo asquea (“Alta Suciedad”) y lo estremece (“Flaca”)
Con una puesta austera, sin sponsor visible ni promotoras de promesas, Andrés Calamaro ofreció lo que tiene para dar y su público se sació. Ese “que si pudiera mataría por cinco minutos más”. No hace falta.
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