La guerra más larga de la historia duró más de 300 años y tuvo un insólito final

Cuando se piensa en la guerra más duradera de la historia, se suele pensar en conflictos como la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, o en enfrentamientos coloniales de larga data. Pero pocas personas conocen la Guerra de los 335 años, una insólita contienda entre los Países Bajos y las Islas Sorlingas, en el suroeste de Inglaterra.
Lo curioso de esta guerra es que, a pesar de su duración —más de tres siglos—, no se libró una sola batalla ni se efectuó un solo tiro. Tampoco murió ningún combatiente o civil.

Todo comenzó en 1651, durante la Guerra Civil Inglesa, cuando los Países Bajos le declararon la guerra a las Islas Sorlingas, que estaban controladas por los realistas. Pero el conflicto cayó rápidamente en el olvido, sin combates ni tratados de paz.
Recién en 1986, el presidente del Consejo del archipiélago inglés, Roy Duncan, descubrió que sus islas tenían una declaración de guerra de 1651 que nunca se había cerrado. Jamás se había firmado la paz formalmente.
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Así, un diplomático neerlandés viajó a las islas y, en una ceremonia simbólica, ambos lados pusieron fin al conflicto más largo —y posiblemente el más pacífico— de la historia.
La curiosa historia detrás de la Guerra de los 335 años
El motivo de que la Guerra de los 335 años durase tanto fue su olvido por parte de los beligerantes. Eso está claro. Sin embargo, los motivos detrás de la declaración del conflicto de manera oficial, tiene una explicación mucho más racional detrás.
El origen de esta guerra forma parte del contexto de la segunda guerra civil inglesa. A mediados del siglo XVII, el país europeo estaba dividido en dos bandos: los parlamentaristas y los realistas. Los primeros estaban bajo el mando de Oliver Cromwell, un político y militar inglés dispuesto a eliminar la monarquía. Los realistas defendían la legitimidad en el poder del rey Carlos I.

Todo indicaba que Cromwell y sus seguidores se alzarían con la victoria, ya que controlaban la mayor parte del territorio. Los realistas, por el contrario, estaban en clara desventaja territorial, pero aún conservaban una poderosa herramienta a su favor: la Royal Navy, la Marina Real Británica.
Con el avance parlamentario, los realistas se vieron cada vez más acorralados. En ese contexto, parte de su flota naval y algunos soldados buscaron refugio en las Islas Sorlingas, un remoto archipiélago al oeste de Cornualles que estaba gobernado por Sir John Grenville, un noble fiel a la causa monárquica.
Del otro lado, los Países Bajos apoyaban al bando parlamentario. Esta alianza tenía antecedentes: los neerlandeses habían recibido ayuda inglesa durante la Guerra de Flandes (1568-1648), que culminó con su independencia del Imperio español. Para preservar esta relación favorable, decidieron poner su flota al servicio de los parlamentaristas, el bando con mayores probabilidades de triunfar.

Desde su refugio en las Sorlingas, los realistas, incapaces de librar una batalla frontal, optaron por hostigar a sus enemigos mediante actos de saqueo y sabotaje. La Royal Navy actuó como una banda de piratas, atacando embarcaciones comerciales del bando parlamentario e incluso naves de la Marina neerlandesa.
Los Países Bajos, hartos de estas provocaciones, intentaron responder. Pero en uno de los enfrentamientos, sus barcos fueron derrotados con claridad por la flota realista mientras navegaban hacia las Sorlingas. Humillado, el almirante neerlandés Maarten Harpertszoon Tromp desembarcó en el archipiélago a fines de marzo de 1651 y exigió una indemnización por los daños sufridos, calificando las acciones realistas de piratería.
Desde el punto de vista de los realistas, aquello eran maniobras en plena guerra, por lo que ni siquiera prestaron atención a las exigencias del almirante. Esto llevó a los Países Bajos a declarar la guerra solo a las Islas Sorlingas en junio de 1651, ya que no querían enfrentarse contra Inglaterra, sino solo contra el territorio controlado por los realistas.
Unos días después de la declaración de guerra, los realistas estaban cercados por los parlamentaristas en la totalidad de Inglaterra y decidieron rendirse. Los Países Bajos, aliados del bando vencedor, retiraron su flota con la alegría de haber apostado por el bando correcto. Pero se olvidaron de la guerra declarada a un archipiélago con el que no volvieron a tener relación alguna hasta 365 años después.
Así, la guerra quedó en pausa —y en el olvido— durante 335 años, sin combates ni negociaciones, hasta que fue oficialmente finalizada en 1986.