El fin de Bretton Woods: cuando Nixon movió el tablero y golpeó a Europa

En agosto de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon puso fin a la convertibilidad del dólar en oro, liquidando así el conocido como sistema de Bretton Woods, la base del orden financiero global desde 1944.
Lo que parecía una medida técnica era, en realidad, una jugada geopolítica. ¿Una inspiración para la actual política arancelaria de Trump?
La Guerra Fría y la relación entre Europa y EE.UU.
Para fines de la década de 1960 la relación entre Europa Occidental y EE.UU. no pasaba por su mejor momento. Para colmo, el desastre estadounidense en Vietnam, los problemas internos y los logros soviéticos durante esos años hicieron creer a más de uno que la Guerra Fría se estaba inclinando del lado de la URSS.

¿Y si los soviéticos eran efectivamente más fuertes que los norteamericanos? ¿No sería más conveniente para los europeos occidentales mejorar sus relaciones con Moscú? La URSS ya era una potencia nuclear, y una hipotética guerra soviético-estadounidense sin duda tendría como escenario suelo europeo.
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Francia y Alemania movieron primero. Alemania, gobernada por Willy Brandt, lanzó la llamada Ostpolitik, que consistía básicamente en un acercamiento a la URSS y Europa del Este para reducir tensiones y ampliar su margen de maniobra. Una decisión que no fue recibida de buen grado en Washington.
La relación entre EE.UU. y Francia era incluso peor. Ya en 1966 Francia se había retirado del mando militar integrado de la OTAN por considerar que era un corset que restringía las opciones geopolíticas francesas. Más aún, por esos años París comenzó a canjear sus dólares por oro, debilitando las reservas estadounidenses y marcando una clara distancia de la hegemonía financiera norteamericana.
Es seguro decir, a esta altura, que es posible que Francia solo haya aceptado el liderazgo estadounidense, desde la Segunda Guerra Mundial hasta acá, no tanto por considerarlo legítimo sino pura y exclusivamente por el enorme poderío que ostenta el país norteamericano. Ante un hipotético declive del poder estadounidense ¿podría Francia cambiar de bando?
Retomando el tema de esta nota, fue en ese contexto que Nixon decidió terminar con el sistema de Bretton Woods, y golpeó de lleno a las economías europeas. Al eliminarse la paridad fija, el dólar se devaluó. Como resultado, las importaciones de productos en buena medida europeos se encarecieron, y la estabilidad monetaria de los países europeos se vio alterada, dejándolos más dependientes de los mercados financieros controlados por EE.UU.

Podría argumentarse que, luego de que con el Plan Marshall de 1948 Europa recuperó su base industrial, era hora de nivelar el campo de juego y que las industrias europeas y estadounidenses compitieran en las mismas condiciones. Recordemos que con el Plan Marshall EE.UU. había otorgado miles de millones de dólares para reconstruir las industrias europeas, a las que además les abrió su mercado bajando aranceles. Devaluar el dólar era una manera de mejorar la competitividad de las industrias estadounidenses.
La maniobra estratégica de Washington
Pero, desde una perspectiva geopolítica, la jugada de Nixon respondió a un cálculo propio de la Guerra Fría. Washington percibía una contradicción: mientras Estados Unidos pagaba la defensa de Europa, el Viejo Continente, tentado por un acercamiento económico hacia Moscú, fortalecía de facto a la URSS.
Con el fin de Bretton Woods, EE.UU. cortó las ventajas que Europa obtenía del sistema, limitando su capacidad de acumular reservas sólidas y obligándola a replegarse bajo el paraguas financiero estadounidense.
Washington enviaba un mensaje inconfundible: cualquier intento de ampliar el margen estratégico frente a la URSS debía hacerse en un terreno donde la supremacía del dólar fuera ineludible.
La lección estratégica del “Nixon shock”
El “Nixon shock” fue más que el fin de un acuerdo económico; fue una demostración de poder para mantener la primacía global de Estados Unidos. Europa comprendió que su margen de maniobra frente a Moscú estaba condicionado por la arquitectura financiera impuesta por Washington.
Fue una lección clara de cómo las finanzas y la geopolítica se entrelazan para sostener un orden mundial donde el poder real se mide en términos estratégicos, y no solo económicos.