Ni Dios, ni el Papa, primero Francia: la arriesgada estrategia del Cardenal Richelieu que antepuso la patria a la religión

Cuando comprender el presente se vuelve una tarea compleja, siempre es recomendable recordar algunos hechos del pasado que permitan extraer conclusiones que ayuden a entender la coyuntura. En este caso, recordemos lo que sucedió un 24 de octubre pero de 1648, con la firma de una serie de tratados que pasaron a la historia como la Paz de Westfalia. Este acontecimiento se considera el origen del Estado moderno.
La lucha entre católicos y protestantes
¿Qué es la Paz de Westfalia? Marca el fin de la Guerra de los Treinta Años, conflicto que fue el corolario de una larga disputa religiosa entre católicos y protestantes, pero que también tuvo motivaciones con un claro carácter geopolítico. Tal fue su impacto que redefinió, en buena medida, el mapa europeo.
A comienzos del siglo XVII, la dinastía más importante de Europa era la de los Habsburgo, que gobernaba, por un lado, el Imperio Español, con sus dominios en América, los Países Bajos y la Península Itálica (y que durante décadas estuvo unido incluso al Imperio Portugués).
Por el otro lado, controlaban también el Sacro Imperio Romano Germánico, en el corazón del continente europeo. Se trataba de un dominio verdaderamente universal, sostenido por la fortaleza militar de los tercios españoles y por la moral integradora de la fe católica.
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Sin embargo, la Reforma protestante acontecida en 1515, lentamente iba erosionando las fuerzas morales de esta estructura. Príncipes y comunidades de toda Europa —especialmente de Alemania— adoptaban las ideas de Lutero y Calvino, independizándose del poder central del Sacro Imperio y el Vaticano.
La tensión fue en aumento hasta que, en 1618, estalló la guerra. Sin embargo, lejos estuvo este conflicto de tener motivaciones solamente religiosas. Nada esclarece más esta cuestión que revisar el accionar de un cardenal católico francés Richelieu, primer ministro de Francia entre 1624 y 1642.
Francia contra los Habsburgo
Francia, rodeada por los territorios de los Habsburgo, veía amenazada su posición. Richelieu comprendió que todo fortalecimiento del Sacro Imperio incrementaría la debilidad francesa. Actuó, por ello, basándose en un principio clave: la razón de Estado. Bajo este principio, poco importaba que Francia compartiera con España y el Sacro Imperio la misma religión.
El concepto de Razón de Estado sostiene que la promoción del bienestar del Estado justifica cualquier medio utilizado para lograrlo.
Richelieu antepuso su condición de primer ministro de Francia a la de ministro de la Iglesia. En lugar de apoyar al Papa y al Sacro Imperio Romano en su lucha por restaurar la universalidad católica, apoyó a los protestantes —como Gustavo Adolfo de Suecia— e incluso al Imperio Otomano, firmando acuerdos y proveyendo recursos, sin intervenir directamente en el campo de batalla. Mientras sus vecinos se desangraban, Francia observaba expectante.
Richelieu sabía que, para mejorar su posición, Francia necesitaba una Europa central dividida. Prefería cien pequeños Estados protestantes, que no serían amenaza para Francia, que un gran Imperio católico.
Casi veinte años después del inicio de la guerra, Francia entró definitivamente en combate, enfrentando al Imperio Español. Selló acuerdos con Gran Bretaña: mientras los británicos fomentaban la independencia portuguesa, Francia promovía la independencia catalana. La estrategia fue exitosa.

Tanto en la Paz de Westfalia como diez años más tarde en la Paz de los Pirineos, Francia consolidó su posición como una de las grandes potencias del continente. Con Westfalia mueren las pretensiones de un gran imperio europeo y católico y surgen los modernos Estados-nación.
A partir de entonces se pone en marcha un sistema multipolar, basado en el equilibrio de poder entre los diferentes actores, y que funcionaría hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El equilibrio de poder como garante de estabilidad, y su opuesto, el desequilibrio, como fuente de conflictos.
¿Estamos nuevamente ante un sistema multipolar, compuesto por tres o más poderes? ¿Podrán alcanzar un equilibrio que dote de estabilidad al sistema? ¿O necesariamente el paso del sistema unipolar con EE.UU. como única potencia, a un nuevo tipo de sistema, solo podrá lograrse luego de una etapa tensa y conflictiva?
Para concluir, nada mejor para sintetizar la actuación de Richelieu que la frase atribuida al papa Urbano VIII: “Si hay Dios, el cardenal Richelieu tendrá mucho por qué responder. Pero si no, bueno… triunfó en la vida”.















