A sala llena los uruguayos, cada vez más locales, presentaron su última placa, repasaron los hits de su prolífica carrera y ratificaron por qué son una banda en ascenso por letra, música y una actitud libre de toda demagogia identitaria. Por Sergio Corpacci
Por Canal26
Lunes 10 de Marzo de 2008 - 00:00
Ni Roberto Musso, mucho menos su hermano Ricardo. Tampoco Santiago Tavella y ni qué hablar de Alvaro Pintos. El cantante y guitarra luce camisita de seda grisácea, jeans al tono y zapatos en punta negros. Lo flanquea su pariente ,más cerca del estereotipo nerd y freak con remera naranja y sobria campera. Qué decir de las bombachas de campo tipo Pampero con las sí muy rockers all star del bajista, combinadas (?) con camisa negra de carteritas rosas. Desde los parches sobresale la camiseta blanca y asoma la calvicie del batero.
Es que en el “Cuarteto de Nos” se cumple el slogan “la imagen no es nada”. No hay un look cuartetero ni lo habrá. Digamos entonces arbitrariamente que “el rock es todo” y no estaremos muy alejados de la realidad.
Esa que marcan las 21:30 de un lluvioso sábado de una ya persistente Buenos Aires, inestablemente climática. Desde las pantallas del fondo del escenario las imágenes devuelven sckechts del grupo apelando a esa faceta de humor absurdo que suelen llevar tan bien a su impronta y letras. No es que aquí no lo hagan bien. Es que los chicos quieren rock y la ansiedad se amplifica.
Será el precio por pagar ya que el show arranca con “Nada es gratis en la vida”, oda a la desconfianza donde “Papá pago y se le rompió el forro del que nací yo, la plata no pudo juntar y el embarazo cancelar, sea con dinero o no siempre se paga un favor, y si veo que algo es gratis yo dudo enseguida, pague antes o después la cuenta va a aparecer y está claro de que nada es gratis en la vida”.
De la multitud sin banderas ni demasiada remera sube el clamor y la arenga. Y con “Raro” el pogo se enciende y expande cual mecha que implota y explota.
Sobreviene el set donde se destacan “Al cielo no”, “Normal” , “Karaoke”, el coreado “Autos nuevos” “Me hace bien” y el rescatado “Andamio Pijuàn”, ochentoso porque sí , es del 86 del disco “Soy una arveja”.
Nico Tavella toma el lugar de la voz y con bamboleo incluido le da vida a ese manifiesto a la vagancia paterna. “Pobre papá”. A él no le gusta trabajar, pobre papito, pobrecito papá nunca lo dejan descansar. Seguido por gargantas y camisetas con la elocuente frase/declaración de principios y fin de la buena vida “yo no nací para las 8 horas”.
“Hay que comer” relata las desventuras de un rico caído en desgracia y montado en la realidad de endeudarse sin más razón que la del estómago. Y de postre, tiemblan los cimientos con “Yendo a lo de Damian” tema que los hizo trascender las fronteras, cruzar el charco y empapar y empaparse de seguidores.
Sin respiro se suceden la poderosa “Invierno del 92” , el decálogo del narcisismo “Me amo” y “Ya no sé que hacer conmigo”, documento de identidad tan elocuente donde recortar una frase es cercenar una cumbre literaria en lo que a letras se refiere.
Los bises llegan de la mano del viejo “Bocartero” y el irreverente “El Día que Artigas se emborrachó” tema que data de 1996 y que generó tan revuelo en el Uruguay que el Parlamento debió convocar sesión de urgencia para deliberar acerca de prohibir o no. Y fue no.
Y fue sí. Se acabó. Tan encendidos como raro es ver y oír a una multitud seguir las letras al pie de la ìdem. Sin gran difusión ni imágenes paganas. Ni termos ni mates ni Nacional ni Peñarol, el Cuarteto reafirma su romance porteño. Rioplatenses al fin, siempre uruguayos. Ya tan de “Nos”.
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