Ese día un grupo de oficiales decidió poner fin a la vida del Führer, pero nada salió según lo planeado.
Atentado en la Guarida del Lobo. Hitler y Claus von Stauffbenberg. Fotos: Bundesarchiv.
A mediados de 1944 el Alto Comando alemán cayó en la dura realidad. El final de la Segunda Guerra Mundial solo deparaba una posibilidad para la Alemania nazi del Tercer Reich: la derrota absoluta, inexorable y total. Según pensaban los oficiales de primera línea de las Wehrmacht (Fuerzas Armadas), se había llegado a ese escenario por el compacto accionar de los Aliados, pero también por el modo de conducción (político y estratégico) impuesto personalmente por Adolf Hitler. Las malas decisiones del líder alemán y el horror del Holocausto desatado en los campos de exterminio y concentración, marcaron claramente el límite. Era necesario apurar una definición: el plan consistía en matar al Führer.
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La idea de asesinarlo no era nueva. Pese a que puede sostenerse que hubo mucho más, se tiene registro de al menos 40 intentos previos, de los cuales algunos se destacan muy en especial. En Noviembre de 1923 Hitler casi pierde la vida luego de ser herido por disparos de la policía alemana, durante las refriegas callejeras por el intento de golpe de estado que el nazi encabezaba. Este caso fue el único dado antes de que llegara al poder. Otro intento de asesinato tuvo lugar el 8 de noviembre de 1939, cuando Georg Elser -relojero y carpintero-, armó e instaló un dispositivo explosivo cerca del estrado en la cervecería Bürgerbräukeller, en donde Hitler daría un discurso con motivo de un aniversario del Putsch de 1923. El líder nazi llegó al lugar media hora antes de lo pautado y habló a la concurrencia. El discurso debía terminar a las 10 de la noche, pero Hitler decidió darlo por terminado apenas pasadas las 21 y se retiró. Trece minutos después explotó la bomba y mató a siete personas. El lugar quedó en ruinas. Elser fue detenido y ejecutado el 9 de abril de 1945 en el campo de concentración de Dachau.
Destrozos en la cervecería Bürgerbräukeller. Foto: Bundesarchiv.
También hubo un atentado con bombas barométricas, que se llevaría a cabo el 17 de marzo de 1943 y cuyo responsable fue Fabian von Schlabrendorff a bordo del Cóndor, el avión personal de Hitler. Los explosivos no llegaron a detonar por la baja temperatura. Algo similar sucedió con la idea de hacer volar por el aire su tren especial. El 17 de diciembre de 1943, el capitán Axel von dem Bussche; el 21 de marzo de 1943, el capitán Rudolf-Christoph von Gersdorff; a inicios de 1944 el teniente Ewald Heinrich von Kleist, y el 11 de marzo de ese mismo año Eberhard von Breitenbuch, organizados por el coronel Claus von Stauffenberg, trataron de sacarse de encima a Hitler. En todos los casos, los oficiales estaban decididos a suicidarse junto al líder nazi. Ninguno de ellos logró acercarse y los planes fracasaron uno a uno.
Pero no solo alemanes trataron de asesinar a Hitler. El Gobierno británico pensó en un atentado que podría haberse dado en el Berghof, el refugio alpino del nazi. Un plan consistía en hacer entrar a un grupo de comandos, otro incluía a francotiradores en zonas cercanas, y también se pensó envenenar los alimentos o el té verde (que Hitler consumía diariamente) gracias a un cocinero infiltrado. Nada llegó a concretarse exitosamente.
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La idea fue pensada a partir del desastre invernal de las fuerzas alemanas en el Frente Oriental en diciembre de 1941. Se preparó una serie de órdenes con criptónimos incluidos, que fueron inspirados en diferentes obras del músico Richard Wagner. "Valquiria" (Valkyrie), era de uso exclusivo por Adolf Hitler; en tanto que "Oro del Rin" (Rheingold) era para el comandante de los reservistas. Las órdenes marcaban el comienzo de la operación para movilizar soldados del ejército de reserva (Ersatzheer) y en entrenamiento, así como a los aproximadamente 300 mil efectivos previamente licenciados, para que ocuparan puestos importantes en Berlín y otras ciudades y actuaran contra los insurgentes. Así las tropas podían ser enviadas al frente o contra el aire enemigo o los aterrizajes costeros. El objetivo era evitar levantamientos por la población civil, prisioneros de guerra y de campos de concentración. Con la señal activada, todas las tropas disponibles tuvieron que formarse en regimientos reforzados o grupos de combate, armarse y estar listas para marchar inmediatamente. El plan fue desarrollado por personal cercano al general Friedrich Olbricht, en su calidad de jefe de la Oficina General del Ejército (Allgemeines Heeresamt), y fue aprobado personalmente por Hitler. El general Henning von Tresckow y el coronel General Ludwig Beck, fueron entusiastas impulsores de estas medidas y quienes -poco después- pensaron usarlas contra el Führer.
Hitler caminando hacia la sala de reuniones antes del atentado. Foto: Bundesarchiv.
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El 20 de julio de 1944 nada parecía estar fuera de lugar en el cuartel general de Hitler, enclavado entre la espesura de los bosques de la Prusia oriental. La Wolfschanze (guarida del lobo) no solo le daba al Führer cercanía con los complicados escenarios bélicos de Europa del Este, sino también la aparente seguridad de un refugio desde donde dirigir los vaivenes de una guerra que muchos ya daban por perdida. No obstante, ese día nada pudo detener una conspiración destinada a asesinarlo.
Claus von Stauffenberg , un héroe de los Afrika Corps al que le faltaba parte de un brazo y uno de sus ojos (algo que disimulaba con un ojo de vidrio) fue elegido por el grupo de conspiradores, y el encargado de colocar una valija repleta de explosivos bajo la pesada mesa dd roble donde Hitler se disponía a conferenciar. Contaba apenas con unos pocos minutos para ponerse a salvo y escapar lo más rápido posible del lugar. De pronto, algo no salió de acuerdo a lo planeado: un oficial presente en la reunión corrió la valija de lugar y puso -sin advertirlo- a Hitler a resguardo de la onda expansiva. Mientras von Stauffenberg salía raudo en un automóvil, la sala de reuniones voló por el aire, pero Hitler logró sobrevivir agrandando a límites insospechados su aura legendaria de inexplicable superioridad y haciéndoles saber a los complotados que la Operación Valquiria acababa de fracasar.
Altos jerarcas inspeccionan la sala luego de la explosión. Foto: Bundesarchiv.
Tras el atentado, al menos 7 mil personas cayeron detenidas por la GeStaPo. Según los registros oficiales, 4.980 personas fueron ejecutadas, entre ellas Claus von Stauffenberg. El ataque sufrido en la Guardia del Lobo, hizo que Hitler y su entorno comenzaran a planificar un plan de escape ante el previsible final adverso en la guerra.
Pero esa es otra historia.
Instagram: @marcelo.garcia.escritor
Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica y periodística.
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